Este libro reúne la poesía que la autora ha ido escribiendo desde 2006 e incorpora algunos poemas inéditos. Como una orfebre que talla una pieza preciada, Rosa Amor hilvana sus versos con un lenguaje escogido y cuidado. De ahí que el libro haya entrado en segunda edición.
En Zenda ofrecemos cinco poemas de Obra poética (Isidora), de Rosa Amor del Olmo.
***
CUEVA INTERIOR DE LA CONCIENCIA
No voy a descender más a esa covacha
A adobar en salitre la conciencia,
Ni pienso soflamarme de flautas y soles
Ni me prestaré al juego de tus cuerdas afinadas,
esas de saber espectacular,
de cultura eslava,
Mientras el cuervo atroz me desocula.
No me haré huésped de tu vanidosa corriente
Que aunque cristalina, también es visionaria.
No tornaré a tu casa así, impunemente,
Tengo el reloj de los destiempos y tus espejos
cóncavos que me asisten, contra las trapisondas
Que fluyen todas por el espacio.
Pues el deseo deshabita la sordidez del mundo.
Y da constancia a la imaginería que nos inaugura.
Que no eres tú, sino tu transparencia y yo,
la transparentada sombra, que va transitando por ahí,
por cuevas y covachas, interiores de la conciencia.
Del interior, de la cueva anterior y hacia el claro día.
***
LAMENTO DE CAMINANTE
Fatigado por la inefable búsqueda
De sonatas sin guerras,
de cánticos sin violencia
he vuelto al espantoso decorado
de las conciencias que en blanco y negro
olvidan la presencia inocente de la niñez.
Oigo ruido de metralla, gritos sin voz
Cansados del dolor a veces coloreado
Por gargantas de insuficiencia
Aterradas,
Por la mirada del ángel exterminador.
Como el infiel ha vuelto
Con su fuego arrasador y no hay
Ni lágrimas, ni vida que aventar.
He vuelto al horror hermético y aquí estoy.
Los ángeles mirándose entre ellos
Conspiran ante mi llegada.
Los cielos han dicho que no mienten
Que traen verdad sin errar en el impromptu
De las sonrisas de esos muertos que en mi corazón están.
***
METAFÍSICA DE UN SUEÑO
Metafísica de manifiesto absoluto,
Es imagen del poder en su sentido
Violencia de poder ejercida por el mundo
De la ciencia natural.
No podrá dar la inefabilidad al reconocimiento
De lo indispensable.
La conciencia crítica vive en lo platónico
De su fundamentada suerte.
Todavía dedica su fuerza al sentido fructífero
De la única verdad.
Inmanente y sabio, ahora la claridad resuena en la solución
De décadas fructíferas, de metafísicas muertas en una sola fe.
Juicio, acto o amor absoluto
En la filosofía del hombre.
El concepto de tiempo ha vuelto
A emponzoñar las conciencias
Mientras, la edad eterna emerge como un alud de ensoñaciones.
Pero ahora veo el silencio
Tan acostumbrado a la soledad del hombre.
***
LA MANO DE PLOTINUS
Los seres emergen y emanan sangre de ira.
El Dios trascendente es fuente de todo,
todo ser, todo conocer.
El Uno como fuente de todo no se interesa
por nada que no sea Uno,
tampoco tiene consciencia.
No posee nada, ni busca, el Uno es perfecto
Aunque carece de la metáfora de la existencia.
Habla y se desborda, mientras su prodigalidad
convierte en sentidos lo que son tan solo palabras.
El alma cósmica aúna a las almas individuales
cuando el suprasensible límite de ese mundo
purifica la oscuridad mutable.
Toda esta inmaterialidad embrolla
hacia la luz oscura
esa que invade, pero no colma,
aquella que no eleva
la misma que arrastra sin colmar,
sin reunión posible.
No quiero tu patrocinio Plotino
ya no hay purificación de la virtud,
ni tan siquiera
aquel contacto con la belleza de una plenitud
sin denominación.
***
COMO MUERTOS
Muchos no sabían lo que era sentarse
en un banco cualquiera
de palabras primerizas.
De la misma nada brotaron las transparencias
que son como muertos.
Fue un rayo de sol de explicaciones lustrales,
para un agua muy primeriza de saber.
Fue un tajo saltado, así, tanta órbita cabalgada
durante verdades
que alimentan el billete
hacia la Nada.
Esta mustia soledad,
estas cárcavas habitadas
de pájaros nocturnos,
de yermos infinitos.
Troceé ciertas formas en la tierra, acostumbradas
a esta voz vacía
que regurgita náuseas de incomprensión
horadadas de soledades
de inmortal presencia.
No conoces mi nombre, ni tampoco yo el tuyo.
No sabes quién soy yo,
“pero si no quiero ser”, acabo de recordar.
Sigo aventando esperanzas, fugas y más silencios.
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Autora: Rosa Amor del Olmo. Título: Obra poética. Editorial: Isidora. Venta: Todos tus libros.
BIO
Rosa Amor del Olmo es poeta, narradora y ensayista. Doctora en Filosofía y Letras y neuropsicóloga, ha publicado quince poemarios y más de cincuenta estudios sobre Galdós, a quien ha consagrado buena parte de su obra. Dirige la revista Isidora y compagina la creación literaria con la docencia y el periodismo cultural.



“Los seres emergen y emanan sangre de ira. El Dios trascendente es fuente de todo, todo ser, todo conocer. El Uno como fuente de todo no se interesa por nada que no sea Uno, tampoco tiene consciencia. No posee nada, ni busca, el Uno es perfecto. Aunque carece de la metáfora de la existencia. Habla y se desborda, mientras su prodigalidad convierte en sentidos lo que son tan solo palabras. El alma cósmica aúna a las almas individuales cuando el suprasensible límite de ese mundo purifica la oscuridad mutable. Toda esta inmaterialidad embrolla hacia la luz oscura esa que invade, pero no colma, aquella que no eleva la misma que arrastra sin colmar, sin reunión posible. No quiero tu patrocinio Plotino ya no hay purificación de la virtud, ni tan siquiera aquel contacto con la belleza de una plenitud sin denominación.”
Nadie puede adivinar que este texto de prosa pretende ser poesía. No basta cortar renglones para convertir prosa en poesía. En España hay un cantidad impresionante de aspirantes a poetas convencidos de que todo lo que se pone en renglones cortos es poesía, cuando la poesía es algo muy raro, y los verdaderos poetas escasísimos.
El otro día leí un verdadero poema de un poeta que también publica mucha prosa cortada, pero que de vez en cuando tiene versos o poemas que demuestran una verdadera calidad de poeta:
“MON TOUT DANS CE MONDE
Palabras de otro idioma, de otro siglo,
de otro amor: aceptarlas
para poder decir cómo te quiero,
lo que eres para mí.
Exactamente eso: mi todo en este mundo.”
Juan Antonio González Iglesias
(Por cierto, la frase procede de una carta de 1846 escrita por Juliette Drouet a su querido V. Hugo: “Je ne te dis pas cela légèrement, mon Victor, je le sens comme je sens que je t’aime et que tu es mon tout dans ce monde.”).
Probablemente debería saber usted que ese poemario en tapa dura recoge 14 cuadernos de poesía, son 450 páginas de versos. De esos versos, alomejor alguno es bueno, tal vez no lo sea, como tampoco es buena la elección de los CINCO que aparecen aqui. Cómo no sabe usted nada de mi poesía, puede usted opinar sobre CINCO y se quedará muy feliz. ¡Le felicito! Siempre hace usted la misma memez. Hablar de lo que no sabe y opinar de lo que no debe, como los graciosines. No me importan los premios porque no creo en ellos. Se compran, por la misma razón que si llego a saber que hay lectores destructivos como usted, bobos de salón dé los ¡rediós que lo echen a las galeras de la oscuridad! Que diría cualquier reina…pues eso, menos mal que no soy reina, porque las poetas como yo, solo hablan con gente inteligente y harta me tiene usted de sus boberías de salón. ¡ Ojo! me molesta más si cabe el jabón de otros, pero admito la educación y amo a los lectores que construyen, una generosidad intelectual que a usted le queda muy lejos. Recuerde siempre: una crítica no es una opinión, se forma en argumentos incluso hoy en día, científicos.
Nada me gustaría más que leer sus poemas. Ya sabe, elija mal cinco poemas de 500 páginas que ya me encargo yo de hundirle un pelín, que se me da de hongos!
No gusta, pues ya lo siento, pero no sé cargue la obra de nadie por un poema en prosa o por lo que sea que le pase a usted, hoy. Igual si se va a ver la obra…
“No es infrecuente, en estos tiempos de opinión pronta y juicio sin digestión, que se confunda la literatura con el ornato y el oficio con la gratificación inmediata. A tales confusiones suele seguirles un enojo, no tanto contra lo escrito como contra el hecho mismo de que exista.
Quien escribe no lo hace por estipendio —que raramente lo hay—, ni por esa vana mercancía del aplauso que hoy se reparte con prodigalidad y mañana se retira con igual ligereza, sino por fidelidad a una voz que, de no ejercerse, acaba por volverse contra su dueño. Publicar es exponerse; y exponerse, en literatura, es condición previa, no premio.
No se hace uno autor por un artículo, como no se hace médico por socorrer a un caído en la calle, ni se destruye una trayectoria por el desagrado de un lector. La obra es camino largo, de tanteos, de errores y de perseverancia, donde concurren el entendido y el necio, el lector atento y el que sólo acude a oírse a sí mismo.
Respeto el disgusto, que es forma legítima de lectura; no así la acritud, que suele delatar más al temperamento que al texto. El lector verdadero —aun cuando disienta— guarda una cortesía intelectual que no nace de la simpatía, sino del entendimiento.
Deje, pues, vuesa merced constancia de su parecer. Yo, por mi parte, continuaré en el ejercicio del oficio, que es más antiguo que nuestras discrepancias y, con frecuencia, más duradero que ellas.
(A ver qué tal esa vuelta por la obra)
Digamos que resulta a veces difícil entender sus palabras, pero no deja de ser interesante su forma de expresarse.
Dedicado a Pablo75 y otras hierbas. “Sepa vuesa merced —si es que aún le queda oído para la razón— que no se hace escritor quien escribe, sino quien persevera; ni se hace lector quien vocifera, sino quien entiende.
No se compra el juicio ni se alquila la palabra, ni se escribe por bolsa de pipas, ni por cosmética alguna del aplauso. Escríbese porque hay voz, y publícase porque hay riesgo. Quien no se arriesga, murmura desde la sombra; quien no entiende, confunde aspereza con fondo.
No basta un desagrado para desautorizar un oficio, como no se hace médico quien una vez venda una herida ni poeta quien encadene cuatro versos al azar. La literatura es carrera larga, de fondo y de silencio, donde caben los sabios, los torpes, los distraídos y aun los malintencionados; mas sólo permanecen los lectores verdaderos, incluso aquellos a quienes no place lo leído, pero saben respetarlo.
Vuesa crítica no me desanima, pues no va dirigida a la obra, sino a la existencia misma de quien se atreve a ofrecerla. Y a eso, señor mío, no se responde con disculpa, sino con constancia.
Siga vuesa merced en su trinchera. Yo seguiré en la mía: escribiendo, exponiéndome y creyendo —todavía— que la cultura no es griterío, sino fondo.”.
Su respuesta es demasisado incoherente, por no decir caótica, para que merezca ser rebatida punto por punto. Para demostrar que no es usted poeta, basta leer algunos de sus renglones cortados, que a veces rozan lo ridículo:
“No voy a descender más a esa covacha
a adobar en salitre la conciencia,
ni pienso soflamarme de flautas y soles
ni me prestaré al juego de tus cuerdas afinadas,
esas de saber espectacular,
de cultura eslava,
mientras el cuervo atroz me desocula.”
La poesía es otra cosa que esa logorrea arbitraria que tanto abunda en el mundillo pseudopoético español actual (esas líneas que cito hubieran podido ser escritas por un millar por lo menos de aspirantes a poetas ibéricos contemporáneos).
La poesía verdadera es la que ninguno de esos “poetillas” (como díría Juan Ramón) parece leer nunca. La de un Eloy Sánchez Rosillo, por ejemplo:
Principio y fin
Puede ser que te digas: “El verano que viene
quiero volver a Italia”, o: “El año que hoy empieza
tengo que aprovecharlo; con un poco de suerte
acabaré mi libro”, y también: “Cuando crezca
mi hijo, ¿qué haré yo sin el don de su infancia?”.
Pero el verano próximo, en verdad, ya ha pasado;
terminaste hace muchos años el libro aquel
en el que ahora trabajas; tu hijo se hizo un hombre
y siguió su camino, lejos de ti. Los días
que vendrán ya vinieron. Y luego cae la noche.
A la vez respiramos la luz y la ceniza.
Principio y fin habitan en el mismo relámpago.
O la de Mario Míguez (1962-2017), inmenso poeta que muy poca gente conoce porque fue alguien al que nunca le preocupó su “carrera literaria”:
Agonizantes
Luchan por respirar otro aire nuevo
como si el aire nuestro de esta vida
no les valiese ya, fuese muy turbio,
enrarecido y denso, y los ahogase.
Luchan por acceder a otro aire limpio
distinto del de aquí, de una indecible
pureza que es mortal para la carne.
Y hacen gestos de esfuerzo, que parecen
impotentes, inútiles, absurdos:
dificultosamente empujan con el pecho
una puerta de bronce, y la entreabren;
tras ella está el espacio inconcebible
de ese aire que es luz pura y que es la muerte.
No bastan los pulmones. Todo el cuerpo
resulta insuficiente. Sin embargo
su expiración postrera nunca es signo
de abandono o fracaso: es la llegada.
Quedan quietos de golpe: al fin respiran.