Este poemario es una ráfaga de emociones destinadas a perdurar. Es un libro que susurra, acaricia, presiona, comprime, eclosiona. Una voz que nos atraviesa. Una ráfaga de emociones destinadas a perdurar. Estos salmos —estos versos cincelados en el aire— veneran la poesía como se merece.
En Zenda reproducimos cinco poemas de El Libro (no) de los Salmos (Hiperión), de Susana Szwarc.
***
Plegar
Aclara: se leerá la letra
entrecortada.
La cabeza ida y vuelta
nos miramos
ida y vuelta suspiramos.
Sostenemos el sombrero
la respiración.
¿Cómo no ahogarse?
Parecieran hablar
los ojos
pero no todos juntos sino
uno por vez.
Pasar
de ojo de hoja de lengua.
Sacar
una
poner otra
del/en
el Libro.
¿Libro iría
siempre con mayúscula?
Sería un centeno un sustantivo
colectivo (sería)
un plural aunque tú
singular.
Si moviéramos las hojas
las aguas.
Como la vid
vida. ¿Cuál vida?
Bebamos agua de los mares
que se vuelva
dulce.
***
Llaves (de la memoria)
Que no se cansen los árboles
de darme su sombra
de darte
su sombra
-su viento.
Que no canse su mecer
de cuerpos
que leen
¿qué leen?
para que –otra vez-
mis ojos tus ojos
repasen el cielo
lean
azul
azul celeste
azul eléctrico
tremendamente gris
también mi voz te diga
te vuelva a decir
te envuelva su moverse
Que la palabra se asome
asombre
cada vez
que todo eso
que tanto
porque sí
nos habla.
***
De notación
a Lidia Rocha
Ajena a toda pregunta
la abeja (también)
sobrevuela.
Nos zumba.
Que la letra atesore
su pasar de largo.
***
Los pies sobre una mano
Los pies podrían caminar sobre una mano.
(Descalzos –siempre- esos pies.)
¿Podrían conversar manos, codos,
pies, rodillas, frente?
-Sh, escuchá, ya están conversando.
-No dejan de hablar.
-Nunca.
-Nunca es imposible.
-Entonces, ¿la sombra toca
a su contrario? ¿Lo acaricia?
Conversaciones por todas partes. Con-
versaciones a través de las rejas, de las mesas,
de los libros.
Cuchicheos que alcanzan –por esa mano
o esos pies- al sol.
Y no dejes de decir sombra: en ella
algo
majestuoso todavía
replica. Rebalsa.
La sombra es hoy el sombrerero
que espanta las moscas, los miedos.
Atraviesa las paredes, las hunde
en la flor.
Pero se mueve
adentro- afuera –adentro-afuera
de nuestras sílabas. A-
som-bra.
Nos hace sostener una conversación
tartamuda. Solo así,
podremos hablar de la otra
sombra, la que nos avanza
con el hambre a pedazos.
Compartido.
***
Despliegues
Entre cada madera
el viento o mejor el olor
del viento despliega
mundos.
La mujer ha extendido la tela
que desde ayer se estira:
cuerpo mojado.
Un extendido vertical:
pudiera haberse vuelto
enredadera
trepar el vallado.
La mujer lava esa tela
no una ropa (solamente).
Ella lava:
lava por el gusto de sentir
el arroyo encendido.
Después
el agua entre sus dedos.
Sus dedos son montantes
son su valla su vallado
su tiza
la misma que la deja adentro
o afuera del patio.
(¿Del mundo y del mundo?).
Su savia se escurre:
es el viento
con el olor incesante y no
no se detiene (ni siquiera)
cuando la mujer
inclina los ojos
recorre con el cuerpo
el balde. Lee otra vez:
azul del cielo.
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Autora: Susana Szwarc. Título: El Libro (no) de los Salmos. Editorial: Hiperión. Venta: Todos tus libros.


Hermosos poemas; Muchos serian los versos que comentar. Estoy totalmente de acuerdo con la prologuista. Es una rafaga de emociones destinada a perdurar. Felicitaciones y abrazos.