Inicio > Poesía > 5 poemas de Las máquinas al fin festejan, de Álvaro Alarcón Martín

5 poemas de Las máquinas al fin festejan, de Álvaro Alarcón Martín

5 poemas de Las máquinas al fin festejan, de Álvaro Alarcón Martín

Merecedor del XIX Premio Internacional de Poesía Antonio Gala, este poemario habla de unas máquinas no son solo engranajes o símbolos del progreso, sino entidades sensibles que recuerdan, que sufren y que celebran.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Las máquinas al fin festejan (El Toro Celeste), de Álvaro Alarcón Martín.

***

Poema primero

¿Dónde están los ingenieros del Estado
hoy que las máquinas al fin festejan
su mayoría de edad?

Ya no se acuerdan: coronas de cantueso y lavanda
para la víspera de la Asunción, vino y almíbar y los padres primerizos
volviendo a oscuras del turno en la central, uñas negras hincadas
en hayas, y con esa ingravidez de los que estarán al borde
de envejecer demasiado pronto, todavía, borrachos
reventados vestidos de domingo con olor a aceite
besando la cabeza del niño, y ese mismo olor
haciendo fila para comulgar.

¿Dónde está la memoria de las máquinas?
Síncronas ferromagnéticas bendecidas
por la palabra del Generalísimo.
Esto es España: aquí no hubo bases de datos, aquí
se archivaban los libros de maniobras
con caligrafía espantosa, como un parte médico.

¿Dónde están las marcas de nacimiento
en el cuerpo de ingenieros del Estado?

El cuerpo de ingenieros del Estado
declina atender nuestras preguntas, dice estar sordo y le pica
algo desde los años cincuenta, ya no se acuerda
de las lecciones de ética y artimética
a esas máquinas tan jovencitas
con modales tan poco europeos.
Sin memoria no le queda vergüenza.
Aunque buscara en la superficie del agua
la sombra anegada del templo romano, aunque callara,
una vez más, el cuerpo de ingenieros del Estado
junto a los caballos salvajes que pacen
al pie del aerogenerador
y aunque bajara de vuelta a la orilla – uñas negras
hincadas en hayas – como los lobos que algunas noches
merodean las ruinas de la vieja hidroeléctrica,
ya no sabría decir si eso
si eso que oye desde los años cincuenta
parecido al galope del trigo en las mañanas gloriosas
parecido a la sombra del Quijote, sola y feliz de estar sola
girando valiente en la noche castellana,
si eso es la voz de sus máquinas
que se han hecho mayores de golpe
o solo es la rumia de su propia sordera.

***

Oda al almuerzo / A la sombra de una presa

Dijo que volvía al norte y estuvieron tristes
los osciloscopios y las dos cafeteras.
Una última vez destrozamos el hangar, pisadas
de corzo, y esos colgantes que se hacía a sí mismo
con el cobre excedente de las bobinas,
de la barbilla al pecho, y de vuelta a la barbilla.
Estuvimos tristes los pernos, la mitad de sus exnovias
y yo. Pero de vuelta a casa, con las botellas de anís
en las axilas,
parecía un avión a reacción
desertor, hace años,
en la guerra contra el aburrimiento.

Sobre ese aire pringoso
que el calor flambeaba alrededor nuestro
nos miramos una última vez, meando
contra el hormigón, y sellamos el pacto:
no por nosotros mismos, si no por esa miríada
de dedos sucios
que también en militancia por nosotros
seguiría ajustando hasta el estertor final
aquellas invictas antiguallas nuestras.

***

Breve historia de los muy guapos

Beauty is sexuality, and sexuality
is the fertility of the earth and the fertility
of the earth is economics

Robert Hass

Escucho un tango y un rock
y presiento que soy yo

Charly García

Llegan siempre tarde a la oficina
y no desayunan, piden perdón por llegar tarde
y por robarte dos miradas, y un cigarrito,
son medio tímidos y austeros, son virgo, de niños
no eran tan guapos, si eso
un poco más poliédricos que elipsoidales,
de los ojos probablemente verdes les colgaban
dos manos, las de su madre favorita,
y en el recreo, como no hablaban entre sí,
las manos de sus madres les colocaban el pelo y ellos
les chupaban las uñas. Las guapas
tuvieron una infancia parecida – tobilleras de cauri
y magdalenas valencianas en vaso de tubo –
pero en vez de reunir y aplastar
sus egos recién estrenados – mira
por favor, qué monada – para hacer una pelota
y darle patadas, por no patearse unos a otros;
ellas rascaban la espalda
al ego de su amiga, la inmediatamente menos
guapa, y en cadena daban la vuelta a la pista de fútbol
bien ordenaditas, rascándose, y la sitiaban
sin cruzarla. Luego
les creció el cuello, y hubo años raros
que olvidarían, de cuellos muy raros y con las zapatillas
más inverosímiles, se miraban a menudo en el plexiglás
de las marquesinas – una guapa de verdad sabe reconocer
a otra guapa de verdad, aún bajo dos centímetros de smog –
y cuando llegó el momento
de firmar su primer contrato de trabajo, en una empresa
de Ingeniería de Artefactos Horrendos, con un nombre
horrendo y un logotipo horrendo, dirigida por hombres feísimos,
los muy guapos de verdad y las muy guapas de verdad
tuvieron que hacerse por primera vez en su vida
una serie de preguntas:

¿seguiré siendo guapa
si obedezco a los feos?
¿cuánto puntúa en el proceso de selección
ser la más guapa de la sala de espera?
¿qué es la belleza? ¿tiene novia,
la belleza? ¿fuma? ¿flota? ¿quién la ha invitado
a mi cumpleaños? y la vanidad, ¿es un pecado? ¿o una ventaja
evolutiva para los que no son tan guapos?
¿pero es que el resto de los candidatos
a todo, ferocísimos, en este mundo, se dan cuenta de lo guapo
que es un muy guapo de verdad? ¿es que yo
me doy cuenta? ¿es envidia? ¿es empalago?
La perfección aburre y el aburrimiento
enfada y el enfado moviliza y la gente
se larga a otra fiesta. Oh, pero
todos estos años en que la vida fue sinfónica y pastoril,
frotando ojo contra ojo hasta ¡tachán! un deseo,
y otro, y otro, seduciendo sin saber a dónde, ni por qué,
y etcétera, ¿nos perdimos alguna lección
por andar tan distraídos? siempre tumbados así tan guapos
dentro de los ojos elipsoidales de esos
que nos deseaban y consumían o simplemente
no podían evitar meternos dentro de sus ojos
cada vez que los mirábamos nosotros primero,
sin querer pedir, pero pidiéndolo, porque así
es este mundo desde la Edad del Bronce.
¿Confundimos deseo, amor,
confusión? ¿caerán esas lecciones
en el examen final?

Los muy guapos de verdad y las muy guapas de verdad
siguen sin enterarse de que a los medio-guapos
y a las medio-guapas, que sí espabilaron
a tiempo, y por ello heredarán el mundo,
les aburre su belleza,
y que, aunque querrían obviarla
al escoger un sabor de helado para el domingo
o un futuro juntos,
no pueden,
y eso les jode.

***

El tema de la vivienda, una tarde de agosto

Las casas durarán menos que nosotros. Cada generación deberá fabricarse su ciudad. Esta constante renovación del entorno arquitectónico contribuirá a la victoria […] contra la cobarde prolongación del pasado.

Manifiesto Futurista, 1914

Destruid siempre lo que hay en vosotros. Paseando al azar. Podréis entonces comprender multitud de cosas.

Tristan Tzara

Bajan cuatro la calle,
de Lavapiés a Arganzuela, medio reptando,
posicionados en muchos temas candentes que importan
a la opinión pública, como la altura de ciertas monedas
y etcétera, no están de acuerdo en casi nada y se cambian
las opiniones como el último cigarrillo, son colegas,
un futurista, dos dadaístas y un realista
convencido, opinan con vehemencia, como tosiendo, son cuatro,
el realista es un perro pulgoso y verifica los hechos,
siempre acude a las fuentes, orina dentro.
Los cuatro colegas acaban de visitar un piso para alquilar juntos,
sesenta metros cuadrados, siete fantasmas, con sombra natural y vistas
al interior de sus propios intestinos. Les ha encantado. Los cuatro,
a colación, andan poniendo en cuestión la coherencia
de la ley de la oferta y la demanda, el dadaísta se para y dice: compañeros,
si es cierto que solo una contracción de la oferta
o un aumento de la demanda
incrementan siempre el valor de un bien, ¿hay un límite natural? ¿una asíntota
a partir de la cual se aburren las cosas de tanto halago?
Los demás tosen. El otro dadaísta se para y dice:
compañeros, si la demanda es deseo por algo que no se tiene,
y tener es un verbo transitivo y francamente intransigente,
si tener significa poseer o conservar o sujetar con firmeza
durante al menos unos segundos (¿cuántos segundos?),
entonces el futurista claramente se irrita y dice: compañeros,
si bien detesto esos hogares forrados de iconos y gotelé
en los que podríamos odiarnos con dicha, así tan cansados,
y sabéis que detesto los edificios que parecen pasteles,
si bien esta ciudad soterra autovías y construye urbanizaciones
a espaldas de nuestros más públicos deseos – nosotros,
que somos un dedo del pie de La Demanda –
yo propongo, compañeros, que para poder vivir juntos y conformes
de una vez por todas en un piso de alquiler, pagando
cada mes el valor justo donde se crucen
la curva de nuestras buenas intenciones y la curva
de cualquier cuchara, situado en el barrio más castizo y moderno
de esta ciudad, para poder conjugar al mismo tiempo,
sin asustar a nadie, los deseos de La Oferta y La Demanda,
lo que deberíamos hacer nosotros, definitivamente, compañeros…

Entonces el perro, que como todo realista se ha quedado dormido
de pie hace un rato, bosteza, y sin haber escuchado a sus colegas,
al abrir la boca, emite una sola palabra, una palabra
nueva, no estrenada, le sale por la boca sin gastarse y se queda ahí,
encima de nada, con su peso discreto y las manos en los bolsillos,
como si no tuviera intenciones denotativas hasta por lo menos
haber merendado. Los otros tres colegas, que están acostumbrados,
de otros pisos de alquiler anteriores, a convivir
con palabras de lo más peculiares, se la quedan mirando
con cara de pocos amigos, entonces la palabra alza su voz
de palabra y dice: compañeros, desde hoy viviré con vosotros.
Limpiaré la cocina los martes y juntos seremos de lo más felices.
Oh pero no puede ser porque yo los martes, dice el dadaísta,
los martes a esa hora ensucio la cocina. Oh pero tendrías que dormir sentada
por ejemplo en la lámpara. Tendrías que pagar fianza y los gastos de agencia.
Entonces el perro, que es el único de todos que tiene móvil,
llama al casero de aquel pisito, tan ideal,
y le dice: compañero, deseamos vivir,
nosotros cinco, junto a las momias de tu sosísima sangre
en el barrio más castizo y moderno de esta ciudad.

Lo que sigue es el procedimiento habitual en estos casos:
los arrendatarios envían sus nóminas al arrendador, y éste
les somete a una serie de exámenes fisiológicos
bastante difíciles de explicar por escrito, y cuando parece
que el negocio está hecho y los cinco colegas
se miran felices y exhaustos, dos dadaístas, un futurista,
un realista que es un perro pulgoso
y una palabra, entonces
el casero se acuerda de que en estos casos
aplica una normativa municipal
sobre la consideración de los medios económicos
de ciertas palabras. El formulario es bastante estándar:
(1) ¿conoce la palabra en cuestión
sus derechos y deberes?
(2) la palabra en cuestión, ¿pasaría desapercibida
apoyada en el tocador de una abuela?
(3) ¿tiene la palabra en cuestión
homología con alguna realidad natural
como un coche respecto a un buey
o una farola respecto a un árbol?
¿o por el contrario ninguna en absoluto
como una playstation?
(4) ¿Suena igual en todas las bocas
la palabra en cuestión?
(5) Cuando se repite quince veces seguidas
¿la palabra se ríe
o se echa a estornudar?
(6) Y sobre las palabras que la rodean,
¿tiene algo que decir la palabra en cuestión?
(7) ¿Se acercarían a la palabra en cuestión,
dentro de una habitación cerrada,
un perro viejo y un niño tímido?
(8) ¿está siempre viva la palabra
sin importar la humedad y la luz?…

Lo que sigue
es una historia de éxito. Hubo canapés de caviar
y una fuente de sidra gigante
donde se bañó una cuñada de la novia, cuentan
los que aguantaron hasta el final
en la fiesta que sucedió, una vez más,
al feliz matrimonio de La Oferta y La Demanda.

*** 

Sobre un tema de William Carlos Williams

Si yo, mientras el rey y la reina sueñan
historias no convergentes
en camas separadas, y la princesa Leonor duerme en casa
de una amiga, y algunos de los militares más duros
del país
ofrecen la lengua a las moscas
en Zaragoza, Ceuta y Ferrol, y si mientras mis amigos
duermen, los que tienen más ahorros que yo
duermen y duermen también los que no tienen
un duro, y todos los profesores que en la facultad de ingeniería
me suspendieron, y mi peluquero, y alguien que al despertar
morirá de forma ridícula pero ahora
tiene sueños eróticos que le avergonzarán,
y morirá con vergüenza, y el cadáver
de William Carlos Williams
y mis padres y mis abuelas
duermen,
si yo, mientras duermen todos los perros de Madrid
y en mis pantallas cambian cada cuatro segundos,
como latidos de un animal jubilado, números
que me dan paz,
si a las cuatro de la mañana de un martes
cesan todos los ruidos y al fin
nadie intenta convencerme de nada
y para ganarme el sueldo no tengo
que escuchar a nadie
más que a estas máquinas giratorias
asíncronas ferromagnéticas democráticas
a las que amo y que me aman,
y solo en un sótano sin ventanas
en los ratos muertos de un turno de noche
yo
escribo
mis poemitas,

¿quién diría que no soy
el genio feliz de esta ciudad?

—————————————

Autor: Álvaro Alarcón Martín. Título: Las máquinas al fin festejan. Editorial: El Toro Celeste. Venta: Todos tus libros.

BIO

Álvaro Alarcón Martín nació en Madrid en el año 1997, rodeado de libros, tebeos y atlas ilustrados. Estudió Ingeniería Industrial en Madrid y en Valparaíso. Ha participado en talleres de escritura en su ciudad natal y en Chile y en el curso de poesía moderna de la Writers House de la Universidad de Pensilvania.

En la actualidad, escribe y trabaja en Madrid como ingeniero con centrales de generación eléctrica. Las máquinas al fin festejan, ganador del XIX Premio Internacional de Poesía Antonio Gala, es su primer poemario y ve la luz gracias a El Toro Celeste.

Fotografía de Álvaro Alarcón Martín. Autora: María Viñas Pérez.

2.6/5 (45 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

5 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Pablo75
Pablo75
1 mes hace

He leído los 5 textos y no he encontrado en ellos ni un solo verso. Puestos en prosa nadie diría que son poemas.

Veo en internet que el libro de Álvaro Alarcón Martín fue considerado como el mejor de los 174 presentados al XIX Premio Internacional de Poesía Antonio Gala, lo cual me deja boquiabierto.

Recomiendo a Alarcón que lea la poesía de Antonio Gala, que fue un verdadero poeta:

Tú me abandonarás en primavera,
cuando sangre la dicha en los granados
y el secadero, de ojos asombrados,
presienta la cosecha venidera.

Creerá el olivo de la carretera
ya en su rama los frutos verdeados.
Verterá por maizales y sembrados
el milagro su alegre revolera.

Tú me abandonarás. Y tan labriega
clareará la tarde en el ejido,
que pensaré: “Es el día lo que llega”.

Tú me abandonarás sin hacer ruido
mientras mi corazón salpica y juega,
sin darse cuenta de que ya te has ido.

Muriel
Muriel
1 mes hace
Responder a  Pablo75

¿Se puede presentar alguno que no recibió ningun premio? O no hay capacidad para elegir sin que otros atrapados en su historia juzguen antes. La poesía no se juzga, se disfruta o se deja sin palabra.

Pablo75
Pablo75
1 mes hace
Responder a  Muriel

No entiendo sus dos primeras frases. En cuanto a la tercera, es simplemente absurda. Todo lo que existe es susceptible de ser juzgado. Y usted mismo lo haría si se le preguntara qué poesía recomendaría leer entre la de César Vallejo, por ejemplo, o la de Álvaro Alarcón (en el caso, para mí improbable, de que sea poesía lo que escribe). Pensar que no hay que juzgar la poesía es pensar que la posteridad ha cometido un grave error olvidando a los miles de poetastros que durante siglos han publicado libros de poesía mediocres o nulos. Abstenerse de juzgar la poesía es creer, con una ingenuidad pueril, que para ser poeta basta publicar renglones de prosa cortados… Lo dicho, un disparate.

Pablo
Pablo
1 mes hace
Responder a  Pablo75

Esta poesía contemporánea es secuela del dadaismo

Pablo75
Pablo75
1 mes hace
Responder a  Pablo

Para que fuera el caso habría que conocer el dadaísmo. Y el dadaísmo en francés, porque es intraducible. No creo que sea el caso de Alarcón. Su “poesía” a mí me suena más bien a incultura poética. Yo no creo que alguien que haya leído a los grandes poetas (aunque sólo fuera a los que escribieron en español) pueda escribir textos tan antipoéticos.

Aunque con las nuevas generaciones todo es posible.