Hete aquí una novela sobre los trabajos “indignos”, es decir, sobre las grietas de las diferencias de clase. Porque esta ficción, la segunda de la autora, nos habla de las personas cuyos ideales modernos les impide contratar asistentas. Y, aun así, lo hacen.
En este making of María Agúndez recuerda el origen de Casas limpias (Temas de hoy).
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Pienso con ternura —y envidia de mí misma a la vez— en la escritura de Casas limpias. Ahora que estoy en ese punto en el que me resulta tan complicado escribir una nueva novela: el momento de traer a tierra las ideas e imágenes que llevan meses acompañándome, como si llevara un loro apoyado en el hombro que me va relatando todo lo que fantaseo sobre la idea nueva mientras voy de camino a recoger a mi hija, cuando me lavo los dientes o al entrar por la puerta del gimnasio.
«No esperes a terminar para dar a leer lo que escribes». Me lo dijo David Trías, editor, y aunque normalmente no dejo que nadie vea lo que escribo hasta que lo acabo, esta vez le hice caso. Cuando llevaba setenta páginas de lo que por entonces se llamaba Sobre la limpieza, lo mandé a cinco personas radicalmente opuestas y esperé, ansiosa, para conocer sus sensaciones. Una de ellas, mi amiga Paloma, me dijo que a la protagonista le faltaba un personaje que le pusiera delante todo aquello que ella no quería ver, y así es como nació la abuela, que es, junto a las mamis, mi personaje preferido.
Tanto en la lectura como en la escritura, creo que siempre hay un personaje que ansías que vuelva a aparecer dentro del relato. En mi caso, ese personaje es la abuela. Es diabólica y, al mismo tiempo, quiero sentarme con ella a fumarme un cigarro. Me apetecía crear personajes con los que el lector pudiera discutir, a los que pudiera juzgar y odiar, con los que pudiera estar en total desacuerdo, y, a la vez, sentir la necesidad de saber más de ellos. Estaba empeñada en no ser buenista con nadie, en dejar que se las apañaran solos, sin caer en el paternalismo. Pero yo misma me veía escribiendo y me descubría juzgándolos una y otra vez:
«¡¡¡¡¡No hagas eso!!!!!».
«Pero ¡¡¡¡cómo vas a tomar esa decisión!!!!!». «¡¡¡¡De verdad no ves que te está tratando fatal!!!!!».
Estaba claro que me estaba creyendo mi propia ficción, incluso algo más allá: no estaba entendiendo que a la hora de la verdad hay que tener en cuenta esas zonas grises, nebulosas, en las que, en la vida real, muchas veces elegimos quedarnos.
También resulta curioso que la intención de la novela jamás fue construir una crítica social, y, sin embargo, ese parece haber sido el resultado. He de decir que, al terminar, me asusté un poco: ¿cómo voy a defenderla? ¿Qué preguntas me van a hacer? ¿Utilizaré las palabras adecuadas para responder? Luego caí en la cuenta de que no había escrito un ensayo, sino una ficción. De que la historia y los personajes habían nacido de la observación, de llevar a cuestas en el hombro a ese loro que lo ve todo y que me susurra y al que a veces hago caso mientras que otras lo dejaría tirado en cualquier esquina y saldría corriendo sin mirar atrás.
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Autora: María Agúndez. Título: Casas limpias. Editorial: Temas de hoy. Venta: Todos tus libros.


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