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Los domingos: La gran obra maestra del cine español de 2025

Los domingos: La gran obra maestra del cine español de 2025

La flamante ganadora del Festival de San Sebastián, Los domingos, es un espejo perfecto que devuelve la imagen rota del espectador. Y una película impresionante. La historia de una joven de 17 años que decide tomar los hábitos, pero sobre todo la reacción de una familia presuntamente normal pero donde se dan cita todos los prejuicios de la presunta progresía y el presunto liberalismo, es una maquinaria reflectora de primer orden que comienza reflexionando sobre el ateísmo y los nuevos lugares de la religión, crecientemente arrinconada en una sociedad donde la fe es poco más que una costumbre cotidiana, y acaba descubriendo los traumas ocultos de una familia donde todo ocurre bajo la superficie.

"El caso de la joven Ainara crea extrañas paradojas sobre represiones liberales que Alauda Ruiz de Azúa refleja, consciente de navegar a contracorriente"

Bien es cierto que Alauda Ruiz de Azúa (Cinco lobitos, la serie Querer) juega con una serie de actores en estado de gracia, en especial una Patricia López Arnaiz capaz de dar toda la dimensión humana al conflicto. Puede que Los domingos sea un drama familiar sobre el ateísmo y la fe en tiempos de realidades económicas y tangibles estrechas, o puede que también sea una película sobre el verdadero significado del feminismo, la libertad y el respeto. Todas esas vías de interpretación son ciertas, tanta es la elocuencia de la directora y guionista a la hora de desgranar los comportamientos y sutiles motivaciones de sus protagonistas.

Quizá es por eso que Los domingos puede interpretarse como se quiera en lo político e ideológico. Aquí se muestra especialmente demoledora, tangible, actual. Su dimensión humana es tan fuerte que así lo permite. ¿Fanatismo religioso de andar por casa o huida trascendental de la presión y larvada agresividad familiar? El caso de la joven Ainara (Blanca Soroa) crea extrañas paradojas sobre represiones liberales que Alauda Ruiz de Azúa refleja consciente de navegar a contracorriente.

Apostamos, por tanto, por la búsqueda de Ainara, su voluntad estoica de rodearse de quien se quiera en donde quiera, por ese retrato de unas monjas cuya elocuencia no necesita de palabras, solo silencios que retratan al que pregunta. Y por el terrible magma de frustraciones que ponen a prueba la (de nuevo) presunta tolerancia de la figura femenina y liberal llamada a defender el discernimiento vocacional de la chica, una figura incómoda y a la vez tremendamente humana que Arnaiz pone en escena de una forma sangrante. Los domingos llama la atención por huir de relatos comunes, retratando a la comunidad religiosa sin condescendencia ni beatismos rancios. Pero cuando toca hablar de la intimidad familiar es cuando la película apasiona y duele, porque es real.


La seguridad es tal que la directora se ve capaz de incluir un notable sentido del humor en un drama sobre hipocresías cotidianas y rencores enterrados, para que no todo sea negro, brutal, intenso. Limpia, honesta y a contracorriente, Los domingos es un análisis sobre los prejuicios liberales contra la religión en una sociedad descreída, pero no es un ejercicio de cínico y simplista cine pío. Es, más bien, un alegato sobre la voluntad y la libertad de una mujer contra las proyecciones y ansiedades de otra, en cuyos fracasos —por cierto— habitamos todos. De la primera, en cierto modo, es el mejor retrato heroico reciente, incluyendo luces y sombras, de un ser humano en búsqueda de sus libertades individuales. De la segunda destaca como un incómodo poema sobre los fracasos de la familia moderna capaz de descubrir todas nuestras fracturas internas.

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