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5 poemas de Ángel García López

5 poemas de Ángel García López

Su obra ha sido reconocida con importantes premios como el Nacional de Literatura y el Nacional de la Crítica. Sus versos aparecen en antologías nacionales e internacionales. A continuación, puedes leer 5 poemas de Ángel García López.

Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo

Quien puso en ti su mano tuvo ardiendo
la carne y perfumó su corazón.
Desde entonces mi piel se ha acostumbrado
a dormir en una sola habitación.

Después de tanto tiempo de visita
los dedos aprendieron la lección.
Las brasas de por fuera son por dentro
distintas al tocarlas como son.

Andar entre tus cosas una noche
es igual que asomarse a algún balcón.
Los brazos se hacen huéspedes sabiéndose
un jubileo y una jubilación.

Desde entonces no hay nada que no sepa
a mercado y a venta de ocasión.
Quien puso en ti su boca ha conocido
las pavesas de su incineración.

Amar es muchas veces una herida
con una cicatriz de quita y pon.
Quien deja sus dos ojos en tus labios
enferma al encontrar su curación.

Ahora recuerdo cómo anduve a tientas
hasta oírle la voz a la emoción.
Quien puso en ti su mano ha sucumbido
al fuego de su propia combustión.

Así como el atleta

Mi cuerpo es como un pájaro. Me alzo
sobre una cordillera de gorriones.
Las alas me empujaron en el salto,
se me llenó la carne de motores.

Hoy he vuelto a la vida. Libre, gano
mi oficio milagroso de ser hombre.
He tocado una nube con mis brazos
y le he robado al águila su polen.

Quise sentir el mundo, lo delgado
del límite del día con la noche.
Corrí sobre la pista del milagro
indagando el secreto del azogue.

Debí de ser gacela, ardilla, gamo
perseguidor del aire de los bosques.
Mi pecho respiraba como un campo
lastimado de músicas y flores.

Luché contra el equipo de los nardos
y el fuego de amarillos girasoles.
Competí con la pluma de los pájaros
y el latido voraz de los relojes.

Sin sentir en los músculos cansancio
llegué, libre, a la meta.
Desde entonces
traigo una lluvia nueva entre mis párpados.

¿Fui yo? Nadie creyera. El horizonte
se me llenó de cánticos y aplausos.
Hoy le vencí a la vida en el deporte
de alcanzar la alegría con las manos.

De «Tierra de nadie»

El baile

Porque tu pie no es árbol, sino vuelo,
paloma desmandada, extenso ramo,
la nota más viajera a tu reclamo
solucionó lo grávido del suelo.

Porque tu pie volaba por el cielo
con peso de sonoro miligramo,
la nota más viajera, como un gamo,
buscó lo forestal del violoncelo.

Y, entonces, fue la música. El Danubio
sonaba por un vals, y un gnomo rubio
danzaba entre los vuelos del vestido.

Tu pie giró al impulso de la orquesta,
y en los bosques de Viena una ballesta
fue preparada para herir lo herido.

De cuando nos nevaba y te reías

Llueve la nieve y llueve en tu mirada.
La nieve nieva y llueve tan deshora,
que a tus ojos, tan negros, los decora
de una pequeña ruta de nevada.

Está nevando nieve enamorada.
La nieve por tus ojos se enamora
nevando tu mirar, que nieva y llora
la aurora del nevero deshojada.

Te ha nevado la voz, y, de repente,
tu risa abre a la tarde la alegría
saltando de tu boca como un copo.

Me has lanzado una bola hacia la frente.
Y ha vuelto a sonreír tu niñería
mientras beso tu risa y te la arropo.

Besarte no es amor, es irte oliendo

Besarte no es amor, es irte oliendo
igual que huele el macho a su collera;
es saberte paloma mensajera
al gavilán las alas abatiendo.

Besarte no es amor, es ir pidiendo
besana donde hundir mi sementera;
es ser igual que el toro en la pradera
huyendo de la hembra y embistiendo.

Igual que el ciervo oculta el baluarte
donde el celo resiste y le reclama,
así mi boca llega hasta tu boca.

Porque besarte entonces, no es besarte.
Es dejar en los labios la proclama
donde la sangre asusta de tan loca.

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