Los caminos del Thor son inescrutables, y Dean DeBlois ha hecho con el remake en imagen real de Cómo entrenar a tu dragón una película de Richard Donner. Que esto suponga algo o nada para los nuevos espectadores del film no debería importarnos, como tampoco que el mismo se apoye totalmente en el original animado de 2010. La originalidad o personalidad, quizá, tampoco era el fuerte del director de Superman, Arma letal o Lady Halcón, “solo” su devoción al público capacidad de trasladar con competencia clásica una historia a la mirada moderna. Y el live action de Cómo entrenar a tu dragón, pese a lógicas adiciones y cambios por el trasvase a imagen real, sabe desde el principio que no debe ni plantearse cambiar nada mínimamente fundamental.
DeBlois, codirector del original animado, no lo ha tenido tan difícil como los responsables de Blancanieves. No había ningún fregado de atribuciones de género que limpiar, en tanto el film original, una aventura animada ambientada en un tiempo vikingo de fantasía, e incluso manteniendo algunas derivadas sobre las políticas bélicas post 11-S, se mantiene incólume. Al contrario, diríase que su traslación a actores de carne y hueso ha enfatizado el centro emocional del largometraje, que no es sino el proceso de maduración del joven Hipo, su reflexión sobre el difícil equilibrio entre desarrollar su propia idiosincrasia o insertarse en su comunidad; sobre el precio de la genialidad y la consecución del liderazgo.
Que todo esto el film de DeBlois lo exprese de manera delicada a través de la relación entre un joven y su inesperada mascota, así como éste y su padre (un excelente Gerard Butler, repitiendo su rol del film original) basta para reivindicar la existencia de un film que sigue a pies juntillas otro de hace apenas 15 años, pero cuya efectividad pide un análisis que vaya más allá de su condición de remake de otra película igual pero de dibujos animados, así como de evidente maniobra para prolongar la franquicia durante al menos otra década más.
La eficacia de sus momentos cumbre, por eso mismo, permanece intocable, con una banda sonora de John Powell que eleva instantes de por sí interesantes. En efecto, en la nueva Cómo entrenar a tu dragón suena de nuevo el magistral “Test Drive” para rematar la larga sección de entrenamiento y acercamiento entre especies, se introduce el tema romántico de vuelo en el momento preciso (la referencia al Superman de Donner no era, como ven, gratuita) y el desenlace emociona pese a, como el original, antojarse algo apresurado. DeBlois, en su debut como director de largometrajes en imagen real (él fue, también, codirector de la original Lilo & Stitch, con cuyo live action va a coincidir en las carteleras esta Cómo entrenar a tu dragón), apuesta todo a sus actores de carne y hueso y unas secuencias de vuelo que lucen renovadas, trepidantes, físicas y emocionantes.
Todo funciona, pues, en una película que representa en sí misma todo lo que un blockbuster de verano debe ser, con un mundo y escenario que se percibe completo, algo favorecido por la impresión de in media res de los acontecimientos en la aldea de isla Mema, y que consigue convencernos de que es posible ofrecer credibilidad en imagen real sobre original animado sin caer en la caricatura visual. Todo es, en cierto modo, una forma de honrarlo, y casi todo en el film de DeBlois (incluyendo el extraordinario acierto de casting que es Mason Thames, su protagonista) funciona (vuela) en esa dirección.
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