El cine, ese salvavidas que mantiene nuestra esperanza a flote

Una mezcolanza ilustrada de cartas, entradas de diario y artículos de revistas se muestra invariablemente amena, justificando una compulsión: la de ver películas y “sumergirnos en sus imágenes; participar en la vida de los personajes, sentirnos dentro de ellos”, leemos en la crítica del filme El sirviente, que se justifica a sí misma por el placer que nos procura.

La fuerza de la colección de relatos, ensayos y entrevistas (a los cineastas Roberto Rossellini, Jean-Luc Godard o Jaques Demy, entre otros) Una prodigiosa memoria del cine (Confluencias editorial, 2025) estriba en que tanto el autor como sus objetos de escrutinio escriben, hablan o filman para conocerse a sí mismos, “mirando el mundo a través del cine”, como sostiene el escritor Julio Llamazares, “su obsesión y su pasión y la verdadera razón de ser de su trayectoria”.

La capacidad de autorreflexión se abre paso con la ayuda de un lenguaje lúcidamente terapéutico. Con lápiz y papel, se automedica el añorado crítico de cine Juan Cobos (1933-2025), involucrando cercanías con el lector: “En unos años de celeridad en la moviola, de búsqueda del aturdimiento del espectador, cegado por el cambio acelerado de imágenes de impacto, José Luis Garci registra miradas leves, gestos intensos de los rostros” (“El abuelo retorna a América”).

De paso, el miembro del equipo fundador de las revistas de cine Film Ideal, Griffith o Nickel Odeon nos hace reflexionar acerca de lo que se asemeja la realidad, de este lado de la pantalla, a la ficción, del otro: “El cine de Orson Welles es una lucha por la libertad del individuo, una condena de todos los totalitarismos, sean de la clase que sean” (“Orson Welles”, en la revista Film Ideal).

En 2025 se cumplen 130 años desde que los Hermanos Lumière filmaran Sortie d’Usine en la rue Saint-Victor de Lyon, Cautivadora es la prosa del que fuera secretario de Luis García Berlanga y ayudante de Welles, conducente a una límpida belleza, que aborda nuestra ambigua relación con la representación de imágenes en movimiento en un memorial que acompasa obra y vida.

Conmovedoras en más de un sentido, secuencias y párrafos van de un pensamiento a otro, una cita o una definición, de un epigrama al siguiente: “Para un poeta de la imagen como lo es Nicholas Ray, el cine lo es todo. Como todo creador, Ray lucha continuamente por ampliar las posibilidades del medio en que se expresa” (sostiene en un artículo dedicado al realizador norteamericano aparecido en la revista Film Ideal).

Se envuelven unas a otras las historias del tertuliano del programa televisivo ¡Qué grande es el cine!, extraídas del archivo de Juan Cobos y archivadas en un libro por su hijo David. Cambian nuestros gustos cinematográficos con el paso de los años, aunque tampoco somos los mismos: “Me he metido en un cine, he visto una película y he salido cambiado. He salido optimista” (“Cobos en conversación con José Luis Garci”).

Si dejamos atrás nuestro sentido de la responsabilidad en el vestíbulo atiborrado de palomitas, ¿quién podrá culparnos, sedientos de historias ajenas como estamos? Solo emergemos de los colapsos que nos asolan si somos conscientes de nuestra deuda con el mundo espiritual de este “mensajero quincenal de las ideas válidas o al menos estimulantes de la mejor cinematografía”, sostiene Miguel Marías en el prólogo.

Una celebración sincera escruta la monomanía como inevitable condición de nuestra compulsiva cinefilia. En medio de la ilustrada agitación de los testimonios de homenaje escritos por amigos, compañeros de profesión como José Antonio Pruneda, Gonzalo Suárez o Beatrice Welles, el libro de Juan Cobos se presenta como un salvavidas que mantiene nuestra esperanza a flote, contra viento y marea.

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Autor: David Cobos. Título: Juan Cobos: Una prodigiosa memoria del cine. Editorial: Confluencias. Venta: Todos tus libros.