Tampoco puede ser tan difícil arreglarse a una misma

En La intrusa, Diana cae en la trampa del «por qué no» y decide hacer un viaje a su interior para descubrir qué incongruencia está haciendo que sus amigos y familia cada vez estén más preocupados por ella. No tardará en arrepentirse de su decisión pero, cómo no, será demasiado tarde para volver atrás.

Esta novela se explora a cada página, así como el motivo por el que nuestra protagonista es una intrusa dentro de su propia mente y de su propio cuerpo. Diana tiene demasiadas ideas preconcebidas y, además, ¿cuál es su verdadera función ahí dentro? Según lo que le han dicho los del afuera, su función es aliviar el peso de ser humano, del sistema socioeconómico que nos ha tocado vivir, de la frugalidad de la existencia, del trauma de nuestra tatarabuela, de la inconveniencia de la carne, de un problema psicológico, de una descompensación hormonal o de los tres primeros años de vida. Para cumplir con esa función, tan solo tiene que apretar la tuerca floja, remachar el clavo salido, mover los cuatro hilos que hagan falta o, en su defecto, encontrar la sala de máquinas, el núcleo de todo esto, la persona al mando o lo que sea que haya que arreglar. Pan comido.

A una Diana cada vez más confundida la acompaña un angelito cada vez más curioso: Fidel. Si Diana va al adentro para arreglarse a sí misma, Fidel se ve obligado al ir hacia el afuera (o hacia el adentro del adentro, que para él es más afuera que su adentro) para descubrir quién es más allá de Diana. Forman una pareja peculiar, tierna, dos entes perdidos en tierras desconocidas donde sus vidas anteriores cada vez se recuerdan con más nostalgia. En ocasiones, parecen los únicos cuerdos en un mundo de locos; en otras, un par de inútiles que no aportan nada. La soledad y la proximidad forzada son el origen de su tensa, desequilibrada y sincera relación, y cada conversación, cada interacción, es real dentro del microcosmos que es el cuerpo de Diana.

Quien quiera leer La intrusa no solo deberá prepararse para el gran elenco de personajes desquiciados, sino también para un lenguaje y un estilo que no tiene piedad con los lectores despistados. Cada página de la novela se espera con ansia, con expectación, con la mente despierta y dispuesta a no perderse la próxima situación desesperada (o absurda) a la que Diana y Fidel deberán hacer frente.

Durante toda la aventura, sobre todo tras descubrir el primer lugar que explora Diana en su adentro, el lector se preguntará: ¿conseguirá nuestra protagonista arreglar la incongruencia? ¿En quién se habrá convertido cuando vuelva a casa? No pienso destripar el final, pero sí pedir un aplauso a Irene Pujadas por lo que consigue.

En algún momento de la novela, sin darnos cuenta, nos transforma en Diana (o tal vez ya lo éramos antes de iniciar la lectura) y no duda en empujarnos cada vez que hay una madriguera para que caigamos más y más hondo. El adentro de Diana se convierte en el nuestro y, sin poder evitarlo, nos preguntamos si conseguiremos apretar la tuerca floja, remachar el clavo salido, mover los cuatro hilos que hagan falta o encontrar la sala de máquinas, el núcleo de todo esto, la persona al mando o lo que sea que haya que arreglar.

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Autora: Irene Pujadas. Título: La Intrusa. Traducción: Rubén Martín Giráldez. Editorial: H&O Editorial. Venta: Todos tus libros.