Inicio > Libros > Narrativa > Los pecios de otro mundo

Los pecios de otro mundo

Los pecios de otro mundo

“Aquí, señor secretario, la única eternidad creíble y al alcance es la vida cotidiana”. Son palabras de Crònides Valldabó, juez de paz en la Mequinensa imaginaria de Jesús Moncada (1941-2005), historiador reconvertido en escritor, oriundo de la Mequinensa real que fue sepultada por el embalse que lleva ese mismo nombre y el de Ribarroja, población a orillas de las aguas alimentadas por los ríos Ebro, Segre y Cinca, una de las confluencias fluviales más grandes de Europa. El hecho de que su casco antiguo fuera inundado para construir el inmenso embalse homónimo, popularmente conocido como Mar de Aragón, dio pie a la creación del mundo que se contiene en Camino de sirga (1988), una de las más exitosas, apetecibles y poderosas novelas de la literatura catalana de todos los tiempos, con permiso de Mercè Rodoreda, Llorenç Villalonga y la escritura sustanciosa de Josep Pla, por poner modelos inapelables con los que se hermana la prosa universal de Jesús Moncada, aquí en su primera salida al mundo como novelista.

La población de Mequinensa/Mequinenza es en gran parte la protagonista de la aventura literaria de Moncada, iniciada una vez se hubo trasladado a Barcelona desde su pueblo natal, y tras haberse licenciado con honores en Magisterio a edad muy temprana. Todavía le quedaba el paso por el ejército, pero ya supo entonces que lo suyo iba a ser el mundo del arte. En la Ciudad Condal, bajo el amparo de Pere Calders —recién aterrizado del exilio mexicano—,  entre los despachos de la editorial Montaner y Simón y el estudio de pintura del pintor paisano Salvador Estruga, por consejo del también meniquenzano Edmon Vallès, el narrador en ciernes se iniciaba en la escritura profesional. Primero iban a llegar los cuentos. Una década para ir dejando rastro de un mundo propio que acabó fraguando en Històries de la mà esquerra i altres narracions (Historias de la mano izquierda, 1981) o El cafè de la granota (El café de la rana, 1985). Luego llegarían las grandes novelas, entre ellas la primera de todas, sustento para el resto de su producción, la simpar Camino de sirga, donde la vía fluvial del Ebro, las calles, los cafés, las plazas, las salas de baile, las tertulias, los muelles del río, las minas de lignito (el carbón más deseado en las industria por sus características calóricas), los mineros, los burgueses, los agricultores y los comerciantes como lo fueron los padres de Jesús Moncada, los llauts y llauters, todos ellos fueron conformando un espacio literario con resonancias universales y filiación noble, desde el mítico condado de Yoknapatawpha de Faulkner, pasando por la sombría Santa María de Onetti, sin olvidar el Macondo de García Márquez, la Comala de Rulfo o, ya por estos lares, la Región de Benet, la Celama de Díez, la Mágina de Muñoz Molina o el Paniceiros de Bello.

"La novela hace repaso legendario de cuanto hubo de acontecer en la imaginación y la vida de las gentes de Mequinensa, desde aquel estruendo inicial que empezó la demolición física y anímica de sus gentes"

Camino de sirga es, pues, una crónica velada con estructura helicoidal, acumulativa y polifónica —un manantial de voces surca el libro— de todo lo fantasmagórico y todo lo humano que puede caber en un entorno que los planes hidráulicos del estado iban a engullir, un mundo que acabaría persistiendo, y cómo, en la prosa imaginativa y excelsa de Jesús Moncada. Dueño como pocos de un estilo de expresión subyugante, ágil, preciso y selecto, la narración que alza el vuelo en la multipremiada Camino de sirga bebe de los mismos autores que más tarde traduciría el mismo Moncada, como Apollinaire o Verne, y en particular el Alejandro Dumas de El conde de Montecristo. No en vano, Manuel Vázquez Montalbán, otro narrador de estirpe, dejó dicho de él que “es un novelista de raza, con una capacidad fabuladora excepcional”. Lo que empezó con el derrocamiento de la casa número 20 de la bajada de la Herradura desencadena el final del pueblo de Mequinensa y de sus tres mil almas, a partir de entonces conocida como villa vieja de Mequinensa en relación con el nuevo pueblo que iba a erigirse en el margen no anegado por el embalse de la hidroeléctrica Enher. Como si se tratara de una suerte de Colmena celaniana que ocupase todo un territorio y más de un siglo de historias enlodadas por el agua, las gentes, la memoria y las aventuras que recorrieron sus calles y las corrientes del Ebro, la novela hace repaso legendario de cuanto hubo de acontecer en la imaginación y la vida de las gentes de Mequinensa, desde aquel estruendo inicial que empezó la demolición física y anímica de sus gentes —irreversible destino a partir de 1957, definitivo entre 1964 y 1967— y echando la vista atrás algo más de un siglo de comercio fluvial en la Franja hasta la desembocadura en Amposta. La horquilla va desde la Guerra del Francés a los estertores del franquismo. Con un tratamiento distinto, Julio Llamazares también haría lo propio con la desaparición de su natal Vegamián (León) por las aguas del río Porma convertidas en el embalse Juan Benet, tanto en La lluvia amarilla (1988) como en Distintas formas de mirar el agua (2015). En ambos casos, late el mismo deseo, que no es otro que el de preservar la memoria de lo acontecido con lo narrado, en la idea de que la verdadera muerte es el olvido.

Elegantemente traducida por Joaquín Jordá, la obra que enciende el universo literario de Jesús Moncada es casi más un cuadro que una novela. Sabido es la querencia del autor mequinenzano por la pintura. Pareciera que hubiera descubierto que con las palabras podía pintar más que con el pincel, que los pigmentos de la oralidad, el gesto de la frase bien trazada y mejor resuelta, la composición verbal, en fin, la invención de un universo que le era propio desde su nacimiento hubieran sustituido lo que podía contarse en los márgenes del lienzo. Pero qué duda cabe, si algo tiene la prosa convocada en Camino de sirga es un afán que hace que lo visual se derrame frase tras frase, propiciando párrafos perfectos y haciendo olvidar al lector que está ante una novela. Hay mucho aquí de cinematográfico y no poco de sensorial. Es la vida que se arremolina en la vieja Mequinensa, en los destinos seculares de sus habitantes, los mismos que vieron desfilar los grandes cambios finiseculares y el auge de una nueva civilización que iba a vivir tres grande guerras y el final de la industria puesta en pie gracias a la máquina de vapor.

"Celos y alegrías, miedos y envidias, dolor y risas, todo narrado desde el microcosmos que le proporciona a Moncada saber de buena mano que si aquello no fue verdad, podría haberlo sido"

Celos y alegrías, miedos y envidias, dolor y risas, todo narrado desde el microcosmos que le proporciona a Moncada saber de buena mano que si aquello no fue verdad, podría haberlo sido. Ésa es la potencia de lo narrado. Hacer de lo inverosímil algo sustancial. Normalizar la extrañeza. Traer al cauce del Ebro la imaginación torrencial de Cunqueiro y Carpentier; sublimarlos y dotar a un pequeño pueblo engullido por las aguas de una potencia que ha logrado hacerlo pervivir en casi una veintena de lenguas. El secreto: contar sin ironía cruel pero con todo el humor que cabe esperar de un maestro del idioma con voluntad antropológica el advenimiento del futuro y del progreso mientras narra a la vez la liquidación de estilos de vida ancestrales, con una exultante exhibición de músculo a la hora de poner en marcha todos los recursos expresivos a su alcance mientras sale más que airoso del envite.

Como un auténtico camino de sirga (ése es el nombre que recibía la maroma que servía desde tiempos pretéritos para tirar las redes, para llevar las embarcaciones desde tierra, para arrastrar con mulas las naves de regreso a Mequinensa o cuando las condiciones del río lo hacían impracticable por estrechez de cauce o por falta de viento), no hay en la novela servidumbre de paso alguna y sí verdadero placer al recorrer las páginas de la historia universal urdida por Jesús Moncada, quien a los cuatro lustros de su muerte (cáncer de pulmón) sigue vivísimo en cada una de sus producciones, ahora reeditadas al castellano con visos a descubrir una nueva generación de lectores que acaben deslumbrados como ya hubo ocasión hace años por las osadías con que el autor se adentraba en el territorio de lo bien contado y por las alegrías que concede lo que se cuenta desde la fascinación con las armas que les son concedidas a quienes logran convertir en mito lo que con menos sabiduría no hubiese pasado de mera anécdota.

_____________________

Autor: Jesús Moncada. Título: Camino de sirga. Traducción: Joaquín Jordá. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros

4.2/5 (20 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios