Santiago Craig (Buenos Aires, 1978) publicó en 2017 el libro de relatos Las tormentas, que fue finalista del Premio de Cuentos Gabriel García Márquez 2018, obtuvo la primera mención en el Premio Nacional de Literatura y logró una mención especial en el Premio Iberoamericano Cortes de Cádiz. Es autor de los libros de relatos 27 maneras de enamorarse y Animales, ganador del Segundo Premio Nacional de Literatura. También de la novela Castillos. Además, publicó en colaboración con Pablo Bernasconi el libro-álbum Un coso (seleccionado en The BRAW Amazing Bookshelf de la Feria de Bologna 2023). Su última novela, Vida en Marta, fue publicada por la editorial Tusquets en 2024 y fue finalista del Premio Fundación Medifé FILBA 2025. Algunos de sus libros fueron traducidos al portugués, el inglés y el francés y adaptados al teatro. Escribe columnas para distintos medios y dicta talleres de escritura. Presentamos una muestra de textos de A un costado de las cosas, un libro híbrido entre la poesía y el ensayo, que fue publicado en 2025 por la editorial Bajolaluna, una propuesta tierna y certera, en la que con un tono cercano y un lenguaje sencillo nos lleva de la mano y nos presenta una serie de personajes, escenas y reflexiones vinculadas con lo cotidiano pero que trascienden la mera anécdota para dialogar con temas fundamentales, como el paso del tiempo, las relaciones afectivas o el oficio de escribir.
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El chico
Le dijeron ayer que la ciudad tiene una espalda.
Para el chico, el aire del mundo era distinto. Olía distinto, pasaba distinto.
Había, para él, otro frío. Todo era más o menos naranja, era amarillo. Tostado. En la ciudad, en el mundo. Era otoño, cuando el chico era chico. En invierno, en primavera.
Soplaba un cuenco de lana; con las manos enguantadas hacía un calor, una espera.
La espalda de la ciudad quedaba cerca del aeropuerto, bordeaba el río. Le dijeron ayer.
Los otros no lo sabían, pero había un modo secreto de esperar. Ahí.
En ese lugar de la ciudad donde el chico veía subir así, bajar, a los aviones.
Una forma de esperar con entusiasmo lo mismo siempre. Porque está lo que se hace por amor. Y lo demás.
Hay un rincón, le dijeron ayer, una parte de la ciudad que es una espalda. El chico se había sentado en ese lugar, encima del capó tibio de un auto blanco. Como sin cara, como una orilla, puesto hacia otro lado, había esperado cosas perfectas.
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Aunque había un acorde que terminaba la canción de aquel verano y proponía otra vez el silencio, el chico había elegido seguir armando en su risa, para esa música, un destino.
La había llevado puesta en alegría, con el tumulto de los balnearios, con la noche fresca, con el momento azul del agua y de la espuma.
La había guardado con él como un sol en el bolsillo y a veces, a un costado de las cosas, la hacía girar en el aire: una moneda sin señas que no cae, no se detiene, porque sabe que le toca girar y que girar hace la música, hace la luz, hace la suerte.
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El hombre
Conocen gente que no les importa. La saludan igual que en una película. Los cajeros del Carrefour, el verdulero, la señora de la mercería.
No tienen tele, pero miran algunas series en la computadora. Leen poco, casi no pueden escribir. Se consuelan en la postergación.
Ensamblan lo que van a ser más adelante. Los chicos todavía no comparten su apuro, su lógica, su intención, tienen la suya y, aunque es difícil tener eso en los días, en los cuerpos, piensan sin decir:
“ojalá que más o menos así sigamos siempre”.
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Algunas tardes, la vida está tan bien que los asusta.
Por eso, el hombre imagina y ve adelante otra forma mejor, ideal o la tensión contenida de una catástrofe. Se apacigua en la quietud y pretende sostener un andar sin sobresaltos.
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La escritura
John Cheever proponía un ejercicio a sus alumnos: escribir una carta de amor desde su casa en llamas.
Pareciera que hoy hay que escribir más bien como si lo único que no estuviera en llamas fuera nuestra casa. Desde ese refugio íntimo, escribirle cartas de amor a un mundo que se prende fuego.
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Hay mil maneras de escribir. Pero también hay por lo menos dos.
En una, escribir es exhibirse, contar a otro lo que se quiere decir para afirmarse y ser ahí lo que pretende ser en su atención. Lo único.
Su forma más humilde y rara, una ofrenda; su forma más habitual: pedantería.
En la otra, escribir es abrir un espacio. Decir lo que se pueda decir con el mayor empeño, como mejor salga, para encontrar a alguien.
Su forma más habitual: frustración, reincidencia en la soledad; su forma más rara: un encuentro.
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Autor: Santiago Craig. Título: A un costado de las cosas. Editorial: Bajolaluna.



Estando, no vemos.
Ahora, cuando nos vamos al borde, comprendemos.
Es lindo así.
Martina Cruz
Fran Bariffi
Noe Vera
Santiago Craig = Argentina.
“Algunas tardes, la vida está
tan bien que los asusta”.
A veces, somos demasido
paranoides.
A veces, nos olvidamos que poseemos Fe.
Un cuentista extraordinario. Una pena que sus dos últimos libros no puedan adquirirse de momento en formato físico en España.