El tatuaje como forma de entender el mundo. El arte de la representación gráfica con tinta en la piel como narración de la vida de su portador. Hay para quienes los tatuajes son flores que, una vez abiertas, ya no caen, ni siquiera con la muerte de su árbol de carne. Nos narran, nos recuerdan.
El tatuaje es la forma más sagrada y permanente que conozco de establecer en mi ser un cementerio al amor y al dolor.
Como tal, en mi reciente visita a Murcia, paseé por el estudio Black Jack. El estudio tiene una fachada roja, hace picoesquina —que decimos en Murcia—, y su única nota negativa es lo cerca que está de la plaza de toros, que no debería sostenerse en pie. El estudio ofrece tatuajes y body piercings, por Jaggo y su equipo. Jaggo es un artista de los de manual, flexible, roquero, sensible y humilde. Quizás por eso la conexión entre lo que me carcome el espíritu y su capacidad para darle representación. El caso es que las apariencias engañan, los estereotipos son absurdos, y esto es algo que el tatuaje oculta por su propia naturaleza. Lo que, tras meditarlo medio segundo, me llevó a proponerle una entrevista, a pesar de las horas que pasó con una cuchilla al rojo vivo acariciando mi carótida como una tarántula. Esto y que Jaggo, al ver el dolor que se traslucía en mi cara, al que necesitaba dar salida con sangre, decidió obviar que acababa de comenzar su período de vacaciones para diseñar el concepto y plasmarlo en mi carne.
El tatuaje ha formado parte de mi identidad y de mi modo de procesar el dolor causado por mala gente o por la muerte de buena gente desde que tengo memoria. Y, tras varias docenas de ellos, puedo afirmar que esta pieza —durante la cual me dormí, como ya es habitual— es, sin lugar a dudas, mi favorito. ¿Tendrá que ver con que viene del daño más grande que me han hecho en mi vida? No lo sé. Tampoco tengo respuesta a muchas otras preguntas, pero, por suerte, esto trata de que sea Jaggo el que nos dé respuestas. Respuestas en lo temprano de agosto, cuando él tendría que estar cerrado, pero supo ver mi urgencia y abrirme un hueco.
—Jaggo, aunque esto sea un topicazo de cojones, es necesario: ¿por qué no nos cuentas un poco quién eres como tatuador?
—Vale, yo soy un tatuador de origen peruano, nacionalizado español. Vine a este país hace prácticamente veinte años. Empecé a tatuar directamente aquí, en la Comunidad de Murcia, que es donde resido actualmente. Estuve trabajando primero para otro estudio y luego, poco a poco, me lo propuse y dije: “Yo quiero tener mi propio estudio”. Así, hace casi dieciocho años que tengo este estudio en el que estamos ahorita, que se llama Black Jack Tattoo by Jaggo. A pesar de contar con un lugar físico, he tenido el privilegio de tatuar en muchas partes del planeta, pero ya me afinqué aquí e hice carrera aquí.
—¿Dirías que, al margen de ser un medio para obtener dinero —lo que decimos una profesión, es decir, para subsistir—, el tatuaje es algo que te define, que sería una parte tan integral de tu personalidad como cualquier otra con la que hubieras nacido?
—Te digo una cosa: a diferencia de lo que pasa hoy día, aquí, en el mundo del tattoo, en el que esto ha pegado un pelotazo a nivel mediático, de prestigio, y está siempre presente en redes y no sé cuántas más cosas que no existían en mi época o antes, esto era un mundo bastante más cerrado. O sea, realmente la gente no entraba en el mundo del tatuaje porque decía: “Hostia, aquí me voy a ganar la vida y voy a hacer pasta”.
—¿Y se podía hacer un pastizal?
—No. Tú entrabas en esto porque te llamaba la atención y te gustaba todo este tema; la cabeza de una persona que se metía en esto no iba pensando realmente en lo monetario. Claro, de algo tenemos que vivir todos, eso está claro, ¿vale? Pero entonces sabías que el éxito aquí era únicamente la consecuencia de trabajar duro, de hacerte un nombre, ¿me entiendes? ¿Iba a dar como consecuencia el poder vivir de esto? Pues con suerte sí. Y repito, aún necesitabas la suerte. Pero la gente no entraba con esta mentalidad tan pragmática. O sea, no, esto no era una idea de negocio, ¿me entiendes? No era el clásico modelo en el que se pudiera proyectar crecimiento o siquiera estabilidad.
—Si lo pensamos un segundo, lo que nos estás contando es que, básicamente, como pasa con cualquier otro artista, tú lo hiciste porque amabas tu forma de expresión. Amabas esa forma extraña de dejar salir tu sensibilidad. Y ya lo del dinero y la fama eran cosas que, si acaso, le pasaban a otras personas y de las que tú no sabías nada.
—¡Claro! Era una de esas cosas que era como una revelación en el momento. Así fue cuando yo descubrí el tema del tatuaje. No olvidemos, además, que era una época también muy distinta a la que estamos ahora. Estoy hablando de más de treinta años atrás. Recuerdo que mi madre bromeaba diciendo que cómo iba a encontrar un trabajo de tatuador, si era buscando en la sección laboral del periódico.
—Es decir, ¿tampoco hablamos del tatuaje posguerras?
—Mi generación, si acaso, son los hijos de esta gente.
—¿Aquí las cosas eran completamente distintas?
—No, pero seguía siendo una revelación fuera de lo normal: pararse a pensar “esto se puede hacer, esto es factible”. Y si es posible, pues ¿cómo lo es, y cómo lo logro hacer, cómo lo consigo?
—¿Qué hacías con el aprendizaje de un tatuaje? ¿Cómo lo enfocabas? ¿Aprendías una técnica nueva, te enfocabas en eso y ya?
—Esta era una pregunta válida, y lo sigue siendo. Porque para mí lo es. Está la vocación creativa y luego la profesional, la dedicada a mantener unos beneficios para poder abrir la persiana. No se me olvida que vivo de esto y he tenido que aprender cada vez más, no solo de tatuaje, sino de lo que llamaríamos “aptitudes blandas”. Claro que no entré estando preparado. No, no entré sabiendo temas de marketing, de ofimática, de gestión empresarial, temas que no tienen nada que ver con tatuar, pero cuando el dinero está implicado, y en una época en la que las redes sociales son el único rey tuve que evolucionar. Oye, porque obviamente esto se convierte en una carrera al completo. Yo estoy en una carrera que durará mientras mi persiana siga sin chapar; esto es una carrera de fondo, y los descansos no valen. Pero claro, son cosas que he aprendido ya después de mucho tiempo. Porque mi dedicación, mi preocupación al principio, era eso: hacer que esto funcionara, que un tatuaje se pueda tornar realidad. Vamos, que yo pueda manifestar mi arte en la piel, y que funcione, y que encima se quede algo duradero y con consistencia. Entonces esas cosas te llevan, te ocupan todo tu tiempo; no estás pensando en negocios, no estás pensando en… monetariamente, por decirlo así, no. Es la parte más artística la que te dirige en esos momentos.
—Hace unos días me contaste tu motivo para acercarte al tatuaje, que fue tu deseo de molar como los que vivían de esto, como el mítico Catalán, aquí en Murcia, y tantos otros. Esto puede parecer una razón infantil. Y es, no obstante, un análisis absurdo, después de todo. ¿Te sorprendería que esa es la razón por la que muchos artistas se acercan a su género y luego descubren la felicidad más absoluta? Por ejemplo, un escritor empieza a escribir porque quiere escribir un libro que ya ha leído, y le gustaría cambiar algo. Es decir, ¿te sorprende que acercarte a algo porque, estéticamente —quizás incluso espiritualmente—, lo sientes atractivo y de pronto te infecta, sin haber sido invitado, y se convierte en tu forma de expresión, en tu forma de vida, en aquello en lo que vas a vivir y morir pensando; dedicado de forma absoluta a su realización?
—Definitivamente, como seres humanos, todos tenemos un crecimiento cognitivo. Y en este crecimiento en el que nos vamos desarrollando, empezamos a observar cosas, a ver cosas. Así también se manifiesta el tema que está aquí en la mente de un artista, sea lo que sea. ¿Pasan cosas distintas en el resto de gente? Yo qué sé. Yo solo puedo hablar por nosotros. Un ejemplo es nuestra capacidad de asombrarnos respecto de lo que hacemos y sentimos que podemos hacer, ¿me entiendes? A veces este tipo de sensibilidad descarnada es incluso hasta mayor que la de una persona común. ¿Te cuento? Entonces, es esa forma de sentir y de ver con otros ojos la que nos hace sentir algo, ¿me entiendes? Es la que nos termina definiendo y dando forma de modo más irrevocable cuanto más sólida es nuestra dedicación. No olvidemos que la dedicación es clave aquí. Y obviamente, ya soy una persona de una cierta edad, no soy un crío que acaba de descubrir el tatuaje y tenga toda la flexibilidad del mundo para adaptarse a cualquier nueva tendencia. Tengo hábitos y tendencias que me definen como creador, ya sean positivos o no. ¿He vivido esa pasión exacerbada? Claro que sí. Esta pasión, como todo en la vida de una persona, pasa por etapas. Ahora, ¿es esa pasión un motor único? No lo creo. Es cierto que me ha impulsado mucho. No vale como fuerza única. Pero también es importante entender que es parte de algo más complejo. O sea, es la primera piedra, la parte más honesta de un inicio. Pero el inicio, aunque hermoso e importante, no lo es todo. Mantenerse a lo largo del tiempo también requiere otras cosas… Definitivamente requiere otras cosas. Yo siempre pienso que, dentro del equilibrio que tiene que haber para que un artista pueda vivir de su arte, en la balanza tiene que pesar mucho más ese amor por el arte. Siempre, siempre. Esto no es un negocio de “compro este producto y ahora lo voy a vender a tanto”. No, no es así como funciona. El arte necesita tener su espacio puro, solo, ¿me entiendes? Claro, luego —y últimamente más—, han ganado importancia las acciones de todo aquello que te permite potenciar tu presencia para potenciales clientes. ¿Lo demás que tú puedas implementar para poder encauzar eso son añadidos necesarios? Y es cierto que requiere un gran esfuerzo, porque, obviamente, una persona que es artista, por lo general, tiene su capacidad organizacional, racional, funcional, comprometida por aspectos abstractos que tienen más valor. ¿No es eso lo único que hace hoy día: nutrir esa capacidad especial que tiene? El cuidado, el nutrir el negocio, viene por la fuerza ligado con esta otra característica. Sin embargo, no soy de los que creen que se anulan el uno al otro. Como seres humanos siempre podemos llegar a más, ¿me entiendes? Pues estamos capacitados para esforzarnos hasta límites que desconocemos. Creo yo que el artista que entienda tiene que aceptar que necesita estas cosas, pero estas cosas no pueden pesar más que aquellas que le dan valor a su vocación. Y, por duro y macarra que sea decirlo, no importa nada saber que tienes que vivir de esto si relegas el origen. Esto necesita su espacio solo; es que es verdad. Sí, sí, eso pienso yo. Esto —este que late al ritmo de tu corazón sin serlo— no es una cosa que tú puedas apagar.
—Como pasa con cualquier otro arte, ¿dirías que el tatuaje para ti ha requerido sacrificios personales en pos de esa musa que nadie más conoce?
—Muchísimo, muchísimo. [risas] La clave en sí, yo creo, es conseguir que algo mundano se eleve para que sea una obra realmente única. Y esto requiere unas condiciones, a su vez, únicas. Es curioso que ese aprecio colectivo que recibe el arte requiera un sacrificio tan íntimo. Y me refiero al sacrificio de entregarte a ello, ¿vale? Y muchas veces termina sacrificando, pues, relaciones, e incluso llega a exigir el sacrificio de percibir el mundo como cualquier otra persona. ¿Ya no habrá momentos de ocio simplemente por tenerlos? No: serán para la creación. Yo soy también profesor en un centro de formación donde ofrecemos cursos de titulación oficial. Es un programa pionero y contamos con alumnos de la Región de Murcia. Desde mi posición observo muchos alumnos ir y venir, ¿no? Y hay un común denominador que tienen aquellos de los alumnos que yo he podido enseñar. Veo cómo están llegando a sitios buenos desde un plano de sacrificio, elegido por ellos y pagado con sus horas de sueño y sudor. Es algo que les pertenece porque han puesto esas monedas de oro que solo nosotros, como conocemos, sabemos valorar. Esto es algo que ellos están dispuestos para hacer. Y te puedo asegurar que ¡esta gente come, bebe, respira arte, dibujo y tatuaje! Entonces, tú que me preguntas por sacrificio, ¿qué piensas de estos chavales que voluntariamente están currando, dibujando, estudiando? Y no, no les tienes que obligar. No. No se puede. ¡Eso es! No puedes. Eso no se puede obligar. O sea, hay gente que ha nacido para esto.
—¿Esto se ha vuelto muy, muy popular?
—Es verdad, y hay mucha gente que piensa que esto es una salida laboral fácil, ¿me entiendes? Y que “oye, bueno, voy a tatuar y me voy a hacer aquí de oro”, ¿no? Y de pronto esa persona hipotética no tiene ni el talento ni la voluntad de sacrificio. Porque si algo tiene el tatuaje es que la voluntad de sacrificio puede mover montañas. No te va a convertir en un artista de la hostia, pero te puede hacer un gran profesional. Lo que sí que tiene esta gente con sueños y sin voluntad de esfuerzo es la máquina, porque se la puede permitir. Es muy fácil hoy en día meter la cabeza en el mundo del tatuaje.
Y aún voy más lejos: no creo que ya exista el mundo del tatuaje core que conocíamos nosotros, los de mi generación. Ha sido sepultado por las redes sociales, por los tatuadores de Instagram, los tatuadores influencers y todo ese tipo de cosas que atraen a las masas. ¿Me entiendes? No le estoy restando importancia, ni quiero tampoco, ni es por menosprecio, ni mucho menos: cada uno tiene lo suyo, ¿vale? Pero ese mundo que nosotros conocíamos, que yo conocía antes, es un mundo que está completamente enterrado. Quizás esté enterrado como le sucedió a ese mundo del tatuaje que, en sus versiones más recientes, nació en lugares como Vietnam.
—No puedo evitar ver en lo que dices una tendencia como la que hubo en la literatura, en la que los escritores escribían y no se tenían que encargar de nada más. Y la publicación no necesariamente tenía que competir con publicaciones de otros géneros ni con traducciones.
—Nos hemos metido, desde todos los géneros artísticos, en una triste parcela de arte globalizada. Como la famosa banana en la pared. No es tan importante el contenido como la reacción de los primeros segundos.
—¿Te refieres a un proceso en el que había competición de egos y de seguidores y de ver quién causaba la primera impresión más fuerte?
—Eso, eso, sí, eso es muy cierto. Eso es muy cierto: un sistema que proporciona la capacidad de contar reacciones y emplearlas como métrica de qué resulta “mejor”, en teoría, es venenoso.
—Dime, y yendo en una dirección ahora un poco diferente, ¿crees que has ayudado a gente con tus tatuajes? Y si es así, ¿te importaría comentar algún caso particularmente grabado en tu memoria?
—Con todos los años dedicado a esto he visto de todo. Además, por ser un tatuador que no se limita a un único estilo, he tenido la oportunidad de ver de todo. Y cuando digo “de todo”, me refiero a toda clase de uso e interpretación de los tatuajes. Está ese concepto de “este es mi estilo y no salgo de ese estilo”. Me entiendes, ¿vale? Y puedo entenderlo porque hoy en día es lo que realmente vende. La gente busca cosas muy concretas. Y dicen: “Oye, no me interesa hacerme un tatuaje de tal estilo; para este voy a buscar tatuadores de ese estilo, no tatuadores que hagan neotradicional”. O sea, no hay tanto peso en el concepto de si un tatuador es bueno, o de si un tatuador tiene talento, o puede superar expectativas, ¿me entiendes? Por esto es importante abarcar un gran abanico de opciones, ¿vale? Como yo lo hago, ¿me entiendes? Tengo, he tenido, la suerte de poder estar en muchas tesituras, de conocer muchos tipos de gente, y al final te digo una cosa: lo que más disfruto yo de mi trabajo realmente es conocer gente. Entonces, cuando viene un tatuaje muy personalizado, un tatuaje muy particular que el cliente conoce con los ojos cerrados, detalle a detalle, esto es algo muy especial. Porque ahí sé que esa persona le ha dedicado mucha energía y pensamiento. Se crea un feedback con el cliente único. “Yo qué sé, vamos a hablar, vamos a ver por qué vemos esto diferente…”. Esos son los momentos en los que yo más me siento realizado. Vaya, los momentos que realmente más disfruto. Y que conste que con esto no le resto importancia a los demás tatuajes. Yo hago de todo tipo, y orgulloso que estoy. Y para cada uno, lo que se haga es importante, eso está claro. Pero este tipo de tatuajes que demandan un compromiso mayor, ya sea por la índole que sea, ¿me entiendes?, tienen su chispa que uno no olvida nunca. Vale, y ahora te voy a contar un caso, que es una de las cosas que me acompaña. El otro día estuvo por aquí un chico que vino a preguntar por un tatuaje y me dijo quién era, y me quedé de piedra. Porque, aunque han pasado los años, no me he olvidado de esto. Pues mira, cuando yo empecé a tatuar aquí en el estudio —creo que fue el primer o el segundo año—, hubo un caso: vinieron a preguntarnos si yo podía ir a tatuar a la casa de una persona. Esta es una cosa que está prohibida: tú no puedes tatuar en una casa, ¿vale? Por eso espero que esto que os voy a decir… bueno, espero que no me salga un problema por esto (aunque, si me preguntan dos veces, siempre puedo decir que me lo he imaginado). Pero mira, a veces hay ciertas cosas que merecen la pena. Vale, pues resulta que cuando me preguntó mi compañera Chopa: “Oye, mira, hay este caso para que vayas a tatuar para nosotros. El problema es que se tiene que ir a tatuar aquí y se acaba. Se acaba de que después, para él, no hay más. Lo que pasa es que tiene… no se cura. ¿Quieres escuchar esto? [me pregunta, visiblemente aún afectado por la fuerza del recuerdo. Yo asiento y me inclino sobre el mostrador. Todo ojos y grabadora mientras este hombre de casi el doble de mi edad, con más tinta que un periódico, como solía decir alguien que mentía diciendo que le importaba, me abre —nos abre— uno de sus periodos más íntimos]. Pues resulta que esta persona que me visitó venía a hablar por su padre, que estaba con cáncer terminal y que se le había metido en la cabeza que quería que lo enterraran con un Cristo tatuado en el brazo. ¿Puedes empatizar o no puedes empatizar, por diversidad de creencias? Yo creo que, a este nivel, eso importa poco. Se trata de humanidad, ¿tú me entiendes? O sea, ¿vale? Pero independientemente de eso, una persona al final de su vida encuentra en algo como un tatuaje un pequeño respiro que ni los médicos, terapeutas y mil especialistas más le han podido proporcionar. A ver. Entonces yo dije: “Escúchame, vamos a hacerlo”. ¿Para los dos aquello era una experiencia? Porque sentarte con una persona a tatuarla, hablar con esa persona sabiendo que la semana que viene no va a estar… eso es una cosa que te hace pensar mucho, ¿eh? Reflexionas mucho en la importancia de tu arte. Que es mucho más que artesanía o arte menor: es arte con mayúsculas. Entonces, este chico vino y se acordaba de mí y me habló de la experiencia, y me dijo: “Tengo una foto”. Y me trajo la foto y sale él muy crío, súper crío, porque estoy hablando de muchos años atrás, ¿me entiendes? O sea, eso de ahí es mágico, tío. Y, sencillamente, no hay nada que pueda igualarlo.
—Esto confirma que el tatuaje tiene algo que no comparte con otras artes. Y no necesariamente con todas. Quizá podríamos incluir la música, pero, para aquel que no es el artista —que es el receptor del trabajo del creador—, tiene una función en muchos casos de catarsis, de renovación, de fuego y vida nueva, o vida con memoria.
—Ya te lo digo: es muy válido, es muy válido. Pues sí que hay gente que dice: “Oye, yo qué horrible, yo no me voy a tatuar, no me tatuaría la cara de nadie nunca”, pero oye, escúchame, esto es muy respetable. Pero la vida te cambia; las perspectivas y prioridades se vuelven otras de pronto. Tienes a una persona que encuentra en tatuarse eso mismo que tú: un alivio, un modo de darse un respiro a un tipo de dolor o sentimiento que el cuerpo no logra depurar de otro modo. Entonces, ¿quién eres tú para negarle ese derecho? Yo te voy a contar otro caso, y esto es bastante, bastante fuertecito, porque conocí a una persona —una cliente— a la que algunos considerarían rara de más. Ella tenía una enfermedad congénita, y su pareja también. Tener descendencia era una lotería jodida, ¿entiendes? Entonces, contra todo pronóstico, salió embarazada. Por desgracia, la cosa no termina ahí, porque la criatura muere a los 5 minutos de nacer. Imagínate eso. No, eso jamás podría imaginarlo. Pero que te quiten un hijo, dos, tres y hasta cinco, sin que tengas nada que decir, que te expongan a un aborto violento, es una experiencia que conozco bien. Pues, como te digo, esa chica lleva esto: la representación de su criatura. Puede sonar muy morboso, pero no lo es. Si te pones a pensar realmente en la trascendencia del gesto, en lo sanador del acto, esa chica lleva consigo una foto post mortem. Es lo único que le queda del recuerdo de que pudo haber sido madre. Y, “acho”… me vino a pedir a mí que se lo tatuara. ¿Qué clase de vínculo, qué tipo de responsabilidad genera eso? Hay gente que diría: “Ay, no es posible tanta perversión, esos extremos de morbo”, ¿no?
—Yo, como no voy de periodista ni aspiro a practicar una profesión tan innecesaria, me siento con libertad de intervenir y opinar. Esto a pesar de que tú eres el entrevistado y procuro disminuir mis intervenciones. Y te puedo decir que, desde mi perspectiva, no solo no es morboso en absoluto, sino que es hasta hermoso. Está claro, para cualquiera con dos dedos de frente, que este fue un modo de aprovechar la oportunidad de llevar con ella lo que hubiera podido haber sido, algo que, en otra realidad, hubiera acabado distinto, en un lugar de luto o remembranza permanente.
—No te digo yo que no. Porque hay que entender el trasfondo de las cosas. Muchas veces nos paramos en la parte superficial. Y no se puede culpar a un arte plástico como este de que esto pase. Pero, al detenernos en lo superficial de las cosas, al negarnos a indagar, no entramos en profundidad en la materia. Nos privamos de ver lo que es la intencionalidad de las cosas, que eso es lo que es la gran catedral de estas obras: los cimientos. Soy de los que sienten que requerimos de este acto final revelador de las cosas para entenderlas en su totalidad. De forma pura.
—Yo diría que eso también es objeto de debate. Hay distintos tipos de tatuaje, obviamente existen miríadas, pero hay tatuadores que dicen que los tatuajes no han de tener sentido.
—Yo te digo una cosa: personalmente, el sentido —esa necesidad de pensarlo, de gestarlo— es algo que agradezco mucho. Es más, en mi experiencia, los tatuajes que yo más he disfrutado haciendo no son cosas realistas o fáciles de leer. Y si tengo que continuar siendo realmente sincero, ya no es un trabajo que yo diga que sea necesariamente espectacular desde un punto de vista artístico; que sí, por supuesto que los disfruto, todo tipo de tattoo. Yo soy dueño de mi negocio, tengo un estudio, tengo gente que tatúa para nosotros también aquí en el estudio, pero a veces no cuento con el equipo. Por ejemplo, esta época del año, que es una época en que todo el mundo se va fuera, entonces yo estoy aquí y, si alguien viene a pedirme un tatuaje de lo que sea, pues tengo que defender mi negocio, que para eso estoy yo aquí, ¿vale? Pero eso no quita, ¿me entiendes?, que, claro, hay trabajos que los disfruto más. Pero, por encima de eso, ya te digo que los tatuajes que más he disfrutado han sido aquellos que tienen un significado. Empiezas una conversación con una persona, no sabéis a dónde te va a llevar.
—En cuanto a tratar el tatuaje como una forma de arte, esta es una toma que podría llevarnos varias entrevistas —unos perroflautas, algunos filólogos, por hacer el adorno, y estas cosas—, pero dime, con la brevedad o extensión que consideres, cuál es la distancia entre el tatuaje y el arte. Yo he perdido la cuenta de miradas de juez que he recibido. Sin embargo, leen una obra escrita mía y la mirada es otra. ¿Por qué? Yo me considero un artista tatuado por artistas. Así que, resumamos: lo que establece la conexión entre la esfera artística y la profesional, entonces, en cuanto a tratar el tatuaje como una forma de arte, ¿qué dirías que es? Si es que podemos señalar una sola cosa. ¿Por qué?
—Bueno, a ver, es que es una respuesta bastante compleja, digo, porque también depende mucho de los ojos del que lo mire. No hay que olvidarse del entorno social del que lo mire; o sea, una combinación de factores. Pero bueno, como con todas las artes al final, ¿no? En este sentido, ya te digo, yo soy de Perú y en Perú era diferente. En España era diferente y ha cambiado. Escúchame, en Alemania es diferente. O sea… pero lo que ha hecho tu pregunta es hacerme reflexionar sobre cómo cambia nuestra percepción según nuestro entorno. Me ha llamado mucho la atención y me parece muy interesante acotar la distancia entre tatuaje y arte. ¿Podemos llamar arte a cualquier tipo de actividad artesanal que implique aguja y tinta? ¿Y qué hay de aquello que se sirve sobre todo de una técnica, pero que descansa sobre todo en el talento artístico? ¿Es menos arte, es más suave, hay gradaciones de arte, como las hay de colores? Yo pienso que no necesariamente por eso tiene que ser arte muy “duro”, ¿no? O sea, el arte, para mí y muchos otros, es una cosa bastante elevada; es un término universal del que no nos ponemos de acuerdo. Para mí es una cosa bastante superior.
—¿Por qué?
—Porque para poder llegar a ese punto es cuando tú haces algo que te nace únicamente. Y yo pienso que es un caso que rara vez se puede ver. He tenido casos así, en los que me ha sucedido este encuentro durante el diseño. Tengo clientes que ya son tan asiduos que vienen y me dicen: “Oye, hazme lo que tú quieras”, y eso es una cosa que demuestra, al menos para mí, su confianza en mi conexión con mi arte. Eso es… eso es un orgasmo.
—Sí, y también demuestra, una vez más, que cuando alguien puede entregarse de ese modo a un trabajo que irá en su piel con los ojos cerrados porque ha estado siguiendo la trayectoria del artista, tiene que haber definitivamente una actividad artística involucrada.
—¡Eso mismo! Lo que pasa es que una cosa es que una actividad requiera un talento artístico y otra cosa es que estemos haciendo arte, ¿me entiendes? Ojo, ¿vale? Una cosa no desmerece a la otra. Pero cuando haces algo que estás creando desde cero, eso siempre…
—¿Y si sigues una serie de directrices?
—Bueno, tú pones tu talento artístico, pero estás siguiendo las visiones de otro. No es que estés haciendo algo que te nace o te fluye. Es verdad que hay tatuadores que se dedican a hacer cosas que son solamente sus diseños. Y tienen la suerte de haber llegado a ese punto privilegiado, como un sitial en el que pueden dedicarse a eso, ¿no? Yo tengo cosas que a mí me gustan, que son mías, y cuando me las piden lo disfruto. Ojalá fuera así todos los días, pero eso, para mí, es bastante imposible, ¿no? Entonces tengo que aprovechar y disfrutar cada cosita que se me da, ¿me entiendes? Le saco el provecho al mil por mil, ¿me entiendes? Porque cada cosa me aporta algo; no necesito que sea siempre “lo mío”.
—¿Es posible estar en este negocio, en esa esfera del arte, todo el tiempo?
—Yo pienso que obviamente no. No me siento ahí de forma constante. Por eso te digo, me hace sentir más realizado cuando entra en juego el componente humano y podemos incluir el plan más íntimo, más único. Ese de “oye, te comparto mi vida en este momento porque siento que tengo la confianza, me siento cómodo, me siento en un entorno agradable”. Eso, para mí, ya tiene un valor inmenso.
—Eso es algo que en tu caso logras. Otros tatuadores se acercan menos, y te lo digo como persona con más tinta que piel. Contigo, en cambio, se puede ver que adoras el tatuaje. Igual que yo adoro la escritura; por ejemplo, yo me considero un artista tatuado por artistas. Para mí no hay discusión respecto a que el tatuaje es un arte. Puede haber distintas clasificaciones, pero no hay ningún tipo de discusión —desde mi punto de vista— que sea necesaria o enriquecedora. Es común en otras disciplinas la fusión de conceptos: de literatura y artes plásticas (en las que incluiría sin duda el tatuaje), música y literatura, etc. ¿Ves esto posible con el tatuaje? Por ejemplo, un tatuaje representando un poema de Alejandra Pizarnik, el amor de Salinas por el mar.
—Definitivamente, por todos lados. Sobre todo, yo soy una persona que me encanta nutrirme y aprender de continuo. Mi cabeza no para de absorber cosas y de incorporarlas a distintos niveles creativos. Yo creo que —lo que es más— un tatuador que realmente se aprecie como tal va a aprender mucho más de otros artistas que no necesariamente sean tatuadores. La riqueza de influencias por parte de artistas plásticos, escultores, músicos…
—Porque al final, ¿qué es esto? El meollo de la cuestión: ¿una sensibilidad hacia el mundo reflejada de formas diversas?
—Ya te digo: en mi caso, cine y música. Y yo comparto las dos cosas; necesito las dos cosas conmigo.
—¿Y si te digo que acabas de representar en mí, sin necesidad de describir las siete horas de curro, sangre y mi siesta, una pieza de poesía que no has leído?
—Ya ves. Justo de lo que hablamos. Mira, ahí está el tema: una persona que parte de entrar como un cliente y uno se toma el tiempo de escucharlo. Lo que es yo, realmente, lo escucho con sinceridad, ¿me entiendes? Y esa persona empieza a transmitirte. Te das cuenta entonces y ahí es donde empieza esa comunicación como mágica. Y si esa persona es un artista, créeme que la amalgama va a ser, como mínimo, explosiva.
—Estoy de acuerdo. Porque los artistas, al final, hablamos el mismo idioma.
—Claro que sí, claro; y eso es lo que eleva todo, tío, lo eleva todo. La comunicación, la creatividad y la confianza. Porque el arte es algo que necesitamos, es algo sin lo cual no tenemos sentido ni significado. Y ese amor compartido es algo que, incluso aunque no lo digas, te va a unir, porque estás a otro nivel perceptivo.
—Exactamente. Ya por último —por no coserte con preguntas y por acabar con este tono con el que empezamos—. Al margen de que haya quien piense que el tatuaje nos enseña esto o aquello (como ocurre con la escritura, escuela con la que comulgo del todo)… Como te iba diciendo: tú sabes que antes aprender tatuaje, básicamente, era practicar con tu propia piel o algún tipo de aprendizaje. Hoy en día eso está cambiando. El otro día hablábamos de que tú enseñas en un programa que tiene una enseñanza completamente reglada que certifica a personas para ser tatuadores. Y no solo eso, sino que se asegura de inculcarles las mejores prácticas sanitarias posibles. ¿Te gustaría comentar algo al respecto de esa clase de programas? ¿Y cómo contribuye a lograrlo?
—Yo te lo digo: mira, a ver, las cosas han cambiado muchísimo. Y parece que ya es imposible que volvamos a regresar a como era antes. Antes, quien buscaba ese tipo de enseñanza tenía que tener muchísima suerte de conocer gente en este mundo del tatuaje para empezar. Segundo, conseguir que te aceptaran; entrar en un estudio de tatuajes como aprendiz, y esto significaba que tenías que pringar bastante, ¿eh? O sea, empezabas con tener que estar limpiando la tienda. Luego te pondrían a subir de nivel: ahora van a ser los calcos y ahora va a ser no sé qué; demostrar y que vieran que tuvieras un talento real. Y más te valía demostrarlo para que alguien te tomara en serio y te quisiera enseñar. Eso sí que era cierto: eso era un filtro. La gente que entraba realmente era gente que —por no saber decirlo de un modo mejor— había nacido con esto. Claro, ahora, las redes sociales traen una democratización peculiar. Así que esta historia ha explotado de una manera que no hubiésemos imaginado nunca.
—¿Y esto es para bien y para mal?
—Si te paras a reflexionar, cualquier persona se puede comprar una máquina, ver un par de vídeos de YouTube, sacar los calcos y ya… ¿Me entiendes? “Y ya te tatúo”. Es verdad que ya la gente no quiere pasar por el tema de ser alumno aprendiz. Por eso el hecho de que haya este tipo de centros de formación es un certificado de calidad y un aval a la permanencia de nuestro arte. Y aunque esto parezca su propio universo, los viejos de hoy en día llevamos muchísimas décadas —¿me entiendes?—, décadas evolucionando hacia el tatuaje moderno. Realmente, la enseñanza está en pañales. Lo que hace pensar en cuán realmente reglada, entonces, puede estar. No me refiero a que “oye, voy de 11 a 1 al estudio de tatuajes y que me enseñe el tatuaje un tipo que siga un manual” no sea una enseñanza reglada; también está evolucionando.
—¿Pero por qué la importancia de esto?
—Porque ya va a llegar un momento en el que no va a haber otra manera de disuadir a las personas que no valen para esto, por esa idea de que esto es una puerta a la fama y al dinero. Y no lo son todo. Que sí, que todos mencionan la parte artística: no se enseña, por supuesto que no. Y hay una cosa que es fundamental: nosotros, en el curso, siempre lo dejamos muy claro. O sea, tú no sales de aquí siendo tatuador. Tú sales con los fundamentos de tatuar. Para ser tatuador se requiere mucho tiempo, estudiar, fallar, aprender, humildad. Como cualquier arte.
—¿Dirías que entran siendo ya tatuadores algunos de ellos? ¿Hay algunos que entran con mucho talento?
—Eso sí. Bien; si no tatuadores de pura cepa, al menos con una inclinación que podemos llamar “natural”. Porque yo he visto gente con un talento para dibujar que dices “madre…”, y agarran la máquina y vuelan, tío; y tatúan mejor que yo, mejor que gente que conozco de mi quinta o de antes. Pero eso no te hace tatuador. Tampoco te vuelve un profesional. Y hablamos de ser una persona con todas las aptitudes, no un influencer de Instagram. Y ese tipo de cosas, ¿vale?, hay que resignarse a que ahora son necesarias. Y esto, pues sí, requiere experiencia y otra clase de estudio. En este caso, estudio de mercado.
—Quién lo iba a decir: estudio de mercado y de tendencias dictadas por algoritmos. El colmo —o, por desgracia, aún no— del absurdo. Pero el aprendizaje está siempre ahí, presente.
—Claro, tío. No es lo mismo tatuar a una persona de veintitantos años que tatuar a una persona de setenta y tantos años, porque tiene una piel completamente diferente. Entonces, ¿qué pasa? Tú tienes que tomar en cuenta que, para poder manejar cualquier tipo de situación, has de tener una amplia base de conocimiento. Hay zonas que a mis alumnos no les gustan. ¿Por qué no me ocurre lo mismo que a ellos? Porque tengo experiencia, porque he probado muchas maneras de cómo hacerlo. ¿Vale? Y eso, solamente con tener talento, no es suficiente. Pues esas son cosas que tienes que ir probando, tatuaje tras tatuaje. Y uno, conforme va creciendo en el tatuaje, se da cuenta de que tú no aprendes de tus tatuajes recién hechos: aprendes de tus tatuajes curados. De ese proceso de reflexión y análisis permanente.
—¿Es decir, te reclama estudio, reflexión? ¿Afirmarías que eres el mismo tatuador ahora que el que eras hace cinco años? ¿Vas a continuar evolucionando mañana? ¿Y por qué mañana? Porque exactamente tú lo has dicho: porque, al margen de la parte del negocio, está la parte espiritual. Imagino que ahora te toque reposar y colocar esta pieza en una sala de reflexión.
—Sí. Imagino que sí. Que ahora vendrá un proceso de reflexión de esta creación; que al final es la que se nutre de alimentarse de ese estudio constante, de esa influencia siempre abierta al arte.
La entrevista acaba con un abrazo entre dos artistas que perfectamente podrían ser hermanos. El que se siente algo mejor. Las agujas y el talante de Jaggo, y el que ha proporcionado un servicio artístico que servirá para conservar la cordura. Los tatuajes, en mi cuerpo —desde la muerte de mi abuelo—, solo han estado ahí como corte forzado del daño espiritual que me ahoga el alma; como forma de salvar lo que no tiene salvación. Y, en algún momento, con mucho esfuerzo, reflexión, y mi propio arte —la escritura—, no termina por sanarme —esto no es posible—, sino que me enseña a incorporar la tristeza a mis grises amaneceres, a mis noches negras y a las inolvidables traiciones.
El tatuaje tiene una amplia historia, recogida en innumerables libros, entre ellos Irezumi Itai, de Yori Moriarty. Una compilación maestra de la historia del tatuaje japonés. Pero como esta entrevista se enfocaba en Jaggo, les dejo ahí la recomendación de una obra hermosamente curada y les deseo que esta larga entrevista haya podido ayudarles a entender el tatuaje como algo más que una tendencia, como una hermosa catarsis, incluso como la metáfora de lo caduco en el alma humana.




Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: