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Un deporte intelectual

Nuevo encuentro con Raúl del Pozo y Rafael Ramonet en un restaurante de Madrid. La voz queda, tranquila, despaciosa de Raúl, la voz sabia que no se apresura, ni por la forma ni por el concepto. Raúl ha llegado a la edad de las grandes verdades, la verdad que luce limpia dentro de él y se manifiesta, como una expresión de su gran experiencia y conocimiento, al exterior.

Ramonet es el perfecto compañero de Raúl; le hace comentar la actualidad mejor que nadie. Yo algunas veces le he dicho a Raúl que me gustaba mucho compartir nuestras comidas con Ramonet, porque si yo quedara solo con él, con Raúl, hablaríamos únicamente de literatura, mientras que de este modo se abre mucho la conversación. Sobre todo hablamos de política, pero también de otros temas, como por ejemplo de Pérez-Reverte y de sus novelas. Arturo es muy buen amigo de Raúl y se aprecian mucho.

Raúl viene ahora de Sevilla. Le han dado un premio importante a su trayectoria periodística en el ABC de allí. Viene muy contento. Me dice que escribió un discurso y que fue un acto muy bonito: “Dije que viajar a Sevilla siempre era un placer, y que hacerlo para recibir un premio lo era todavía más. Un doble placer”.

"Sé que en el mundo profesional periodístico ha ayudado a mucha gente, en primer lugar a muchos jóvenes, y yo soy uno de ellos, o lo fui, porque ya no me considero tan joven"

“Ya no tiene enemigos”, me dijo Ramonet hace poco de Raúl. Se ha convertido en eso que hoy se llama “una referencia”, un clásico del periodismo, un maestro del que todos podemos aprender porque a todos se da, porque Raúl siempre ha sido un hombre muy generoso. Esto se lo oí hace poco en algún medio a Federico Jiménez Losantos: “Raúl es un tipo generoso”.

Y lo es, cualquiera que lo haya conocido lo sabe. Es como si Raúl disfrutara ayudando a los demás, sobre todo, supongo, a los que valora. Sé que en el mundo profesional periodístico ha ayudado a mucha gente, en primer lugar a muchos jóvenes, y yo soy uno de ellos, o lo fui, porque ya no me considero tan joven.

Les regalo un libro mío a los dos maestros: los cuentos de A quien se atreva a leerme para Raúl, y mi novela sobre Carlos V a Ramonet. Rafael ya había leído mi Carlos V: El viaje del emperador, y me dijo que le había gustado mucho: “Ése es un buen libro”. Desde luego, me costó un gran esfuerzo escribirlo, de años, pero mereció la pena. Esa novela me anima a seguir con otras, especialmente con una en la que estoy enfrascado ahora.

—¿Cuántos libros has escrito? —me pregunta Raúl.

—Publicados, 19 —le contesto.

—Trabajas mucho.

—No escribo demasiado, es que soy muy constante. Por ejemplo, en Zenda llevo ya cinco años y prácticamente he escrito todas las semanas.

"Siempre me ha atraído el deporte, hasta hoy. Uno siente que el ejercicio físico, de forma diferente en cada momento, es una necesidad, como imagino que también lo es el ejercicio intelectual"

No soy de escribir muchas páginas al día, pero efectivamente soy muy constante, y eso se traduce en libros. Es mi vocación, mi ilusión, mi trabajo, y también mi diversión, aunque en ocasiones el gran esfuerzo oculta para mí la diversión, como ocurrió en bastantes momentos de la escritura de Carlos V: El viaje del emperador.

Raúl sigue escribiendo como siempre, de lunes a viernes en El Mundo, y sigue haciendo su colaboración radiofónica de Onda Cero, Viva el vino. “Eso es lo que tiene más popularidad”, me dice.

Le pregunto, porque tengo curiosidad, por el 23-F, que sé que vivió.

—Yo pensaba que nos iban a matar a todos —dice Raúl—. A mí me pilló en el bar del Congreso, y nos tiraron al suelo. Se oían los disparos. Pasamos una noche entera allí.

Sé que juega al golf, desde hace muchos años y sé que le sienta muy bien, de lo que da fe su aspecto físico, su estado general.

—Juego muy mal —me confía—, pero me divierto mucho.

"El mundo cambia mucho. Las costumbres, la sociedad. A Raúl lo conozco, tal vez, desde hace veinte años, cuando publicó Cautivos de la Moncloa y le hice mi primera entrevista"

No jugará tan mal, desde luego. Entiendo poco de golf, nunca he jugado; a lo más que llegué fue a ayudar a un amigo, como caddie, en un torneo de golf. Tendría yo entonces catorce años. Siempre me ha atraído el deporte, hasta hoy. Uno siente que el ejercicio físico, de forma diferente en cada momento, es una necesidad, como imagino que también lo es el ejercicio intelectual.

Escuchar a Raúl del Pozo y Rafael Ramonet comentar la actualidad es un placer. Asimismo es un ejercicio intelectual. Ahora que lo pienso, tiene algo de deporte, y yo me siento como un espectador privilegiado de ese deporte, un privilegiado especial, porque puedo intervenir, preguntar, comentar.

Raúl me pregunta, por ejemplo, por Pedro Sánchez, por lo que pienso de él. No me dedico al periodismo político y no lo conozco bien, pero arriesgo una opinión:

—Me parece duro, resistente. En eso me recuerda a Pedro J. Ramírez.

Parece que Raúl está de acuerdo.

"Va mi agradecimiento y mi brindis desde aquí a Rafael y a Raúl, y mi felicitación calurosa al maestro de periodistas por su premio de ABC de Sevilla"

El mundo cambia mucho. Las costumbres, la sociedad… A Raúl lo conozco, tal vez, desde hace veinte años, cuando publicó Cautivos de la Moncloa y le hice mi primera entrevista. A Ramonet desde hace menos, aunque resultó que era amigo de mi madre del preuniversitario y teníamos vínculos anteriores. Hemos comido muchas veces juntos, y con Raúl he compartido muchos trabajos literarios y periodísticos.

Sí, el mundo cambia, pero algunas amistades permanecen, “contra viento y marea”, como tituló un libro suyo Mario Vargas Llosa, libro que compré de viejo hace poco. Amistades, amigos, que nos divierten, nos enseñan, nos sirven de guía, faros o brújulas en el camino de la vida. Un camino que a veces parece transitar en el desierto. Todos sabemos que la existencia puede ser muy dura, muy complicada. Pero con amigos así lo es menos, mucho menos.

Va mi agradecimiento y mi brindis desde aquí a Rafael y a Raúl, y mi felicitación calurosa al maestro de periodistas por su premio de ABC de Sevilla. Él sabe que muchos lo queremos y lo admiramos, y eso también, a mi juicio, es un premio, un galardón, importante.

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