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4 poemas de Tierra nativa, de Francisco Brines

4 poemas de Tierra nativa, de Francisco Brines

La poesía de Francisco Brines, un imprescindible del siglo XX, tiene una clara raíz metafísica que plantea todas las grandes preguntas sobre la condición humana. El valenciano supo imprimir a sus piezas sensorialidad y sensualidad, arraigamiento al cuerpo y a la tierra, y plena consciencia del paso del tiempo. Los poemas recogidos en Tierra nativa, además, giran en torno a Elca, su casa familiar, y el paisaje de naturaleza mediterránea que la envolvía.

En Zenda reproducimos cinco poemas de esta nueva antología, Tierra nativa (Renacimiento), editada por Marie-Christine del Castillo-Valero y prologada por Carlos Marzal.

***

ELCA

Ya todo es flor: las rosas
aroman el camino.
Y allí pasea el aire,
se estaciona la luz,
y roza mi mirada
la luz, la flor, el aire.

Porque todo va al mar:
y larga sombra cae
de los montes de plata,
pisa los breves huertos,
ciega los pozos, llega
con su frío hasta el mar.

Ya todo es paz: la yedra
desborda en el tejado
con rumor de jardín:
jazmines, alas. Suben,
por el azul del cielo,
las ramas del ciprés.

Porque todo va al mar:
y el oscuro naranjo
ha enviudado en su flor
para volar al viento,
cruzar hondas alcobas,
ir adentro del mar.

Ya todo es feliz vida:
y ante el verdor del pino,
los geranios. La casa,
la blanca y silenciosa,
tiene abiertos balcones.
Dentro, vivimos todos.

Porque todo va al mar:
y el hombre mira el cielo
que oscurece, la tierra
que su amor reconoce,
y siente el corazón
latir. Camina al mar,
porque todo va al mar.

***

CUANDO YO AÚN SOY LA VIDA

La vida me rodea, como en aquellos años
ya perdidos, con el mismo esplendor
de un mundo eterno. La rosa cuchillada
de la mar, las derribadas luces
de los huertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida.
Con el mismo esplendor, y envejecidos ojos,
y un amor fatigado.

¿Cuál será la esperanza? Vivir aún;
y amar, mientras se agota el corazón,
un mundo fiel, aunque perecedero.
Amar el sueño roto de la vida
y, aunque no pudo ser, no maldecir
aquel antiguo engaño de lo eterno.
Y el pecho se consuela, porque sabe
que el mundo pudo ser una bella verdad.

***

LAMENTO EN ELCA

Estos momentos breves de la tarde,

con un vuelo de pájaros rodando en el ciprés,

o el súbito posarse en el laurel dichoso

para ver, desde allí, su mundo cotidiano,

en el que están los muros blancos de la casa,

un grupo espeso de naranjos,

el hombre extraño que ahora escribe.

 

Hay un canto de pájaros cercanos

en esta hora que cae, clara y fría,

sobre el tejado alzado de la casa.

Yo reposo en la luz, la recojo en mis manos,

la llevo a mis cabellos,

porque es ella la vida,

más suave que la muerte, es indecisa,

y me roza en los ojos,

como si acaso yo tuviera su existencia.

 

El mar es un misterio recogido,

lejos y azul,

y diminuto y mudo,

un bello compañero que te dio su alegría,

y no te dice adiós, pues no ha de recordarte.

 

Sólo los hombres aman, y aman siempre,

aun con dificultad.

¿Dónde mirar, en esta breve tarde,

y encontrar quien me mire

y reconozca?

Llega la noche a pasos, muy cansada,

arrastrando las sombras

desde el origen de la luz,

y así se apaga el mundo momentáneo,

se enciende mi conciencia.

Y miro el mundo, desde esta soledad,

le ofrezco fuego, amor,

y nada me refleja.

 

Nutridos de ese ardor nazcan los hombres,

y ante la indiferencia extraña

de cuanto les acoge,

mientan felicidad

y afirmen su inocencia,

pues que en su amor

no hay culpa y no hay destino.

 

***

LOS VERANOS

¡Fueron largos y ardientes los veranos!
Estábamos desnudos junto al mar,
y el mar aún más desnudo. Con los ojos,
y en unos cuerpos ágiles, hacíamos
la más dichosa posesión del mundo.

Nos sonaban las voces encendidas de luna,
y era la vida cálida y violenta,
ingratos con el sueño transcurríamos.
El ritmo tan oscuro de las olas
nos abrasaba eternos, y éramos sólo tiempo.
Se borraban los astros en el amanecer
y, con la luz que fría regresaba,
furioso y delicado se iniciaba el amor.

Hoy parece un engaño que fuésemos felices
al modo inmerecido de los dioses.
¡Qué extraña y breve fue la juventud!

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Autor: Francisco Brines. Título: Tierra nativa. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

BIO

Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932-Gandía, 2021) fue un poeta español, heredero mediterráneo de la lírica de Luis Cernuda y Constantino Kavafis. Encuadrado en el grupo poético de los años 50, ha sido reconocido con distinciones como el Premio Nacional de las Letras Españolas, en 1999, o el Reina Sofía en 2010. Académico desde 2001, está considerado uno de los poetas españoles del siglo XX de más hondo acento elegíaco.

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Josey Wales
Josey Wales
1 año hace

Excelente, don Francisco Brines.