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Un cabo de la Guardia Civil

Hace cuarenta años, cuando aún era reportero y durante una breve conversación con el entonces presidente socialista Felipe González, le pregunté por qué, tras haber manifestado su intención de disolver la Guardia Civil si llegaba a gobernar España, aún no había llevado a cabo su propósito. Y la respuesta  fue esclarecedora: «Descubrí que tener un Cuerpo disciplinado que cumple órdenes contra viento y marea, siempre en su puesto pase lo que pase, es algo extremadamente valioso».

Pienso en eso a menudo en estos tiempos de infamia, cuando faltos de medios y maltratados por altos mandos serviles, por directores generales incompetentes y por ministros del Interior sin escrúpulos —tampoco eso es nuevo, pues la vileza política no tiene color determinado—, la Guardia Civil, una de las pocas instituciones en las que, cuando las cosas se ponen feas, los españoles confían todavía —allá cada cual si consiente en verse privado de ella—, la Guardia Civil, repito, vive, trabaja y a veces muere sometida a la dejadez y la indefensión, compensando con sentido del deber y pundonor profesional la incuria, la cobardía y la poca vergüenza de sus más altos responsables.

Y claro. Cuando echas un vistazo al triste panorama de lo que hay y de lo que va a haber, no puedes menos que admirarte de que aún queden guardias civiles a quienes les ordenen «Martínez, póngase ahí y cumpla con su deber», y Martínez, en vez de mandar a tomar por saco al general o al ministro que se lo dice, se ponga donde le dicen y se mantenga allí contra viento y marea aunque se olviden de él y le caigan encima aguaceros, rayos o narcolanchas de punta.

Imposible no recordar, claro. Para eso están los libros; para conocer el pasado e interpretar el presente. Para comparar la calidad humana de quienes hoy mandan y obedecen con la de quienes en otro tiempo mandaban y obedecían. Encaja ahí una historia auténtica, perfecta para vincular al guardia civil de otro tiempo con el de ahora. Y también, sobre todo, para retratar a quienes los mandaron antaño y a quienes hoy los mandan. Ocurrió en el siglo XIX, cuando aún vivía el duque de Ahumada, fundador y director del Cuerpo. Se daba una función de gala en el Teatro Real de Madrid, y un elegante carruaje —indicio de que iba alguien importante dentro— quiso acercarse por un lugar prohibido. Y allí tuvo lugar la escena.

El guardia situado en ese lugar, un cabo, se interpuso, firme. «No se puede pasar», dijo. La respuesta fue «Este carruaje sí puede», en boca del cochero, que llevaba nada menos que al general Narváez, presidente del consejo de ministros y en ese momento el político más importante de España. «Ni este coche ni ningún otro», replicó firme el cabo. Resonó una voz airada desde el interior: «¡Siga adelante, cochero!». Pero el guardia, aunque reconoció al pasajero, no se dejó intimidar. «Tengo órdenes, Excelencia». «Pues esa orden no reza conmigo», contestó Narváez. El cabo, sin embargo, se mantuvo firme: «Al darme la orden no me dijeron que hiciera excepciones con nadie, así que el coche de Vuestra Excelencia no puede pasar por aquí». Descompuesto, Narváez montó en cólera: «¡Arree los caballos, cochero!», gritó. Pero apoyó el guardia una mano en el sable y dijo: «Mi general, si Vuestra Excelencia pasa por aquí será atropellando estas armas, encargadas de cumplir una orden». Y Narváez tuvo que tomar otro camino.

La cosa, naturalmente, no terminó ahí. Al llegar al Teatro Real, Narváez llamó a su palco al duque de Ahumada y le pidió el traslado fulminante de aquel cabo a un puesto fuera de Madrid. «Por muchas órdenes que tuviera —se quejó, furibundo—, no puedo consentir que un guardia quede por encima de mí». Abandonó Ahumada el palco prometiendo investigar lo ocurrido, y al día siguiente se presentó en el despacho de Narváez: «Aquí tiene, mi general, el bastón de mando de la Guardia Civil, porque dimito de mi cargo. Y aquí tiene el traslado del cabo a otro puesto, firmado por quien me ha sucedido en el mando»… Estupefacto, Narváez le dijo a Ahumada que no era para tanto, que exageraba. Y respondió éste: «No hemos creado la Guardia Civil para pisotear su prestigio. El traslado de ese cabo es una injusticia que yo no estoy dispuesto a cometer». Impresionado, conmovido al fin, el duro y poderoso Narváez rompió el oficio y devolvió su bastón al duque. «Y a ese guardia —dijo, zanjando el asunto— dele este cigarro puro de mi parte, pues tengo mucho gusto en que se lo fume el único hombre que se ha atrevido a desafiarme».

Imaginen a los Ahumada y Narváez de ahora, si es que pueden. E intenten no atragantarse con la náusea.

____________

Publicado el 12 de abril de 2024 en XL Semanal.

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ricarrob
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12 ddís hace

Don Arturo, lo sabe usted bien. No pregunte, por favor. Hoy, por desgracia y desde hace mucho, ni hay en España «narvaezs» ni hay «ahumadas». Por no haber no hay ni siquiera pragmáticos «gonzalezs» ya que el actual, el pobre, adocenado y geriátrico no está dispuesto a dar el puñetazo encima de la mesa de su desprestigiado partido y mandar a tomar por saco a los impresentables e indignos que dirigen «su» partido o formar un verdadero y nuevo partido socialista con la raigambre y la tradición del socialismo europeo.

Pero, eso, sí, por fortuna sigue habiendo Guardia Civil. La Benemérita. Ese cuerpo heroico, día a día al que le mandan enfrentarse a los malos sin medios técnicos y en inferioridad de condiciones.

Hoy, el carruaje de Narváez se ha cambiado por el Falcon para ir a tomar café a La Coruña. Hoy, Ahumada se ha cambiado por un escatológico montón de excrementos sin ética ni moral ningunos.

Por último, hoy no dimite nadie por dignidad ya que ésta no existe. Nadie pone encima de la mesa su cargo para no cumplir con órdenes indignas.

Y, hoy, los insignes guardias civiles, continúan dando la vida por resguardar el orden y la ley, por resguardar al resto de ciudadanos, por resguardarnos (como pueden) a nosotros, a todos, incluso a los indignos, inmorales, corruptos y sinvergüenzas de los políticos. Por favor, ¡un homenaje para ellos, para la Benemérita Guardia Civil!

¡Honor y loa eternos para todos ellos!

Saludos indignados.

Enrique Liñan Calvillo
Enrique Liñan Calvillo
12 ddís hace

Viva la Guardia Civil y Viva España!

Basurillas
Basurillas
12 ddís hace

Yo me encontraba cumpliendo el servicio militar, la «mili» vamos, lo que ya les da una idea de mi edad actual. En un momento dado un destacamento de mi regimiento se encontraba por turno haciendo servicios de guardia en un polvorin cerca de Madrid; y ese día yo permanecía en la garita de entrada, en servicio de armas, junto a la carretera de acceso. Mi misión era impedir el paso a toda persona, y si alguien quería acceder al recinto yo debería llamar al cabo primero que se encontraba en un barracón próximo, mediante un timbre que existía en mi garita, para que éste decidiera si, verificando su documentación, esa persona podía entrar o no, ordenándome en el primer caso levantar la barrera y permitir el acceso y, en el segundo, resistir e impedir el paso hasta la muerte.
En un momento dado se presentó ante mi puesto un vehículo militar, ocupado por un conductor y un coronel, que me requirió que franquease el paso al vehículo que ocupaba. Siguiendo mis instrucciones pulsé el llamador para que acudiese el cabo primero y el decidiese la cuestión. Por su expresión y gestos el coronel se veía que llevaba bastante prisa. Pasaron varios minutos y el cabo primero no acudía. Repetí los timbrazos pero mi cabo primero seguía sin salir. El coronel me recriminó que le estaba haciendo perder el tiempo y que sus gestiones dentro del polvorín eran urgentes. Yo, en posición de firmes, le respondí que era precetivo que el cabo primero acudiese y autorizase su entrada tras las debidas comprobaciones. Llamé por tercera vez y el cabo primero seguía sin acudir. El coronel, con cara impaciente y de acusado malestar y enfado me indicó que procedería a cursar una queja por el retraso injustificable y me requirió para que le facilitase mi nombre y los datos de mi escuadrón y regimiento, los cuales le facilité, apuntándolos en una libreta que saco de un bolsillo de su guerrera. Procedí a realizar una cuarta llamada por timbre y sin que el cabo primero apareciese, a lo que el coronel respondió, de forma autoritaria y desabrida que, bajo su responsabilidad, procediese a abrir la barra de entrada y franquease el paso a su vehículo. Lo que procedí a hacer dejándo entrar al vehículo y sus ocupantes.
Ahorrándoles a ustedes más detalles del caso, la cuestión fue que el coronel me denunció, y cumplí un arresto de quince días de prevención y sin permisos de ningún tipo ni tiempo libre, ocupado por trabajos disciplinarios, al regreso a mi cuartel.
Y ahora, leyendo el artículo de don Arturo, he revivido como si fuera ayer este recuerdo de mi único arresto, y un hondo sentimiento de envidia me ha invadido respecto a ese admirable cabo del artículo, que supo soportar los embates, diatribas y exigencias de la autoridad cumpliendo su misión. Mi cobardía y plegado al enfado del mando en aquella ocasión aún me reconcome y me molesta en el fondo de mi ser. Ese cabo del relato es un ejemplo admirable de cumplimiento del deber que merece nuestra admiración, gratitud y aplauso.

Ricarrob
Ricarrob
12 ddís hace
Responder a  Basurillas

Coronel indigno. Yo le hubiera degradado, al coronel claro, a soldado raso. Y, al cabo primero, lo hubiera expulsado del ejèrcito con ignominia. La institución de los cabos primero del ejército regular es una catástrofe: borrachos, jugadores, puteros, por lo menos lo eran así en mis tiempos. Su cabo primero, sr. B. estarîa en ese momento jugándose a las cartas la soldada mensual.

No se sienta culpable, hizo usted lo que pudo.

Un abrazo.

Basurillas
Basurillas
11 ddís hace
Responder a  Ricarrob

Gracias por su comprensión querido amigo, pero es que era un polvorín con armamento de todo tipo. Eran otros tiempos y el coronel podía haber sido un terrorista disfrazado y matar a gente inocente con los explosivos o munición que sacase indebidamente. No, yo tendría que haber aguantado el chorreo y la presión del mando; y si éste hubiera querido entrar por las bravas pegarle 4 tiros al coronel con mi Cetme, que para eso lo llevaba, y que saliera el sol por Antequera luego. Respecto al cabo primero creo que era tal y como usted lo retrata además de un imberbe chulo e irresponsable y jamás volvi a cruzar palabra alguna con él, mejor para todos. Yo había merecido el arresto y con esa moral y rabia lo cumplí.
Un abrazo también, estimado señor Ricarrob.

Eusebio
10 ddís hace
Responder a  Ricarrob

Es injusto por su parte calificar a todos los cabos primeros por la incapacidad de uno, yo pertenecí a esa institución, me vi en situaciones parecidas y el coronel no pasó, afortunadamente tuve mandos que me apoyaron, el chorreo se le llevó el coronel y a mí no se me dijo nada más que había cumplido con las órdenes recibidas, por eso no me parece justo meter a todos en el mismo saco. Un saludo

Ricarrob
Ricarrob
9 ddís hace
Responder a  Eusebio

Qiizás me he excedido o he exagerado. Pero yo soy de los pocos que quedan que hicieron el Servicio Militar, hace una eternidad de tiempo y en los tiempo del emperador Paco. Siento decirle que entonces los cabos primero eran, en general, así. Había excepciones, claro. Muy dignas. Pero, se les tenía, entre la tropa, verdadero pánico, terror. Mucho más que a los suboficiales, oficiales o jefes. He visto con mis ojos, meterse a un primero entre las filas formadas, con los ojos sangrantes de los excesos etílicos de la noche anterior, agarrando fuerte con una mano la cartuchera con el arma, amenazando, y pegando de hostias a un pobre soldado que no se sabe bien que había hecho para importunarle. Los demás, formados, sin osar mover ni un pelo. Los que les correspondìa hacer la imaginaria nocturna, se dedicaban, en pleno invierno y a los reclutas recién incorporados, a echarles cubos de agua fría cuando estaban durmiendo. Por gracia y… mala leche.

Pero todo esto, hechos y sucesos de otra época,además de que entiendo que seguramente ha cambiado, no tiene nada que ver con la Benemérita. Los recuerdos…

Saludos.

José León
José León
12 ddís hace
Responder a  Basurillas

¿Y el golpe de Estado del 23 f al mando del payasesco Tejero como lo incluimos en esa dignidad?

Basurillas
Basurillas
11 ddís hace
Responder a  José León

Pues, tal vez, de la misma forma que a los absolutistas que se pusieron al lado del felón aborrecible Fernando VII en el siglo XIX

Ricarrob
Ricarrob
11 ddís hace
Responder a  José León

Sr. Mío, toda institución tiene algún garbanzo negro. Además entra usted en terreno pantanoso ya que, todavía hoy, parece ser que cumplía órdenes de «alguien».

Como decía mi abuela, en toda casa cuecen habas. En la casa de la izquierda lo hacen a calderadas.

Que no, que no, que usted no ha conseguido emponzañar a una institución modélica, que está presente todos los dìas en nuestras carreteras, en nuestros puertos, en nuestras aduanas, en nuestras ciudades y pueblos, velando hora a hora por nuestra seguridad. Y ante el terrorismo jugándose, una vez más, la vida, antes y ahora. Y, además, todo ello lo hacen por sueldos bajos no por sueldos de koldos y de huevales.

Indignan ciertos comentarios…

Gabriel Fernández
Gabriel Fernández
12 ddís hace

Y eso es lo que pasa con todo. Conocer la historia de todo lo pasado, nos hace ver con la perspectiva adecuada todo lo que tenga por venir. Pero muy a mi pesar, me parece a mi que nuestro futuro no va por ese camino.

Gracias por estas grandes historias que usted nos recuerda Don Arturo.

Juan Bautista González
Juan Bautista González
12 ddís hace

Faltó Cabo y faltó Ahumada aquella deshonrosa noche de Barajas con Delcy entrando en Europa.

Iñaki
Iñaki
12 ddís hace

Ahora son los propios guardias civiles los que cuelan a la gente «bien» pasando sobre el resto del «populacho». https://elpais.com/videos/2024-04-09/video-una-mujer-reprocha-a-eduardo-zaplana-que-no-haga-la-cola-al-entrar-en-la-audiencia-de-valencia.html#

Juan
Juan
12 ddís hace

…y, además, fue leal a la II República hasta su fin.

Eugenia Ciruela Montañés
Eugenia Ciruela Montañés
12 ddís hace

Hace falta más personas desafiantes ante la autoridad política (lo ampliaría a otros sectores) y más duques de Ahuamada y que no hay que olvidar que es descendiente de Moctezuma.

Antonio Esparragoso Spínola
Antonio Esparragoso Spínola
12 ddís hace

Me parece muy bien y llevas toda la razón, lo malo es cuando se abusa del uniforme y no se respeta al ciudadano y cuando se creen los reyes del universo. Los que tenemos ya cierta edad sabemos de lo que hablamos, de la actitud chulesca que adoptan algunos/as amparándose en una placa y esto no va sólo por la guardia civil. Es una salvedad que he querido remarcar, por lo demás si me tratan con respeto y justicia Viva la Guardia Civil!

Julia
Julia
12 ddís hace

Magnífico artículo Capitán!
Me encanta que haya alguien que defienda a los que nos defienden.
La Guardia Civil debería nombrarle Capitán honorario, añadiría otro merecido título a su currículum.
Con esto quiero decir que, por su naturaleza y también influencia de sus héroes, parece que algo se le ha contagiado.
Bravo Sr Pérez Reverte!

En los años 70 u 80 reeditaron las novelas de José Mallorquí sobre un héroe llamado El Coyote.
Era una copia del Zorro, pero decían que la zona donde se desarrollaba la trama estaba tan lograda, que parecía haber sido visitada por José Mallorquí, y él no había ido nunca a Méjico.
Todas las semanas editaban un título y yo primero, porque llegaba antes, y después mi marido, leíamos con entusiasmo las aventuras de Don César de Echagüe, su novia Leonor y sus ayudantes, ya no recuerdo los nombres.
Su marca consistía en destrozar el lóbulo de la oreja de los malos, era amanerado e hijo de un terrateniente que lo había mandado a estudiar en España.

Mire pon dónde, yo también leía libritos de héroes.

Jose
Jose
12 ddís hace

Pues no me puedo imaginar a los Ahumada y Narváez de ahora, porque es que no los hay.

Francisco Brun
12 ddís hace

En mi país Argentina, lamentablemente las fuerzas de seguridad están muy desprestigiadas y esto provoca que paguen justos por pecadores. Se suma a esta situación el desborde de la delincuencia y la falta de resoluciones rápidas por parte de la justicia, generando un caos muy difícil de resolver para un país quebrado como el nuestro; en donde bandas narcos, suplen al Estado brindando trabajo y seguridad.
A pesar de haber chocado la calesita varias veces, los argentinos no aprendemos y el nuevo calesitero que contratamos, toma las curvas a doscientos kilómetros por hora sin bajar un cambio con todos nosotros arriba, al grito de: “¡viva la libertad carajo!”…
Lo único rescatable de Argentina es que nadie se puede aburrir jamás; sin ir más lejos ayer dieron una noticia urgente en donde al RENAPER que es el Registro Nacional de las Personas, lo habían jaqueado, y entonces, todos nuestros datos desde nuestra fotografía, dirección, teléfono, correo electrónico y hasta nuestras huellas digitales estaban en manos de delincuentes, los cuales, comercializaban los mismos a precios razonables; para resumirlo, quedamos todos en manos de Dios, desnudos y a los gritos. Esto se desmintió, por fortuna…aunque nadie lo crea.

Cordial saludo

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
11 ddís hace

¡Por la grandísima…!
Repito, una vez más y como he repetido tantas veces, que en esta Hispanoamérica nuestra somos tan hijos de España que cada ejemplo de valor, estupidez o estulticia que don Arturo nos regala en sus artículos se replica por acá una y mil veces.
Y este es otro caso: en Chile, la institución de Carabineros de Chile es, junto a los bomberos -Todos estos ad honorem-, la más apreciada del país, lo que no impidió que una manga de energúmenos -Casi todos en el gobierno hoy en día- los enlodase y calumniase de las peores formas durante las revueltas que desde octubre de 2019 asolaron al país, convirtiéndolo del más pujante de la región en el más pobre y jodido después de Haití.
Cientos de Carabineros han sido procesados, condenados y encarcelados por hacer cumplir la Ley en esa época. La mayoría fueron declarados inocentes, pero de todas formas expulsados de las filas. Se les acusó falsamente de torturas, violaciones y asesinatos, todo lo cual fue totalmente descartado, siguiéndose solo los juicios por heridas de bala -Que resultaron ser perdigones anti motines- y JAMÁS se juzgó a quienes lanzaron «cocteles Molotov», destruyeron vehículos, asaltaron locales comerciales y saquearon supermercados y tiendas.
El Mando nunca los protegió, mientras la clase política le hizo un homenaje a los vándalos en el Congreso Nacional…

Susana
Susana
11 ddís hace

Maravilloso artículo.

Antonio Pérez Valero
Antonio Pérez Valero
11 ddís hace

Sin duda esto de acatar órdenes trae sus consecuencias y hay que tenerlos bien puestos para no cagarse encima, con perdón. Vivi en Cartagena en el tercio de Levante en la escuela de formación de cabos( Esforca) el golpe de estado del 23F, además ese día de guardia, y desde aquel día rezo para que mis hijos nietos y los que tengan que venir a este mundo, no tenga que vivir, ni golpes, ni guerras ni ataques terroristas. Un saludo Don Arturo.

Carcamal
Carcamal
11 ddís hace

Iba yo con mi padre, del Cuerpo, a entrar en el cuartel con nuestro coche particular. Conducía yo. El guardia de la puerta, con pinta de recién salido de la Academia, nos para; mi padre le dice “soy el comandante xxx”, a lo que el guardia responde: “por favor, mi comandante, su documentación”.
Mi padre le enseña el carnet, el guardia se cuadra, “a sus órdenes, mi comandante, perdone, no le conocía”.
El bueno de mi padre, civilón bigotudo y serio, le suelta al guardia: “mañana, a las 8, le quiero ver en mi despacho”.
“¡Pobre hombre!”, le dije a mi padre. “Éste no duerme en toda la noche, pensando en el paquete que le va a caer”.
Al día siguiente, el guardia estaba puntual en la puerta del despacho. Bueno, creo que llevaría ahí un par de horas. Mi padre lo recibe y… lo felicita. “Guardias como usted honran al cuerpo. Enhorabuena. ¡Ah! y tiene usted tres días de permiso, háblelo con el teniente de su sección”.
Las palabras de mi padre que relato en el último párrafo no sé si fueron exactamente las suyas. Yo no estaba presente, claro. Pero así me lo contó él y así lo transcribo yo. Y, conociéndolo, no distarán mucho de las reales.
¡Viva la Guardia Civil!

Biscarat
Biscarat
10 ddís hace

Ningún inconveniente en que un empleado público, depositario del poder legítimo del Estado, que puede usar mediante un arma de fuego que se le ha confiado se plante con firmeza ante el despropósito (delictivo o de otra naturaleza) de otro conciudadano que pretende abusar de su usufructo temporal de otro aspecto de la legitimidad de un cargo de servicio público.
Exactamente lo que hizo Antonio Escobar, coronel de la guardia civil, y que pagó con su vida su lealtad al Estado y a sus ciudadanos, que son la única razón de ser de la delegación de poder y uso de las armas en algunas personas que optan por la guardia civil como medio de servir a los demás.
Pero (porque hay un pero), Befehl ist Befehl no puede excusar la obediencia ciega, por muchos textos que Arturo Pérez Reverte publique en Zenda.
A mí no se me olvidan las imágenes de esos ciudadanos abnegados, amigos de sus amigos, ocupando el Congreso de los Diputados y armados con metralletas que les habíamos confiado sus conciudadanos.

Otro Antonio, guardia civil, de apellido Tejero, pago sus errores con años de carcel.
Muchas personas, representantes legitimos de sus conciudadanos, podrían haber pagado con su vida la firmeza en el cumplimiento de las órdenes recibidas.

Si se hubieran negado a ello, negándose a secundar el acto de baratería de su oficial al mando es algo que no se puede demostrar.

Carby
Carby
10 ddís hace

Ojalá este texto fuera el embrión de un nuevo libro, Don Arturo.
Creo que muchos nos subiríamos a ese nuevo tren literario con gusto y con ganas de disfrutar del viaje, como llevo haciendo desde que desenfundé de su vaina de papel de regalo “El Húsar”, recorrí los campos de batalla de medio Imperio con el “Capitán Alatriste”, comprendí un nuevo punto de vista canalla con “El francotirador paciente”, acompañé a “Falcó” a uno y otro lado de las líneas de fuego y me sumergí con “El Italiano” frente al Peñón, entre otros escenarios.
En cuanto a la Guardia Civil, en efecto habiendo probablemente excepciones como en toda familia o colectivo, cuando tengo a alguno de sus integrantes cerca, ya sea en la carretera cuando circulo en automóvil o salgo en moto, en la mar, por la calle o en algún paseo por el campo, lo que me inspira es acompañamiento desinteresado, prevención frente a la adversidad, protección y auxilio en caso necesario. Así que: “¡Viva la Guardia Civil! Ahora y por muchos años.

José María Horton
José María Horton
9 ddís hace

Me apasionan los escritos del Sr. Pérez Reverte. Como Militar retirado siempre leí sus crónicas.

Pedro Enrique
Pedro Enrique
8 ddís hace

Sería imposible traducir todos los libros que se publican demigar.

un pez de cola marengo en cola demigas hojas fresas o la desnudez del arbol adquirir certeza desde el sueño y descanso ya sin viajes sino en tierra
El pez abría en boca limón cortado limón
Un pez de cola migas hojas fresas.

Cayetano Birjamaris
Cayetano Birjamaris
7 ddís hace

He recirdado el truste caso de CASAS VIEJAS, porqud la gc actuó EN DEFENSA PROPIA y ademas, suguiendo instruccions de MANUEL AZAÑA. Fué en plena II REPUBLICA REVOLUCIONARIA.

Janos
Janos
15 horas hace

Como siempre deja usted sin mencionar la mejor parte de sus historias verídicas, Don Arturo, supongo que por humildad. Ese cabo de la Guardia Cvil que tan bellamente se expresó, era de nombre Garcilaso.