No hay circunstancia, pública o privada, que no pueda redimir un par de versos: “Ha llegado septiembre, es suya/ la vitalidad que se intensifica con el otoño,/ cuya naturaleza privilegia/ Los árboles sin hojas y el fuego en la chimenea” [mi traducción, al igual que las restantes]. En ocasiones, un poema constituye la metáfora perfecta de los rápidos que nos precipitan al interior de nosotros mismos.
Culmina una representación convincente de las tensiones personales e interpersonales en un Londres que se prepara para la guerra: “Alguien ha dejado su aroma en mi vida, y ha dejado mis paredes/ bailando una y otra vez con su sombra”. Sin sentimentalismo, se evoca la naturaleza silenciosa y opaca del duelo, trazando hilos entre versiones relegadas al recuerdo: “Su cabello se enreda en todas mis cascadas/ y ha dejado todo Londres sembrado de besos recordados”.
Lo que se celebra en el número de al revista inglesa Slightly Foxed de otoño de 2025 es la escritura del miembro del Grupo Auden, que incluye a W. H. Auden, Cecil Day-Lewis o Stephen Spender, desprovista de adornos superfluos que resuenan en sus descripciones de la naturaleza. En el Diario de otoño, que editó T. S. Eliot en Faber and Faber, somos testigos del efecto despojador del tiempo prolongado compartido entre certezas que una vez fueron inseparables y ahora se encuentran dispersas.
En el artículo “Dancing the War” [Bailar la guerra], el escritor e historiador Matthew Lyons expone suposiciones erróneas y quejas latentes, así como una sensación de olvido de uno mismo en la cronología y sus circunstancias: “Nijinsky, justo antes de volverse loco, se dispuso a bailar, diciendo “Ahora os bailaré la guerra”. Escribe Lyons sobre la interacción íntima de inseguridades en conflicto, nostalgias y aspiraciones no realizadas: “MacNeice escribe: “Del mismo modo el poeta baila sus experiencias con palabras”.
Se desplaza el colaborador del Financial Times, el Times Literary Supplement o BBC History a través de las corrientes subterráneas que nos moldean, para entender por qué, después de tantas profecías fallidas, el catastrofismo prospera. Con su canto de sirena renovador y su búsqueda de algo externo a nosotros, la poesía de Louis MacNeice, galardonado con la Orden del Imperio Británico en 1958, tiende a acentuar la naturaleza de los seres humanos frente al lento desmoronamiento de la realidad.


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