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El mal no cierra por vacaciones

El mal no cierra por vacaciones

Hace unos años, cuando Stephen King (Portland, 1947) estaba escribiendo Mr. Mercedes (2014), el primer libro de la trilogía protagonizada por el policía retirado Bill Hodges, se le apareció la menuda Holly, discreta, excesivamente empática, prodigio memorístico, algo más que simple lectora de Shakespeare, amante de los tacos de pescado, apenas trasnochadora, experta informática, recatada en el vestir, con no más de cincuenta kilos de peso y, diez años más tarde, ya treintañera, con atisbos de pelo cano y unas persistentes trazas de autismo en su trastorno obsesivo-compulsivo. La misma Hollyberry Gibney que se hizo con las riendas y la vida del escritor hasta que acabó protagonizando la historia que lleva su nombre. Holly (2023) convirtió a Hollyberry en la ingeniosa, leal y concienzuda Holly que “se robó el libro y me robó el corazón”, en palabras de su creador. Stephen King consiguió que ella acabara al cargo de Finders Keepers, la agencia de detectives que hoy regenta con astucia, tras la jubilación de su socio.

Después de desvelar las motivaciones del matrimonio de eméritos e ilustrados asesinos que hacían su aparición en las primeras páginas de Holly, ahora habrá de tratar de echarle el guante a Trig, o Trigger, o Bill Wilson, un exalcohólico con apodo del caballo de Roy Rogers que ha enviado un espeluznante mensaje a la policía: matará a cuentagotas a trece inocentes y un culpable, afinando así un corolario mortal a la fórmula de Blackstone, y convirtiéndola a su antojo en el castigo a inocentes por la muerte innecesaria de un inocente; de ese modo el culpable verdadero podrá reflexionar sobre sus actos y “maldecir el día”. El inocente por el que todos los demás pagarán es Alan Duffey, un gerente de crédito del First Lake City Bank que fue condenado debido al falso testimonio y el montaje incriminatorio de un envidioso compañero de trabajo que quiso sacárselo de encima en la carrera por el ascenso profesional.

"La lectura de No tengas miedo avanza anzuelo tras anzuelo. Las tramas se superponen y se mueven casi en progresión geométrica a lo largo de los veintiséis capítulos"

Pero ésta es sólo una de las tramas de la novela. Stephen King conjuga la anterior con un asunto en el que aparece remarcada su faceta woke, al convertir la gira promocional de una exitosa escritora que en sus textos defiende la libertad a elegir de las mujeres sobre temas candentes en Estados Unidos, con el foco puesto en la posibilidad de abortar sin ser castigadas ni estigmatizadas por ello, en un intento permanente de asesinato por un desdoblado psicópata detractor de la escritora. El enredo viene cuando ambas tramas confluyen, pues durante la gira de promoción ideológica de la recalcitrante feminista Kate McKay (una “arrogante inconsciente, la peor” de las arrogancias posibles, a juicio de la propia Holly), los escenarios del psicópata Chris o su alter ego Chrissy Gibson, que quiere liquidarla (ya se ve por dónde van los tiros), coincidan con los de Trig, el asesino que está llevando a cabo un acto de expiación con la matanza de los inocentes (ahí se ve que la mirada del asesino en serie Charles Starkweather sigue siendo una sombra inquietante desde que a Stephen King se le apareciera en los días de infancia). Al doble enredo se le une un tercero, en velado homenaje a la cantante Mavis Staples, contumaz defensora de los derechos civiles de los negros y diva del gospel-soul, encarnada en la novela en la figura de Betty Brady, alias Sista Bessie.

La lectura de No tengas miedo avanza anzuelo tras anzuelo. Las tramas se superponen y se mueven casi en progresión geométrica a lo largo de los veintiséis capítulos y los tres meses (de mayo a junio) que duran las pesquisas para acabar con el par de psicópatas. Stephen King utiliza la multifocalización, la prospección (“como se verá, no sabe lo que le espera”) que casi roza el clickbait, y los juegos tipográficos que no renuncian al uso de emoticonos. Como si Holly estuviera en la mente del escritor, King adopta algunas de las premisas de su sagaz heroína, con lo que reina en todo momento la idea de que “cuando topas contra un muro, traspásalo.” En otras ocasiones, recurre a un deus ex machina encubierto en el pensamiento de que “a veces el universo te echa un cable”, que tantas veces lleva oyendo Holly en su cabeza a lo largo de los años. A partir del capítulo veinte la acción prospera minuto a minuto, acelerando la acción y trasladando al lector a una espiral de emociones superpuestas, pasando de escenario a escenario hasta la resolución argumental, de la que poco habrá que decir para que persista el suspense que se acumula gracias al reguero de pistas que conducen a la conclusión.

Holly, más desdibujada esta vez que en la entrega anterior, se hace cargo de la seguridad de Kate McKay mientras se involucra en ayuda de su amiga policía Isabelle “Izzy” Jaynes para resolver el caso del justiciero psicópata, el mismo que no para de oír en su interior la voz del padre juzgando cada uno de sus pasos criminales. De hecho, uno de los mejores recursos de la novela estriba en ese permanente trabajo de desdoblamiento de los personajes, ya de un modo literal como figurado, bien aprovisionándose de otras personalidades, bien incorporando el monólogo interior o en las intervenciones que provienen del más allá en forma de consejos de seres queridos ya fallecidos. En medio de todas esas voces se cuela, más libre que nunca, la de Stephen King. Es lugar común que la vejez nos libra de filtros. A su edad ya no está interesado en hacer crítica de manera subterránea. Aquí no se duda en proclamar sin subterfugios que “este es el país derechista en que vivimos”, y no cuesta impostar la sentencia con la voz de King. Aunque el componente político es evidente, el escritor carga contra otos aspectos que le sublevan, como la turba de ebayeros que azotan a los escritores de éxito, o bien canta las bonanzas estéticas de un precioso y elegante Ford Thunderbird de época en detrimento de tanto Toyota, Subaru, Tesla, Kia, Lexus y demás artilugios vergonzantes que pueblan las calles de la decadente América, a juicio del escritor.

En medio de todo ello, los asuntos de fe que no decaigan —la perversión diaconal en el punto de mira—, la Biblia como fuente infinita de inspiración, el conservadurismo abyecto, el análisis de la mercadotecnia editorial, la insistencia de los cuidados por la amenaza de la pandemia del Covid, el goteo típico de sustancias como la oxicodona, el pentobarbital o el ántrax, el dibujo del tejido estatal de los círculos de abstinencia, y hasta las rivalidades entre bomberos y policías (“mangueras contra armas”) alrededor de un partido benéfico de sófbol mientras los criminales andan a sus anchas. Todo ello aderezado con una banda sonora de lujo (King afina con la edad) que va de Alan Jackson a Merry Clayton, de Wilson Pickett a Kenny Rogers, de Al Green a John Fogerty, de Marvin Gaye a Sam Cooke, sin olvidar a J. Geils, KC and The Sunshine Band, The Who o Steven Tyler. Y en lo más alto, Mavis Staples (Sista Bessie), a falta de Aretha Franklin, que ya se nos fue, siempre defensoras de la consigna juanramoniana de que “si os dan papel pautado, escribid por el otro lado”, que tan bien conoce el propio Stephen King (en esta ocasión recurre a poetas de la talla de John Milton y Robert Frost, a modo de homenaje).

"Esta nueva incursión del autor en el género de la novela negra acaba marcando un punto de inflexión en cuanto al grado de transparencia de su mensaje"

Sin llegar a la redondez de Holly, ni desde luego a la frescura de las primeras piezas con las que Stephen King sorprendió al mundo, esta nueva incursión del autor en el género de la novela negra —John Sandford a la cabeza del noir superventas en mente— acaba marcando un punto de inflexión en cuanto al grado de transparencia de su mensaje, con ese No tengas miedo del título convertido en una consigna sin tapujos a persistir en empeño de la lucha por la justicia sin contemplaciones, resuelto como la menuda Holly a hacer caso de nuestras “intuiciones delirantes”. Ese chispazo inesperado que conduce a un dormir apacible y a un despertar no menos sereno. La conciencia tranquila. Pero como el demonio continuará haciendo de las suyas dada su condición, no habrá que alejarse de Holly. La lucha siempre es mejor en compañía. Stephen King lo sabe, de ahí que no se separe de su heroína ni un instante desde el momento en que la imaginó. Esperemos que en siguientes entregas, más allá de lo refrescante de su prosa, siga los pasos de la perspicaz y osada detective. La ampara un halo sofrosino (σωφροσύνη, en griego antiguo), esto es, ese justo medio aristotélico que tiene que ver con la moderación, el autocontrol, la templanza y la sensatez. Ya que se trata de una virtud que implica un equilibrio entre los deseos y las acciones, evitando excesos y promoviendo la armonía interior y con el entorno, bien hará el bueno de Stephen King en no desoír en próximas incursiones las palabras de su mujer, Tabitha, cuando le recordaba al leer el primer borrador de No tengas miedo que podía “hacerlo mejor”. En cualquier caso, las invenciones de Stephen King seguirán siendo una placentera forma de pasar un buen rato. No es poco.

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Autor: Stephen King. Título: No tengas miedo. Traducción: Carlos Milla Soler. Editorial: Plaza & Janés. Venta: Todostuslibros

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