Mosaico de razones opuestas para salvar a una niña africana

Una mujer recibe la llamada de una amiga del alma: debe ir a Marruecos para ayudarle a sacar del país a un recién nacido cuyo padre murió al tratar de saltar la valla de Melilla. ¿Debe ayudar la protagonista a su amiga y, con ello, participar en un acto de tráfico infantil, o debe negarse y condenar al bebé a una vida de orfanatos y pobreza?

En este Making Of, María Iglesias cuenta cómo escribió Puro empeño (Edhasa).

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De base, ¿por qué negarlo?, la herida mal curada de romper con alguna amiga. Pero, sobre todo, escenas y experiencias atesorados en el Festival Internacional de Memoria Común de Nador, Marruecos: la confidencia de una joven deseando subirse a la patera para ganar bienestar y libertad; la treta de un chaval haciéndose pasar por familiar de un amigo, ¿para ligar? ¿por husmear? ¿jugar?; la visita a un orfanato por iniciativa de un veterano realizador; el ostentoso brillo de las joyerías en la peatonal calle El Kissariat incesantemente pulida por babuchas de madres cargadas de chiquillos y el chancleteo de vendedores ambulantes, de fruta o pescado, empujando afanosos sus carros. A todo lo cual se sumaron luego los destellos de otro viaje más al sur, al alto Atlas, rumbo al desierto, del que no puedo olvidar al chico, en el umbral de un callejón de la aldea fortificada de Ait Ben Hadu, que dibujaba, para vendérnoslos, paisajes sobre un papel con la llama de un mechero.

Unos chispazos y otros, irrumpieron, se me quedaron dentro, flotando, en esa danza hipnótica de las motas de polvo cuando, un rayo de sol, entra en la habitación y revela lo invisible. De manera que, cuando al terminar Horizonte, mi anterior novela, la agencia Dospassos que me representa, contactó con Edhasa, que con tanta pasión ha publicado aquélla y ésta, yo estaba ya tan absorta en contemplar la coreografía de partículas como cuando miramos una pompa mucho rato y empezamos a ver, primero franjas de colores, luego como olas, al fin, con la imaginación imprescindible, paisajes, escenas, historias.

Así, yo, que de una forma muy natural y orgánica he acabado escribiendo de migración, derechos humanos y hambre de justicia, tanto en mis novelas como en mis reportajes, entrevistas y columnas, vi y trasladé a esa hoja en blanco dentro del ordenador, en manuscritos sucesivos, antes y después de publicar Horizonte, la aventura de dos amigas, una francesa, otra sevillana, Simone y Alba, unidas en su juventud por la beca Erasmus, que al cumplir los 30 años se reencuentran en Nador por petición de Simone, que necesita ayuda para algo delicado. Más que eso, ilegal: sacar de Marruecos, como hija propia, a una bebé africana abocada al abandono.

Alba no acepta sin más, duda que sea lo mejor para la cría. Y el choque entre ambas hace que las piezas inconexas que bailaban en mi cabeza empiecen a encajar, en una estructura de capítulos cortos donde las voces, en primera persona, no sólo de Alba y Simone, sino de Fátima, la madre marroquí de la bebé, de Jamal, joven buscavidas llegado del alto Atlas, de Sékou, padre maliense de la recién nacida presto a saltar la valla de Melilla… acaban por componer el mosaico de la peripecia para salvar a una niña, desde razones distintas e incluso opuestas.

Un mosaico, además, que no es estático; sino que, con esa fluidez propia del caleidoscopio, cambia cada vez que una lectora o lector acerca su ojo a la historia y considera los motivos de cada cual para actuar como lo hace o abandonar. Cada vez, en definitiva, que quienes leen recorren sus páginas, identificándose con unas y otros protagonistas y preguntándose qué harían ellos si fuera de su voluntad y de sus manos de los que dependiera el futuro de esa chiquilla indefensa.

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Autora: María Iglesias. Título: Puro empeño. Editorial: Edhasa. Venta: Todos tus libros.