Contrario a lo que pudiera pensarse a partir del título y la imagen de un platillo volador en la carátula —que solo toma un hondo sentido simbólico y metafórico en las últimas páginas—, Marciano (Random House, 2025) de Nona Fernández, es un libro sin ciencia ficción. Este a su vez se emparenta con otra novela de la autora chilena, La dimensión desconocida (Random House, 2017), en la que el título y la carátula simulan el vértigo y surten un efecto parecido. En esta obra un prisionero —como el personaje central de Marciano— cree ver una nave espacial que viene a su rescate. Recordemos que La dimensión desconocida era el nombre dado a la serie The Twightlight Zone en América Latina, mientras que la misma en España fue conocida como Los límites de la realidad. Ambas obras tienen que ver con la dictadura chilena; se nutren de la realidad. Marciano es, en efecto, un libro muy aterrizado.
Marciano se aproxima a ser una novela histórica. En el capítulo noveno, “Encierros”, cobra rigor el sentido como novela histórica, aunque esté más diluida en el resto de los capítulos. Once capítulos llamados “encuentros” en los que la narradora —identificada como “N” (el lector no puede dejar de asociar la letra con “Nona”)— se reúne con Mauricio Hernández Norambuena en una cárcel chilena de alta seguridad. Se trata del comandante Ramiro, del Frente Patriótico Manuel Rodríguez —identificado con la “M” de Mauri, Mauricio o Marciano—: “Me preguntas cómo fue ser el que fui. Cómo un hombre llega a atentar contra un tirano”.
Marciano es, más que todo, un gran perfil de un personaje, al estilo de los narradores de no ficción estadounidenses, como Oswald: Un misterio americano de Norman Mailer, sobre la vida y compleja personalidad de Lee Harvey Oswald, el asesino de John F. Kennedy. La estructura del libro es original. La autora emplea a menudo el recurso de la ficción, y nos encontramos con pasajes de prosa poética e incluso frases poéticas que acompañan a una fotografía; siempre colocada en la última página de cada encuentro.
Los encuentros entre “N” y “M” suceden en una prisión de máxima seguridad. Aunque el comandante Ramiro fue uno de los autores intelectuales y ejecutores del intento de asesinato a Augusto Pinochet en 1986 en la llamada Operación Siglo XX, los casi cincuenta años de prisión que recaen en sus espaldas se deben a varias condenas sumadas por distintos actos: el asesinato del senador Jaime Guzmán en 1991 —el ideólogo de la dictadura—, acaecido en la presidencia de Patricio Aylwin. Aylwin, cabe destacar, fue electo democráticamente en plena era de transición, luego de perder Pinochet el plebiscito nacional. Las otras dos causas que suman años de cárcel fueron el secuestro en 1991 de Christian Edwards, hijo del dueño de El Mercurio, y el secuestro en 2001 del publicista Washington Olivetto en São Paulo. Edwards y Olivetto fueron blancos solo con el fin de recaudar fondos para una moribunda causa revolucionaria. Intento de magnicidio de un dictador —estupendamente narrado y enhebrado—, asesinato de un senador, secuestro de poderosos empresarios. El comandante Ramiro fue el protagonista de la fuga del siglo en Chile, al escapar de una prisión sujetado a una canasta de tela arrastrada por un helicóptero.
N conduce horas por un camino que tiene mucho que ver con el mar que recuerda el comandante de su infancia en Valparaíso. A lo largo de los encuentros con el comandante Ramiro —cuyo apodo “Marciano” fue dado en su barrio desde la infancia dado que sus amigos lo consideraban peculiar— cuenta a N los episodios de su vida. Se establece una relación de confianza hasta el último encuentro, en el que la narradora expresa su agotamiento. En el “Tercer encuentro” se torna en un libro coral, porque hablan voces de guerrilleros camaradas de Ramiro que tuvieron que ver con las distintas operaciones: El Lobo, El Loco, Tamara (otros más) y luego ellos mismos pero bajo sus apodos de combate: Joaquín, Salomón o La Flaca. La Cuba comunista está de trasfondo, y más adelante, la selva colombiana controlada por la guerrilla.
La prosa de Nona Fernández es limpia. Se caracteriza por frases cortas. Prevalece la concreción. Ese estilo dinámico, además de contar con una estructura dúctil en la que se sostiene y sorprende a menudo al lector, logra que se mantenga la atención en las quinientas catorce páginas del libro. La lectura se acelera cuando se llega en cada capítulo a unas cuantas páginas en blanco que solo llevan impresas una frase o un breve párrafo de los diálogos entre M y N. La autora idealiza la figura del guerrillero, la humaniza —y sutilmente critica al interlocutor con algunas de sus preguntas—: “¿Cuándo comprendiste que la revolución socialista ya no ocurría?”; “Me cuesta entender el trato humanitario del secuestro”. Algunos chilenismos son empelados: cuica (clase social alta); pololo o polola (novio o novia); rasca (algo de mala calidad); cabros (persona muy joven); o baratas (cucarachas) —estas últimas protagonistas de desfases psicóticos de El Lobo en prisión—.
El comandante Ramiro es presentado como un gran lector, hecho que deviene en un juego metaliterario en el que Ramiro crea fichas para resumir los libros que lee. Aparecen dichas notas mecanografiadas con un tipo de letra de una máquina de escribir antigua: Tristano muere. Diciembre 2002 (prisión en Chile); La metamorfosis, Franz Kafka, mayo 2008 (prisión en Brasil); El último encuentro, Sandor Márai, mayo 2005 (prisión en Chile). Lo metaliterario se vierte en la conciencia de los mecanismos para contar historias. M le dice que cada relación es como una historia en capítulos. N, a su vez, especula sobre la historia que relata, cómo contarla y, cuando se va a producir el último encuentro, dice estar “mareada por el eco de tus encierros… los calabozos se repiten. Las puertas metálicas se cierran una y otra vez… una especie de fiebre de encierro que no me deja narrar con claridad, me quita perspectiva, desordena lo que pasó y me hace desconfiar de lo que pueda escribir… llevo mucho tiempo cautiva en esta historia”.
Mauricio lee el manuscrito que la autora da por terminado, además, admite, por presiones editoriales. Se acerca el fin y en la ficha última se produce una ocurrencia genial, además de aquella en la que, ante la claustrofobia del encierro, M visualiza un UFO que se lo lleva de este mundo: Marciano, julio, 2025, Nona Fernández —como una reseña impostada de un libro no publicado, escrita evidentemente por N y no por M—, y se lee en parte de la ficha: “Podría decirse que el libro contiene un poco de realidad y bastante de ficción. Como el personaje retratado se parece a mí, pero insisto no soy yo, quiero dejar en claro algunos puntos para que la lectura no se preste a confusión”. Y procede a enumerar seis puntos discrepantes principales —entre muchos que supuestamente no se corresponden con la realidad— y que el fondo son admisiones de la autora de pasajes en los que acudió a la ficción. Algo parecido a lo que dijo Eduard Limónov sobre Limónov de Emmanuel Carrère, en el sentido de que este apreciaba el esfuerzo, pero que no se sentía identificado con el perfil que presentaba el autor francés del polémico personaje.
¿Desde cuándo los marcianos saben reconocerse a ellos mismos?, cabría preguntarse… El libro escrito por Nona Fernández es meritorio, abarcador, ambicioso, ingenioso, escrito con pulcritud de principio a fin, en constante movimiento de estructuras como los sismos que, con frecuencia, aquejan a Chile, con la rara condición de parecer una novela histórica, un perfil de no ficción en toda regla, pero que termina siendo una novela singular y de envergadura intelectual creativa.
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Autor: Nona Fernández. Título: Marciano. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.


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