Como bien me dijo en una ocasión la esposa del antiguo presidente de la Associació Catalana de Tintinaires 1001, los coleccionistas llevamos figurativamente una etiqueta en la frente que nos delata, dado nuestro interés a la hora de preguntar en tiendas y stands acerca de algunos productos muy concretos. De ahí que siempre estamos recibiendo propuestas de artículos y objetos de lo más variopinto del mundo tintinesco, e incluso información de ventas masivas por el mundo francófono en forma de subastas.
Nos encantaba trasladarnos al aeropuerto Josep Tarradellas (El Prat), coger vuelo dirección París y una vez aterrizados en Charles De Gaulle trasladarnos, vía tren y metro, hasta Les Champs Elisées, meternos entre pecho y espalda un desayuno copioso, para finalmente dirigirnos a Artcurial, empresa de subastas en la que un par de veces al año dedican sus ventas a objetos de la BD —libros, figuras pixi, Leblon, juguetes años 1930—. En dichas subastas una parte muy importante de dichos lotes estaban dedicados al universo de Hergé.
Uno de esos días fuimos con el argumento de poder licitar por una colección de imanes de la marca Pixi dedicados a Milú, en diferentes escenas de las aventuras del intrépido reportero. Habiendo cogido aposento en sala para poder presenciar dicha venta, se sentó a mi lado un señor de aspecto normal y me susurró al oído, de forma muy discreta:
—Excusez-moi. Vous êtes de Cantonet?
Me quedé atónito. Me sentí observado. Me lo quedé mirando fijamente, como aquel que le está preguntando si nos conocíamos de algo, y le contesté:
—Oui, je suis de Cantonet —quedando expectante a su reacción, la cual no se hizo esperar.
—Jean-Michel m’a informé de votre présence dans la salle.
Levanté un poco la vista, intentando adivinar la presencia de Jean-Michel en la sala, y con mano alzada vi cómo me saludaba, a lo cual le correspondí sonriente con el mismo gesto.
Me quedé pensando durante unos segundos, y finalmente llegué a la conclusión de la inconveniencia que suponía el no poderte tirar ni una flatulencia que saliera toda ufana del trasero propio, delatándome con el anagrama inscrito de Cantonet en su burbuja gaseosa de nitrógeno.
Llegados a la venta de los magnets, en las últimas licitaciones estuvimos pugnando por su obtención con Mr. Olivier, propietario de la famosa tienda de La Rochelle Mille Sabords. Entendiendo que Olivier tenía que sacar un buen precio para posteriormente poderlos ofrecer a sus clientes con un margen adecuado en su tienda, apreté en cifra pujando, hasta que finalmente él cejó en su empeño y el martillo cayó a nuestro favor.
Jean-Michel Fillol es uno de esos grandes especialistas en el producto derivado de Tintín, que de bien jovencito empezó trabajando en el Tintinshop de Bruselas, situado a escasos metros de la Grand Place, en donde ya comenzó a forjarse en dicho mundo tintinesco. Natural de Charleroi, se ha dedicado toda su vida al mundo de la BD, llegando a ser uno de los mayores expertos. No es baladí su nombramiento como representante (mandataire) del famoso escultor Nat Neujean y de Phillipe Geluck con toda su obra alrededor de Le Chat.
Con el tiempo constaté el respeto que se le llega a tener en este mercado, que a veces se postula de forma irrespetuosa, interesada y, en muchas ocasiones, severamente especulativa.
Teníamos y mantenemos una muy buena relación con él y su esposa, Ornela, ya que en diferentes momentos le habíamos llegado a adquirir figuras tan emblemáticas como la moto de Tintín de Michel Aroutcheff, el juego de ajedrez de Pixi y, entre otras bien reconocidas, la figura de Bianca Castafiore de Marie Leblon.
Una de las primeras veces que contactamos con Jean-Michel, acompañado de su esposa, nos vinieron a buscar a la salida de la estación de tren de Charleroi para posteriormente dirigirnos a su domicilio, edificio que se componía de planta baja y dos plantas más.
Nos atendieron de forma muy generosa con un pequeño refrigerio en la planta inferior, enseñándonos su decoración, la cual estaba compuesta por muchas esculturas y bustos de buen formato. Una de ellas era el busto del personaje de cómic Néstor Burma, el cual al preguntarle a J. M. por él, me explicó que era una escultura de Jean-Marie Pigeon. Me quedé impasible, ya que no había oído hablar nunca de dicho artista, aunque dicha escultura impactaba considerablemente.
Sentados tomando el refrigerio, quiso tomarme el pulso tintinesco haciéndome toda una serie de preguntas alrededor de nuestra afición por el mundo de Tintín y su producto derivado. Dicho pequeño interrogatorio, llevado a cabo de forma muy sutil, era debido a que en su casa no quería albergar sin tener conocimiento a ningún individuo que se dedicara sin alma y con total carácter especulativo a lo mismo que él.
En un momento dado se puso en pie y me invitó a que lo siguiera hasta un rincón, en el cual tenía una escultura hecha en barro (prototipo) de una escena de Tintín y me preguntó si sabía de qué álbum era. Le contesté sin vacilar que se trataba de una escena del libro La Isla Negra.
Dicho esto, y con el semblante de satisfacción en su cara por la respuesta dada, me invitó a que lo siguiera, subiendo las escaleras hasta la primera planta. En ella se encontraban las habitaciones personales, y en la suya nos enseñó una vitrina repleta de figuras de resina de Leblon Delienne, cuya temática eran señoritas Pin-Ups. Toda una maravilla de calidad artística vintage envuelta por una gran dosis de erotismo, sensualidad y seducción.
Recuerdo que en la habitación de su hija tenía en una repisa, como si fuera un juguete, el bólido azul de M. Pump, pieza sublime de Aroutcheff, de la serie de cómics realizados por Hergé cuyo nombre eran Las aventuras de Jo, Zette y Jocko.
Subimos a la segunda planta, con el compromiso de no hacer fotos, y allí nos encontramos con su colección personal y su almacén de productos, todos muy bien estructurados y organizados.
Bueno. Su colección era otro escenario, sin lugar a dudas de categoría Champions, con esculturas nunca vistas. Bustos de Tintín esculpidos por el mencionado artista Jean-Marie Pigeon, cuya fabricación no superaba la decena de ejemplares por cada una, escultura de medio cuerpo de Mintshuirato (siniestro japonés que aparece en El Loto Azul) y para finalizar la tinaja a tamaño natural con Tintín y Milú asomados en ella.
De esta última pieza, Mª Carmen y yo nos quedamos prendados. Supongo que en nuestro rostro se debía vislumbrar nuestra emoción, y en aquel punto Jean-Michel sacó de un armario un libro de dicho artista con su rúbrica y nos lo regaló.
Según nos explicó Jean-Michel, una vez finalizada la licencia con Moulinsart, las obras de Pigeon son tan solicitadas que, no pudiendo hacer más de una docena de cada uno de dichos bustos para consumo propio, quedando así legalmente un poco parapetado, cada año hace uno de ellos para más o menos diez personas distintas, con un precio estimado que ronda los 12.000 €. Ni qué decir la calidad de dichas piezas, con rostros a tamaño natural, con unos acabados nunca vistos.
De tal manera que mediante el orden escrupuloso de un listado, cada año a esas diez personas les es ofrecido el busto de Tintín novedoso, cuya particularidad es la de ir vestido o disfrazado de distinta manera, tal como aparece costumizado en las diferentes aventuras. Por otro lado, también guarda un listado de personas dispuestas a adquirir su obra pero que no están en el listado inicial de las diez citadas.
Si por cualquier motivo algunas de estas diez personas del primer listado tuvieran que rechazar la compra del busto anual, son automáticamente borradas de la lista, pasando a ocupar su lugar el primero de la lista de personas dispuestas a comprarlo. Imagínese el lector el nivel en que se mueven ciertas ventas.
Según se explica, Pigeon tuvo durante bastantes años la licencia de Moulinsart para poder realizar imágenes en 3D de forma muy selectiva y con unas fabricaciones realmente limitadísimas. El último jarrón comentado anteriormente a tamaño natural (122 cm de altura), fabricado en 1980, acabó en subasta de Christie’s del año 2016 en 86.500 €.
El nivel de reconocimiento y valoración de dicho artista era incuestionable, pero en un momento dado Moulinsart, de la mano de Nick Rodwell, decidió unilateralmente rescindir el contrato y licencia con Jean-Marie a la fecha de su vencimiento, y le exigió la devolución de los moldes con los que había creado las piezas dedicadas a Tintín, argumentando el asegurarse de que no se harían más copias sin su consentimiento.
Jean-Marie Pigeon, en un alarde de personalidad y dignidad, se negó rotundamente a ceder dichos moldes, con el argumento de que “si Hergé era un artista, él también lo era”, y al igual que los dibujos y planchas de Tintín pertenecen a su creador, los moldes de sus esculturas le pertenecen exclusivamente a él, como propietario de las mismas.
Por lo visto, la discusión jurídica fue subiendo de tono, hasta el punto de que el departamento jurídico de Moulinsart presentó una demanda judicial para conseguir en propiedad dichos moldes. Según se explica, el día del juicio, antes de entrar en sala, los defensores legales de ambas partes llegaron a un acuerdo escrito:
Moulinsart, propietaria de los derechos de la obra gráfica de Hergé, reconociendo explícitamente que los moldes en cuestión son propiedad de Jean-Marie Pigeon, asume como depositario de los mismos el compromiso de ser guardados y custodiados bajo su control y el pago anual de un alquiler revisable anualmente ya acordado con anterioridad. Al mismo tiempo Moulinsart se compromete bajo pena de ser demandado a la no cesión de los mismos a ningún otro artista que tuviera intención de reemprender la fabricación de dichas esculturas bajo ningún pretexto.
Se explica que de la escultura del jarrón existen 4 ejemplares fabricados en yeso y 24 más realizados en resina. La empresa comercializadora representante de Pigeon, SoL 3 éditions, ante la posibilidad de que aparecieran en el mercado un número considerable de copias, quiso rubricar las mismas con la colocación en su base de un chip electrónico, el cual, mediante una aplicación en un aparato de su propiedad, poder autentificar dichas piezas como creaciones de Pigeon.

Jarrón chino con Tintín y Milú (El loto azul)
Y así fue. Fueron pasando unos cuantos años y vimos aparecer en distintos almacenes de marchantes de Tintín unas cuantas piezas de dicho jarrón, las cuales no tenían nada que envidiar a las originales de resina de Pigeon. Eso sí, a unos precios muchísimo más asequibles que los precios pagados en Christie’s.
Entendíamos que sería una pieza brutal en nuestra casa y le fuimos dando vueltas al tema. Finalmente dimos con una de esas copias en Clermont-Ferrand (Francia) a un precio asumible.
Contactamos con el propietario de dicha pieza, el cual nos dijo que se desprendía de ella por un problema de espacio. Le pedimos muchísimas fotos y finalmente, no sin antes pedirle una carencia de dos meses para poder adquirir el dinero de la operación, llegó el día acordado y nos desplazamos en coche a la búsqueda de la nueva joya. Llegados a la casa del propietario, y quedando perplejos de la gran colección de figuras de Tintín que ya de por sí atesoraba, nos presentó dicha joya, la cual in situ realzaba su belleza mucho más que en fotografía.
Llegados a ese punto, se efectuó la transacción y una vez bien protegida la pieza con plástico burbuja, mediante carretilla la desplazamos hasta nuestro coche. Fue cargada con cierta facilidad y emprendimos viaje de vuelta más contentos que un lirón.
Toda la liturgia que envuelve el conseguir un objeto singular como los descritos (moto, Castafiore, magnets, jarrón) conlleva unos momentos de felicidad ciertamente difíciles de narrar por escrito.
Tenemos a nuestro amigo Jordi, apodado “el infiltrado, o el intruso”, que siempre que le explico peripecias como las narradas, nos contesta cambiando la famosa frase de Obélix que describe a sus adversarios como “están locos estos romanos”, por la de “están locos estos tintinólogos”; y puede que tenga razón, pero por el momento, mientras el destino dilate nuestras vidas y estemos acompañados de quien quiera compartirlas con nosotros, como poco nos quedará la ilusión de vivir pensando en que… siempre nos quedará Tintín.




Que no paren las joyas del coleccionismo.
Interesantisimo Enric.
Si Juanma. Están gustando. Algunos más irán cayendo.