Ahora que hemos adoptado de buena gana la jerga de la tecnocracia, proponemos someternos a “la tecnosfera actual [que] entiende la mente como un espacio en disputa, ya sea desde el autocontrol personal, el rendimiento económico o la alienación cultural” (“El capitalismo de plataforma y la felicidad”).
Culminan los sórdidos efectos de los algoritmos, que fomentan mensajes cada vez más extremos, “la restricción de las libertades o su sustitución por paliativos tecnológicos vinculados con el entretenimiento, el autocontrol y la vigilancia del otro” (“La era del protocolo”).
Recomendamos, por lo tanto, la lectura de La servidumbre de los protocolos (Ediciones Arcadia, 2025; Traducción de Cristina Zelich) para contrarrestar los acelerados embelecos de las redes sociales que acunan nuestro mutismo asistido.
Denuncia su autora, Ingrid Guardiola (Girona, 1980), que las pantallas nos han vendado los ojos, sin que hayamos opuesto la menor resistencia. Se impone “la necesidad de volver a desear”, según afirma la productora, investigadora y realizadora audiovisual en el prólogo.
¿Es la realidad (virtual) una farsa o un ejercicio (analógico) de estulticia? A este hipócrita lector (tu semejante, tu hermano) no le queda más remedio que adaptarse al ensalmo letrado de este ensayo. El trastorno estético que fomenta diríase la respuesta adecuada —quizás la única— a esta insensata, a la par que cruel, era digital encaminada irremediablemente hacia el desastre.
Hasta que tenga lugar el colapso, la profesora de Comunicación Cultural (Documental creativo, Nuevos formatos televisivos y Creación audiovisual) en la Universidad de Girona quiere entretenernos, al tiempo que provocarnos: “En 2050 la tecnología estará tan avanzada que lo humano trascenderá la biología y todos seremos cíborgs” (“¿El fin de los protocolos a manos de la IA o el fin del trabajo?”).
Sus argumentos son deliciosamente locuaces —la mayoría ingeniosos y provocativos—, e incluso los más hoscos surgen irremediablemente carismáticos: “La convivencia entre la información que ha caducado y la vigente, entre el pasado y el presente, entre los vivos y los muertos, hace de la red un espacio espectral” (“Resucitar o desaparecer”).
¿Es el texto de la pensadora de El ojo y la navaja (2018) un púlpito desde el que la cineasta de Casa de ningú (Casa de nadie) (2017) despotrica contra los abusos del pasado o un escenario improvisado adaptado a la propia delicuescencia? ¿Supone La servidumbre una disertación catastrofista o una experimental advertencia?
La colaboradora con el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) reflexiona sobre nuestro pasado mientras nos insta a mirar a nuestro aniquilador presente con ojos renovados: “Las ficciones nos proveen del imaginario esencial para tolerar lo intolerable: por un lado, el ecocidio, y, por el otro, los límites de la soledad y la desesperación humana” (“El mundo búnker y la fascinación por las ruinas”).
Cuando las noticias son cada vez menos novedosas, asistimos impertérritos a ese desfile diario de crueldades. Cada día, nos abandonamos a un sufrimiento tan profundo como evitable: “Y si todo debe ponerse a la vista en nombre de un bien común según la retórica del miedo, ¿dónde queda el libre arbitrio, la ética y el deseo?” (“El derecho a la opacidad y a la incomunicación”).
Para contrarrestarlas, el constructo verbal de la Doctora en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra propone cortes lúcidos, collages de optimismo, yuxtaposiciones sorprendentes, iluminados cambios de registro: “Tenemos que seguir en el juego, ser soberanos de nuestra atención y de nuestro deseo, interrumpir la fascinación y la severidad del laberinto, acelerar sus ruinas” (“Neurocultura”).
La violencia que todo lo permea es la argamasa que conforma este responso contra el decadente Imperio que nos somete a diario con sus brutales legados. Frente al despojo, el genocidio, la esclavitud o la hipocresía, proponemos frecuentar estas disquisiciones tan densas como didácticas, para concluir que, fascinados por la pompa y circunstancia que nos rodea, nos hemos vuelto indiferentes a las sangrientas verdades que oculta la ampulosidad estética.
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Autora: Ingrid Guardiola. Título: La servidumbre de los protocolos. Traducción: Cristina Zelich. Editorial: Arcadia. Venta: Todos tus libros.
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