Ya estamos en otoño. El verano se acabó, como un libro que se cierra después de haberlo devorado en la playa. Empiezan los días más cortos, las rutinas, los “luego lo leo”… pero también es momento de mirar atrás. De la memoria. Y si te gusta la fantasía o la ciencia ficción, recordar el verano es, inevitablemente, revivir el reciente Celsius, el festival de literatura fantástica que ya es un referente mundial.
Su asistencia se había anunciado el verano anterior, durante la clausura del Celsius 2024, y desde entonces comenzó la cuenta atrás. No era la primera vez que el autor de El Archivo de las Tormentas pisaba Avilés —ya había estado en un par de ocasiones—, pero sí desde que su figura se ha convertido en fenómeno global. Desde que sus novelas rompen récords de ventas. Desde que sus campañas de Kickstarter mueven millones en pocas horas. Desde que los lectores, con un fervor cuasi religioso (como si fueran fans incondicionales de un equipo de fútbol), se movilizan en masa allá donde él aparece. Y esta vez ese lugar era Avilés.
La reacción fue inmediata. Alojamientos reservados con meses de antelación. Colas virtuales para conseguir tickets de firmas que se agotaban en segundos. Y ya durante el festival, colas reales —muy reales— para entrar a su tienda oficial, para comprar merchandising exclusivo, para acceder a charlas, para conseguir una dedicatoria. Una firma tradicional o una “firma exprés”, donde Sanderson —que desembarcó en Avilés con su equipo de más de treinta personas— recorría en línea recta las filas de lectores con el libro ya abierto, como una estrella del pop firmando al vuelo. Lo curioso es que, aún después de esas sesiones programadas, salía y firmaba más. Siempre un poco más. Como si supiera que su firma no era una simple rúbrica, sino una conexión.
Y sí, se formaron colas. Largas, agotadoras, con horas de espera. Pero en el Celsius las colas también son parte del ritual. Porque mientras esperas hablas. Conoces gente. Reencuentras amigos. Te recomiendan libros. Haces planes para el día siguiente. Cambias el orden del itinerario porque alguien te ha convencido de ir a esa charla que no pensabas ver. Celsius es un parque temático para lectores del género. Un Port Aventura de letras. Un PortaLectura.
Sanderson no estuvo solo. El cartel de este año fue, sencillamente, impresionante. Joe Abercrombie, el rey del grimdark, regresaba a Avilés con Los diablos recién publicado, una novela cargada de sátira, desesperanza y acción afilada, que confirma su dominio absoluto sobre los tonos más cínicos y realistas de la fantasía. Su presencia fue doblemente relevante: llegaba en plena gira promocional y lo hacía acompañado de una noticia bomba, la confirmación de que James Cameron había adquirido los derechos para adaptarla al cine. En sus charlas, Abercrombie volvió a demostrar que es uno de los grandes: divertido, inteligente, socarrón y siempre con una frase irónica lista para soltar.

En el festival de Celsius de Avilés, algunos lectores quisieron mimetizarse con algunos de los personajes fantásticos de los libros.
Junto a él, Jay Kristoff —con sus dos metros de altura, brazos tatuados y una estética entre rock star y personaje de sus propias novelas— fue otro de los grandes reclamos. Su saga El Imperio del Vampiro ha conquistado a miles de lectores que ansiaban una vuelta del mito vampírico a su versión más brutal, romántica y oscura. Kristoff llegó a Avilés sabiendo que juega en casa: fans entregados, colas interminables para las firmas y una conexión directa con quienes leen sus historias. En sus intervenciones, derrochó energía, carisma y un sentido del humor afilado como una estaca. Contó anécdotas, habló de su proceso de escritura, de su gusto por el exceso —de sangre, de drama, de épica— y de su amor por los libros que no piden perdón por ser intensos.
Tres autores con millones de lectores, presencia constante en redes sociales y un carisma indiscutible. Tres autores que no solo escriben bien: entienden cómo conectar, cómo estar presentes, cómo convertir la literatura en experiencia. Y entre ellos, la química fue evidente. Se pasaban el día de broma en broma, tanto en las charlas como entre bastidores, intercambiando pullas, complicidades y chistes privados. Su conexión fue uno de los atractivos extra de esta edición: ver a tres gigantes del género disfrutando, riendo y compartiendo el tiempo con sus lectores como si fueran, simplemente, unos fans más.
Estos tres nombres fueron los grandes titanes, pero no estaban solos. Una de las virtudes del Celsius es que siempre te llevas más de lo que venías buscando. Muchos lectores que viajaron por Sanderson salieron con libros firmados por autores que no conocían. Adrian Tchaikovsky, cada vez más asentado en nuestro país, fue uno de los “descubrimientos” estrella. Sus últimas publicaciones —El tigre y el lobo, La ciudad de las últimas oportunidades, Ogros— se agotaron antes de concluir el festival.

Brandon Sanderson, que llegó con un equipo de treinta personas, firmando libros como una estrella del rock.
Barbara Hambly repetía en el Celsius aportando experiencia y perspectiva. Kim Newman, Philip Fracassi, Neal Shusterman, Aliette de Bodard… fueron otros tantos nombres invitados. La fantasía nacional tuvo un lugar destacado, bien representado con autores como Aranzazu Serrano o Sabino Cabeza, ganador del Premio Minotauro. En total más de 140 escritores. Hubo espacio para nuevas voces, editoriales valientes, charlas sobre tendencias y recomendaciones. Celsius es, también, una radiografía del género en tiempo real.
Y pese a ser, posiblemente, la edición con más público de su historia, el festival no perdió su esencia. Siguió siendo ese lugar donde los lectores pueden acercarse a sus autores favoritos sin filtros. Puedes estar en una terraza y en la mesa de al lado Joe Abercrombie, y charlar con él, como hicimos. Puedes ver a Jay Kristoff detenerse ante un fan de sus libros y confesarle que adora a los perros, o puedes cruzarte con autores noveles que aún no se creen del todo la edición de su primera novela. Todo eso sucede. Todo eso es Celsius. Y esto, a lo grande, fue el Celsius 2025.
Claro que hubo colas. Claro que hubo momentos caóticos. Pero Celsius nunca ha sido un evento de alfombra roja ni de pasillos enmoquetados. Es un festival de calle, de ciudad abierta, de encuentros. Un lugar donde el cosplay se mezcla con la cerveza, donde los libros pasan de mano en mano y donde el editor, el lector, el traductor y el autor comparten mesa. Ese es el milagro del Celsius. Que crece, sí, pero no pierde lo que lo hace único.
Quizás lo decimos todos los años. Y quizás todos los años sea verdad. Porque lo cierto es que, con cada edición, el Celsius 232 demuestra que la literatura de género no solo tiene lectores apasionados, sino también un lugar para encontrarse. Y ese lugar tiene nombre: Avilés.
¡Nos vemos el año que viene!


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