Creo que quien mejor podría escribir un artículo sobre Alberto Olmos sería Alberto Olmos. Con su estilo depuradamente quirúrgico, fabricado con unas gotas de veneno Chanel y una bonhomía ligeramente maliciosa, podría uno acercarse al mejor columnista de este tiempo, lo cual no es mucho decir, porque este es mal tiempo para el columnismo, un oficio que solo conserva el nombre, pues ya ni siquiera crece, preponderantemente, en las esquinas de los periódicos, sino que lo encontramos sobre todo en el mogollón de Internet, la patria de los algoritmos y la confusión indigesta de las palabras. Así que abandonemos el término columnista y agarrémonos al sinónimo, articulista.
En los años noventa del siglo que fue, Cándido solía decirle a Umbral: “Paco, esto de la columna se acaba con nosotros”. Carlos Luis Álvarez, que era cualquier cosa menos cándido, no practicaba la modestia, ni se lamentaba al hacer ese apunte, sino que se recreaba en un ejercicio de autocomplacencia. Por cierto, Umbral acostumbraba a decir que Cándido tenía la mala suerte de ser más inteligente que la mayoría de sus lectores, lo cual, se mire como se mire, no dejaba de ser un elogio envenenado.
Creyera lo que creyese Cándido, el articulismo no se acabó con él y con Umbral, aunque quizá sí uno de alto estilo, sustituido por el pret-à-porter. Este siglo XXI, que a lo tonto se ha comido ya un cuarto, tiene sus cantores, sus buenos vocalistas y sus analistas. Ahí están Manuel Jabois, Rosa Belmonte, Emilia Landaluce, Jorge Bustos, Ignacio Camacho, Jesús Nieto, Karina Sainz Borgo, Arcadi Espada, Ángel Antonio Herrera… Con ser un buen elenco, yo me quedo con Alberto Olmos, porque, a mi falible entender, es el que mejor interpreta el espíritu de esta época tan sincopada, el que mejor se mueve por el mundo más pandémico que celeste que nos atrapa, nos cansa y nos entretiene. Le he pedido al ChatGPT que me lo defina, con un toque de ingenio e ironía y me ha dicho esto: “Crítico con cara de no haber dormido nunca bien y prosa que parece salir de un teclado con mala leche, Alberto Olmos ha convertido el desencanto en un género literario. Tiene el superpoder de parecer más culto que tú sin necesidad de exhibirlo. ¿El secreto de su estilo? Probablemente desayuna con ácido sulfúrico y café solo. Sin azúcar. Como sus frases”.
En fin, que digo yo que, si el ChatGPT es capaz de soltar estas cosas en un segundo, quizá haya llegado la hora de abandonar y dejar que sea él el Umbral de nuestro tiempo. Cerremos el quiosco y no le pidamos peras a Alberto Olmos. ¡Ni siquiera a él!


Es cierto lo que dices sobre Olmos, sin contar que es un gran narrador. “Irene y el aire” es una obra maestra.
Falta Juan Sito Ivars, para mí, excelente
Buenos días, Juan Antonio.
Te felicito por tu nuevo artículo en Zenda “Peras a Olmos” para recordar la figura inigualable del columnista Alberto Olmos y, de paso, reivindicar el oficio del columnista.
Me parece muy acertado tu artículo. Y es que reivindicar hoy en día la figura del periodista columnista es de suma importancia tanto para la salud democrática como para el pensamiento crítico de la sociedad.
Como bien sabes, el columnista no solo informa, sino que interpreta y contextualiza los hechos. En un tiempo de saturación informativa, donde la verdad compite con la propaganda y la desinformación, la columna bien escrita es un faro de reflexión personal y criterio. El columnista aporta juicio, no solo datos. Además, frente a los formatos breves y superficiales de las redes sociales, la columna permite al lector detenerse, pensar más allá del titular y abrirse a matices. Es un antídoto contra el pensamiento binario o tribal.
Y, ni que decir tiene que, en contextos de crisis política, corrupción o polarización, como la que estamos viviendo actualmente, el columnista puede ejercer el papel de voz incómoda para el despertar del conformismo.
Finalmente, a los que nos gusta las buenas redacciones como las tuyas ─tú eres un excelente columnista─ los columnistas también son guardianes del lenguaje y la forma. Cuidan la palabra, enriquecen el idioma, devuelven belleza y precisión al discurso público. En un mundo de ruido, ofrecen una escritura con sentido y estética.
Por lo tanto, ¡Enhorabuena por “Peras a Olmos!.
Tiene gracia… A mi muy modesto nivel, yo también hace poco le hice un homenaje a Olmos con el mismo chiste en el título. Es que es difícil resistirse https://macetaenelparamo.wordpress.com/2025/07/31/olmos-la-pera/