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5 poemas de La impaciencia, de Guillermo Morales Sillas

5 poemas de La impaciencia, de Guillermo Morales Sillas

Berta García Faet asegura que Guillermo Morales Sillas es «un soplo de aire ultrafresco en el panorama de la poesía española actual». La impaciencia —publicado por La Bella Varsovia, igual que sus dos libros anteriores— lo confirma: poemas que nos cuentan la rutina y también la trascendencia, sin entenderlas como antónimas. Un libro que tiene que ver con lo que ocurre y con lo que no ocurre, con aquello que se espera o se adivina o se intuye, y sin embargo nunca se concreta, pero que huye de la sensación del fracaso o la decepción. No la evita, piensa sobre ella, pero también sobre la plenitud y la alegría.

La poesía de Morales Sillas habla de la familia —de la que venimos, a la que vamos— y de la soledad, del amor y la costumbre, del trabajo y del ocio, del paisaje no como adorno sino como elemento con voz y casi voto. Un autor que maneja el lenguaje como quiere, con el feliz deseo de experimentar; que recurre al humor y la ironía, y se plantea que quizá se trate de que nos enfrentamos a todo con demasiada prisa. Los poemas de La impaciencia, desde luego, ensayan otros ritmos.

Zenda adelanta cinco poemas del libro.

***

Chaqueta bebé

Ven, ven, te invito al neolítico festín
de la ranura
pues lo que había de ser desperdiciado
microvoló certero y en conjunto.

Oh, mundo precartográfico, qué bien hiciste
adjudicando a los amaneceres el color del azafrán tostado. ¡Qué buen gusto!
Mejilla reticente y sin magulladura,
tu emergente pereza se parece al sol y la sábana salada.

Yo no sé quién concita ese mejunje
tan medio cristalino y tan medio legañoso
idóneo para el frote
glorioso
yo imagino una pulida losa destinada a tu descanso yo, cada mañana,
tiro del rabo al burro y su rebuzno provoca:
tres manantiales, cinco nubes.

¿Alguna nube vieja?
¿Algún pájaro viejo? ¿Con vistas al mar
serías mecido para siempre?
¿De verdad, en un bucle de relente,
serías mecido para siempre?

De qué extraña manera querer te consta moco
y a una vez adoras a los cielos
y a un fémur o una nalga roja

de qué extraña manera un día
transgrediste el estatus de una prenda
y no sólo ya
depositaste en ella grados
sino que la acunaste inercialmente a falta de hija.

Qué extraño que tu crónica pericia ya lo sepa:
mecer es vulnerar un entramado.

***

Los árboles crecieron suficiente
y en jugando tú la sombra más complace
y más lustra el instante el corazón.
Si puede olvidarse todo, pelo de hierba,
brizna de cabello, por qué vuelvo resoplando
como un caballo en un país extraño,
por qué lastras mis extremidades.
Pero en jugando sola, débil y ensombrecida,
por qué los miembros aligeras
cómo es que me apresuro
a una vida de cales y arenas, tardes y mañanas.

***

Una forma de quererte es prospectiva,
lidia con las indumentarias
y tiene sus horarios. Normalmente sucede muy temprano
o ya muy tarde
cuando la rutina tiene más importancia.
Es habitual y tiene buenas bases,
hechos probables, tendencias comprobadas,
es selectiva
y como ya se ha dicho amablemente avanza.
Tristemente no se asocia
a ningún hecho climático concreto
ni a ciertas tonalidades en el cielo
ni a melodías cuales sean. Esto la haría más hermosa.
Es como sentarse alegre y paulatino
a ver crecer tu casa.
La otra no sé de dónde viene, por qué llega,
por qué siempre hay un árbol cuando pasa,
por qué todo se para en la cabeza
y hay una forma que no existe
pero yo la veo
por qué es verdad que hay un olvido grande
hecho como de otro tiempo,
no hay palabras no sé por qué parece que hayamos sido siempre
la misma exacta cosa.

***

Salir en el Fedón. Me gustaría.
Que un interlocutor me diera paso.
Crear mitos del alma, un plástico
e inocente símil como sigue
«como el niño que adormecido
cae definitivamente en sueño
mas fuera de lugar, quiero decir
que no en su cama
sino en otro mueble de acomodo
y es llevado al lecho
por el padre
y al despertar ya no recuerda
cómo acabó el día
mas otro nuevo empieza
y el tiempo simplemente no ha pasado».

***

Sale un sol nuevo. Dos cosas nuevas
ha de preguntarse el hombre: la primera
cuánto de ciencia debe a la vida el cuerpo,
cuánto de empeño
y qué tanto de inercia hay en su pan,
por ejemplo si es igual a las bastardas plantas litorales
o más bien seto de mediana.
Después, en su memoria, habrá de revisar
cada escenario, cada palabra dicha
por ver si son cambiados ya,
si al ser cambiados no hay elección que pese
o entorpezca
la colisión de dientes ha tiempo imaginada.

—————————————

Autor: Guillermo Morales Sillas. TítuloLa impacienciaEditorial: La Bella Varsovia. VentaTodostuslibrosAmazonFnac y Casa del Libro.

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