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La narración del mal

Para saber en qué consiste eso de ser humano, nada mejor que encontrarse con situaciones dramáticas, situaciones que en algunas sensibilidades podrían rozar la crueldad. Lo sabe Ivo Andrić (Travnik, Bosnia, 1892 – Belgrado, Serbia, 1975), como sabe que la forma mejor en que nos afecte es la de convertirse en un narrador puro, de modo que sus creaciones, sus personajes, nos acompañen emocionalmente, como nosotros los hemos acompañado durante la lectura. Conocer a fray Petar, por ejemplo, tendrá una intensidad que podría compararse a la que supone conocer al buen soldado Svejk o al mismísimo Alonso Quijano. Petar es un fraile que va contando con más protagonismo a medida que avanzamos en la lectura de estos relatos, hasta llegar al último, El patio maldito, que por extensión podría ser una novela corta. Pero este final, de casi cien páginas, es un regreso al espíritu de Sherezade: en una cárcel claustrofóbica, presidida por un alcaide brutal, se encuentran unos personajes que conservan cierta inocencia, y esos encuentros darán pie a lo solidario y al regreso de la necesidad de narración propia de la infancia, y también de la infancia del hombre. Se narrarán unas historias que serían maravillosas de no ser por el realismo que contienen. Será, de hecho, este realismo el que imponga su tono a lo largo de todo el libro.

"Ese debate entre vanidad o autocompasión bien puede simbolizar la idea que tiene Ivo Andrić sobre la entereza humana o la fragilidad humana"

Ivo Andrić nos lleva de regreso a su tierra, a los Balcanes, y a esos periodos de conflicto en los que lo propio de la convivencia de diferentes culturas era el enfrentamiento, y el mestizaje estaba mal visto. Acabamos de decir “diferentes culturas”, pero bien podríamos habernos significado por “diferentes religiones”. Hay una pequeña tentación a amonestar el belicismo entre religiones, pero lo que se va imponiendo, relato a relato, es la humanidad buena y sentimental, que acabará teniendo su mejor reflejo en nuestro fraile, tan bien dotado para la narración oral y la memoria. La impresión que terminará por imponerse es que el volumen puede no tratarse de una novela, pero sí tiene una continuidad, como sucedía en esa obra maestra que se titula Un puente sobre el Drina. Entre las razones que nos llevan a considerar esa unidad está, por un lado, el territorio, fronterizo, alejado, intemporal: «y dado que la tierra es mucho más grande, fuerte y duradera que la vida humana, uno se olvida y se pierde cada vez más en ella»; y, por otra parte, también esa inmersión en los seres que se debaten entre los conflictos propios del ser humano:

«—¡Cuánto mundo he visto, Yekaterina! ¡Cuánto mundo he recorrido!

» Ni él mismo sabía si alardeaba o se estaba lamentando, así que se detuvo.»

"Hay una vehemencia contenida en las narraciones de Andrić, muy bien contenida, porque lo que se impone es el puro relato, próximo a la oralidad, y todo el contenido de humanidad que puede haber dentro de las reacciones de cada personaje"

Ese debate entre vanidad o autocompasión bien puede simbolizar la idea que tiene Ivo Andrić sobre la entereza humana o la fragilidad humana. La pregunta que aflora, constantemente, es qué les falta a estos seres que, como nosotros, están tan incompletos. Andrić se valdrá para ello de la ética en tiempos de supervivencia, de los traumas o del estrés postraumático, de la violencia, de los atolladeros por ley, de los últimos instantes de vida, del sentimiento de culpa. Nos indicará que la vida que tenemos no tiene nada que ver con la vida que merecemos, nos descubrirá los mundos ajenos, incluso los lugares donde se ofertan milagros, y los enredos cotidianos entre quienes se supone deben prodigar rezos y bondad. Llegaremos incluso a preguntarnos de qué vale pecar cuando acompañemos a un religioso que se adentra en el monte para confesar a un bandido. Hay una vehemencia contenida en las narraciones de Andrić, muy bien contenida, porque lo que se impone es el puro relato, próximo a la oralidad, y todo el contenido de humanidad que puede haber dentro de las reacciones de cada personaje. Traer a nuestro país El patio maldito es uno de los más grandes aciertos editoriales de los últimos tiempos.

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Autor: Ivo Andrić. Título: El patio maldito. Traducción: Marc Casals. Editorial: Xordica. Venta: Todos tus libros.

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