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4 poemas de Demonios, de Ben Clark

4 poemas de Demonios, de Ben Clark

Ben Clark no solo es uno de los poetas españoles que mejor expresa las emociones en sus piezas, sino también uno de los más reconocidos por la crítica, como demuestra un palmarés que incluye los premios El Ojo Crítico, Hiperión y Loewe. Ahora regresa a las librerías con un poemario, Demonios, en el que se adentra en los espacios oscuros del duelo y la muerte.

En Zenda ofrecemos cuatro poemas de Demonios (Sloper).

*** 

HIPIQUIENNE

Al escultor y ceramista Gerry Clark

Sospecho de las piezas más grandes que su puño.
El puño de mi padre que, sin amenazar,
representa volúmenes, fronteras,
las masas que no deben, que no pueden ser sólidas.

Cualquier cosa más grande ha de ser hueca,
y cualquier cosa hueca tiene que respirar.

Es lo único que sé, lo único que aprendí
de su oficio: que hay pocas cosas sólidas,
que es rara la escultura
que no contenga el eco del secreto,
que no existe cerámica en el mundo
que no respete el puño de mi padre.

Y a mil doscientos grados los ollares
de sus caballos eran de verdad,
en el infierno, vivos, respiraban
exhalando el vacío de sus cuerpos,
los secretos que habían compartido
con mi padre y que sólo
podría revelar la destrucción.

Cualquier cosa más grande que su puño
me conduce a la idea de la muerte,
al presagio ominoso de un error
de cálculo, a caballos reventando
en trincheras de fuego de Verdún:
montañas de animales que se ahogan
o que vagan igual que pensamientos
al final de un poema. Pero el puño
de mi padre, cerrado
sobre las verdes sábanas no estima
los límites de nada, si pudiéramos
hacer un molde, hacer un vaciado,
que él lo supervisara —ocho millones
de caballos murieron en la Gran Guerra casi
todos de agotamiento—.

Mi padre abre la mano y los planetas
se avergüenzan un poco de sus núcleos,
hacen fiestas los potros de Altamira,
y retumban los cráneos vacíos
de todos los guerreros de Xian,
abre la mano y vuelan
murciélagos albinos en las cuevas
del Cáucaso, chillando como alarmas
que alertan del final de la alegría.

Llega el frío, los cuerpos se contraen,
y migran los caballos hacia el sur.
El tiempo acumulado se hace sólido
y algo, en alguna parte, se fractura
porque no puede ser de otra manera,
porque es la ley del puño de mi padre.

***

@BelenBermejo

Dicen que va a haber tormenta a las seis
que lloverán palabras, frases, libros
enteros —un peligro—, dicen que la tormenta
viene de lejos: años, quizá décadas
o siglos —nadie sabe—, dicen que las palabras
se irán acumulando hasta arrastrarlo
todo, todo el pasado y el presente
y también el futuro.
Un terrible aguacero de libros no leídos,
la historia no narrada del corazón humano
nos va a empapar, Belén,
y tú no vas a estar para cuidarnos,
para decirnos calma, no es más que una tormenta
de libros, de recuerdos, de palabras
que a veces, no, no bastan
pero eso ya no puede darnos miedo.

Si estuvieras aquí,
quizá nos abroncases por miedicas:
en el Retiro están los agapantos
ya casi florecidos, en las mesas
de novedades cantan
las sirenas de miles de odiseas,
y el mundo está repleto de rincones
y de relatos nuevos, cada día.

Dicen que habrá tormenta. ¡Yo no sé!
Por si acaso, no traigo más que un libro
con el que guarecerme,
por si el agua diluye este dolor,
por si lo que diluvia es la alegría.

***

Gajes del oficio

Para Max

Me propuse crear un gran poema.
Pero en vez de escribir llamé a mi hermano
y estuvimos hablando de la infancia.
Cuando volví a sentarme
me sorprendió el mensaje de un amigo.
«Es un niño», decía. Como es lógico
lo llamé de inmediato
y estuvimos dos horas celebrando
el milagro sencillo de la vida.
Y ahora estoy aquí,
delante del papel, extenuado
por tanta poesía y sin haber
escrito todavía un solo verso.

***

Retrato del poeta adolescente

Me duele el corazón y un pesado letargo
aflige a mis sentidos

John Keats

Un poema que no hable de tu infancia,
que no mencione nunca a aquel amigo
que un día, de repente, fue un recuerdo.

Un poema que no tenga palabras
que convoquen los sábados de otoño
cuando nadie llamaba para el cine.

Un poema sin años de instituto
y sin amores huérfanos
exageradamente exagerados.

Esto estoy escribiendo.

Un poema

sin referencia alguna a tu dolor,

a la cueva que hiciste con tus libros
mientras ellos quedaban en la playa.
No voy a recordarte aquellos años.

Este poema puede ser distinto.
Tienes tiempo, conoces
los atajos, los trucos y los golpes

de efecto que funcionan casi siempre.
Ponte a ello pues, escribe cosas nuevas:
construye una alegría en este verso.

Pero hay algo detrás que te lo impide.
Detrás de este poema está el poema
del que llevas huyendo desde entonces.

El poema que no,
el poema que nada,
el poema que nunca.

Un poema de piel de ruiseñor
que desea el deseo
y que no quiere ser distinto, raro,

que querría dejar de ser poema
para ser cuerpo, culpa, su secreto
guardado en un diario rosa palo

(o algo igualmente cursi, da lo mismo).
Lo que quiero decir es que no puedes
escribir el poema que hay detrás,

pero tampoco puedes
conjugar las palabras de otro modo.
Por eso esto no es nada, es un poema

que no, que niega toda relación
con tu pasado triste de medusas
cazadas en la orilla

cuando ellos se reían bajo el sol
y cuando ellos se amaban bajo el sol
y tu escribías versos en el agua.

—————————————

Autor: Ben Clark. Título: Demonios. Editorial: Sloper. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO

Nacido en Ibiza en 1984, Ben Clark es un poeta y traductor español. En 2006 recibió el Premio Hiperión, en 2014 obtuvo El Ojo Crítico de RNE de Poesía y en 2017 el Premio Loewe. Es tutor de poesía de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Reside en Mérida, Badajoz, desde donde dirige el sello editorial Isla Elefante, especializado en poesía contemporánea.

Ben Clark. Foto: Alberto de la Rocha.

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