Produce vértigo la lectura de esta biografía. El de asomarse a una vida que no se agotaba nunca y que cuanto más se acercaba a su fin más se aceleraba. Artículos, conferencias, pregones jalonan los últimos años de un Álvaro Cunqueiro ubicuo, y ofrece de paso un retrato de lo que debió de ser la segunda mitad de los años franquistas, con el comienzo del boom del turismo y de un sinfín de actividades académicas, culturales y festivas. En todas ellas estaba Cunqueiro, acompañado a menudo por el jerifalte de turno, entre los cuales destacaba su amigo Manuel Fraga. Asombra también comprobar el rigor con el que a todo ello le ha seguido el rastro el autor, Antonio Rivero Taravillo, que ya nos advierte en el prólogo que esta es una biografía al modo de las anglosajonas: documentada, prolija, exhaustiva. Y verdad es que a menudo recuerda este volumen a la Vida de Samuel Johnson de James Boswell, al que por cierto se acercó uno hace años por mediación de un artículo del propio Rivero Taravillo en la revista Clarín.
Pero volvamos a Cunqueiro. Es un Cunqueiro desencadenado al que se puede seguir a lo largo de estas páginas, porque es precisamente el Cunqueiro más prodigioso aquel que recién se ha librado de la cárcel. No se pierda el lector, en este sentido, el porqué de su expulsión de Falange primero, de la profesión periodística después y, en fin, de su obligado regreso a Mondoñedo, ya sin hijos ni mujer, porque ésta no quería ni verlo. Es este el Cunqueiro que a menudo se ha visto como el más oscuro, colaboracionista o, al menos, escapista, como le reprochaba su enemigo íntimo Celso Emilio Ferreiro. También Cela le sacude, sin que se llegue a saber muy bien por qué, tal vez por envidia del lejano parentesco que une a Cunqueiro con Valle-Inclán o, incluso, con una sirena. O por pura boutade. Cunqueiro publica en todas partes pero no se mueve demasiado en los ambientes literarios más allá del periódico Faro de Vigo, donde ejerce como director para pagar los estudios a sus hijos. Con la excepción del histórico galleguista Francisco Fernández del Riego, sus amigos son viejos carlistas como Jesús Evaristo Casariego, carlistas pasados al falangismo como José María Castroviejo o, sin más, Casal, el notario más destacado de Vigo. ¿Qué le hizo militar en los años treinta en el galleguismo, cuando frecuentó a Castelao, Cabanillas u Otero Pedrayo? Tampoco lo llegamos a saber. Como tampoco sabemos a ciencia cierta por qué acabó en el falangismo, como no fuera, tal y como se sugiere, porque le empujaba el ambiente familiar y, desde luego, la voluntad de salvar el pellejo.
En este sentido aquí vemos una voluntad mucho más sometida al azar que la de un Pla, que frecuentó también esos ambientes, llevado las más de las veces por el puro cálculo, por más que al final éste resultara errado. Cunqueiro hizo sobre todo migas con Néstor Luján, de los de Destino, arrastrados ambos por una pasión gastronómica que, al contrario que en el caso de Pla, iba más allá de lo literario. Y escribió, y publicó, en gallego y en castellano, alternándolos siempre, sin ver en el bilingüismo, como Pla, una maldición bíblica. Pla publicó en castellano por obligación, porque no podía hacerlo en catalán y, si después pudo, si después se pudo, fue en gran medida gracias a su insistente empeño en el paso de los años cuarenta a los cincuenta. Cunqueiro, por su parte, según se nos cuenta en estas páginas, publicó en castellano sobre todo por llegar a más público, pero también quiso dejar claro que nunca dejaría de escribir en gallego, porque si no escribía él ¿quién iba a hacerlo?
—————————————
Autor: Antonio Rivero Taravillo. Título: Álvaro Cunqueiro: Sueño y leyenda. Editorial: Renacimiento. Venta: Todos tus libros.
También te puede interesar
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: