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Mario Alonso Puig: “El amor está muy mal entendido, es algo azucarado, muy blandito”

Mario Alonso Puig: “El amor está muy mal entendido, es algo azucarado, muy blandito”

El doctor Mario Alonso Puig (Madrid, 1955) dedica su último libro, que es una reedición actualizada del primero, a quienes buscan “cómo alinear mentes y corazones en un propósito común”. En Madera de líder (Espasa, 2025), invita a descubrir, fomentar y aprovechar el liderazgo humanista en una sociedad anémica de referentes y en la que, a pesar del “sueño del ‘eterno progreso’”, “cada vez es mayor la incidencia de cuadros de desánimo, ansiedad y depresión”.

Puig ejerció como médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo durante un cuarto de siglo en hospitales de EEUU y de España. En 2002, transitó a la investigación y docencia en el campo del desarrollo personal y profesional y, desde hace años, es sobre todo conocido por su labor divulgativa: ha publicado doce libros, ha trabajado con universidades, hospitales, empresas e instituciones de más de treinta y cinco países, ha dado conferencias por medio mundo y sus seguidores se cuentan por millones. Recibe a Zenda en su oficina, sita en esa zona de Madrid que Raúl del Pozo, hace ya muchos años, denominó “Costa Fleming”.

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—Señor Puig, ¿dónde están los líderes?

"Hay que ser capaces de pensar en los demás, de buscar un bien no ya individual, sino colectivo"

—Los líderes están en cualquier sitio donde veas, metafóricamente hablando, que hay un oasis en medio del desierto. Hoy (la entrevista se hizo el viernes, 5 de diciembre), por ejemplo, en un programa de radio en el que he participado, hablaban de una persona que se llamaba Vicente, que tenía un quiosco y que ha fallecido. Han empapelado el quiosco con montones de mensajes, llegados de todas partes, de personas que le daban las gracias por lo que había aportado a sus vidas. Esos son los únicos líderes que me convencen. Un liderazgo que no está basado en el poder, en la capacidad de premiar, de castigar, o en el deseo de mandar, sino en el deseo de inspirar, de ilusionar, de irradiar luz. Por tanto, lo puedes encontrar en un quiosco, en una familia, en una empresa…, en montones de sitios. Ahora bien, son pocos porque hace falta seguir una senda, que es la de superar el egoísmo, el egocentrismo. Hay que ser capaces de pensar en los demás, de buscar un bien no ya individual, sino colectivo, y eso pide una generosidad y un nivel de entrega que no todo el mundo está dispuesto a dar.

—¿Un líder puede ser un tirano?

—Depende de cómo lo enfoquemos. Liderar es la capacidad de influir. Entonces, tú puedes influir en las personas y luego, con esa influencia, hacer dos cosas: puedes ayudarles a ir a un sitio mucho mejor, donde esas personas experimenten algo hermoso en su vida, o puedes utilizar esa influencia para tiranizarles, someterles, llevarles a un lugar de escasez, de sufrimiento o de conflicto.

—Maquiavelo decía que “es mucho más seguro ser temido que amado”. Entiendo que no suscribe.

"A mí, que alguien considere que es mejor ser temido que ser amado me muestra, de entrada, una persona que vive constantemente en la sospecha"

—(Piensa) La verdad es que esa frase es tremendamente dura, ¿no? Depende de lo que Maquiavelo, en aquella época, considerara qué era seguridad. A mí, que alguien considere que es mejor ser temido que ser amado me muestra, de entrada, una persona que vive constantemente en la sospecha, en la desconfianza. Eso es absolutamente incompatible con la felicidad, con que emerja lo mejor que hay en nosotros. Maquiavelo intentaba orientar sobre formas de ganar poder a través del camino que no considerara el más oportuno. Lo importante era, en el pensamiento de Maquiavelo que conozco, lograr el objetivo; los medios, los que fueran. Yo, obviamente, no puedo suscribir eso en absoluto.

—Permítame una breve incursión política: ¿Pedro Sánchez es un líder? ¿Y Alberto Núñez Feijóo?

—Si entendemos que liderar tiene que ver con influir, ambos son capaces de influir. Tanto Sánchez como Feijóo influyen. La pregunta que dejo abierta es: ¿de qué manera están influyendo? ¿Qué es lo que está emergiendo de esa influencia? Cada uno tiene que contestarlo según su experiencia personal.

—Garrigues Walker escribe en el prólogo que el objetivo de este libro es “convertir a cada persona en líder de sí mismo”. Para liderar a otros, ¿hay que liderarse a uno mismo?

"Edmund Hillary, la primera persona que coronó el Everest, dijo que la mayor conquista es conquistarse a uno mismo. Ese es el gran desafío"

—Antonio es una persona que tiene una enorme trayectoria profesional, de enorme prestigio internacional y es, además, una persona con un gran conocimiento de la precisión de la palabra. Efectivamente, es muy difícil dar de lo que no se tiene. Si tú no eres capaz de liderarte, si no eres capaz de influir en tus estados de ánimo, ¿de dónde vas a sacar la fuerza, la coherencia, el carácter para influir en la vida de otra persona? Edmund Hillary, la primera persona que coronó el Everest, dijo que la mayor conquista es conquistarse a uno mismo. Ese es el gran desafío.

—Supongo que algo parecido pasa con el amor: es complicado amar al prójimo como a uno mismo si uno no se ama a sí mismo.

—Para mí, Jesús de Nazaret fue el líder por excelencia. Lo que ocurre es que el amor está muy mal entendido. Es algo muy azucarado, muy blandito. No creo que la vida de Jesús fuera blandita. Fue una vida extraordinaria, ejemplar. Tan ejemplar que hoy hay más de 1.000 millones de personas que buscan o buscamos seguir su ejemplo. El amor es una fuerza de tal calibre que es capaz de transformar todo lo que toca. Lo que sucede es que nuestro amor es muy condicionado, es tipo trueque: yo te voy a amar si tú eres como yo quiero que seas; yo te voy a amar si tú haces lo que yo quiero.

—No digamos ya lo de amar a los enemigos…

—Hay que entender una cosa. Por ejemplo, en la época de Lincoln, cuando ganan contra los estados del sur en la Guerra de Secesión. Lincoln buscó tratar a los vencidos con compasión. No con blandura: con compasión. En un momento determinado, una mujer congresista norteamericana, en una de las sesiones, empezó a gritarle que era vergonzosa la forma tan bondadosa, por decirlo de alguna manera, con la que trataba a los enemigos; que a los enemigos, ni agua, que había que acabar con ellos para siempre. Y él dijo: “Señora, si convierto a los enemigos en amigos, ¿dónde quedan mis enemigos?”. Todos sabemos que cuando ha habido personas que han expresado esa forma de amor, no digo que siempre, pero, en muchos casos, se ha producido un impacto realmente sorprendente.

—Cuenta que su misión es la de “unir a las personas para que rompan sus aparentes limitaciones” y puedan experimentar en sus vidas, entre otras cosas, un mayor amor. ¿Conjugamos mal el verbo “amar”?

"Volviendo a Jesús: había una persona que era tremendamente despreciada por los dos pueblos entre los que vivía, el romano y el judío"

—Entendemos el amor, exclusivamente, como un sentimiento. Entonces, no puedes amar a esos enemigos, o a quienes consideras enemigos, porque no sientes ese afecto hacia ellos. Pero hay otra forma de amor, que es la más poderosa: tú eliges amar. Buda ponía un ejemplo muy interesante: un árbol no se plantea si aquella persona a la que está dando sombra u oxígeno se lo merece o no, él simplemente es así, da sombra y da oxígeno. Estoy convencido de que si entendemos que el amor es una decisión, no simplemente un sentimiento, sino una elección, buscaremos tratar con respeto, con dignidad, con deseo de no dañar, sí de corregir, no de castigar, a las personas con las que no sentimos ese sentimiento de amor. Volviendo a Jesús: había una persona que era tremendamente despreciada por los dos pueblos entre los que vivía, el romano y el judío.

—El recaudador de impuestos.

—Exacto. Era despreciado por los romanos y por su propio pueblo. Yo me imagino que Mateo se despreciaría también a sí mismo. Por tanto, todo era, posiblemente, desprecio en la vida de Mateo. Con lo cual, alguien que se siente despreciado de semejante manera, vivía en un estado de amargura permanente. Se acerca un joven y le mira. Y algo debía de tener esa mirada. Algo debió impactar en el corazón de Mateo. El que vivía enfrentado consigo mismo y con el mundo, escribió, probablemente, el evangelio más conmovedor de todos ellos. Y, posiblemente, algunas de las músicas clásicas más profundas que se han escrito en relación a los momentos de la vida de Jesús tienen que ver con Mateo. Esto es, en acción, el poder transformador del amor. Yo, personalmente, he visto que cuando ese amor entra en juego, quizá en momentos puntuales, en determinadas situaciones, pasan cosas descomunales. Lo he visto. Por otro lado, sabemos que el amor es leído por nuestros propios genes, por nuestras propias células. El amor libera oxitocina, una hormona que protege el cuerpo. El amor hace que el corazón entre en coherencia cardiaca, mejora el funcionamiento del sistema inmune…, quien se siente amado, se siente valorado y querido.

—¿Cuándo descubre su misión? ¿Cómo un especialista en cirugía general y del aparato digestivo, con más de veinticinco años de experiencia, se pasa al mundo de la formación empresarial?

"Tuve una experiencia muy poderosa con la envergadura del sufrimiento humano"

—La misión la descubrí con dieciséis años. Tuve la ocasión de ver en un telediario unas escenas que me impactaron muy profundamente. Un terremoto, en un país hermano, en América Latina. Recuerdo, junto a la brutalidad de las imágenes, perfectamente, que el periodista que estaba allí desplazado dijo: “Los médicos hacen lo que pueden para salvar la vida de las personas que han sido rescatadas o en proceso de”. Tuve una experiencia muy poderosa con la envergadura del sufrimiento humano. Hay personas que creen que eso ocurrió porque alguien en mi familia tuvo alguna enfermedad o le pasó algo. No, no. Como el campo que se me mostraba era la medicina, cambié mi vocación.

—¿Cuál era su vocación?

—La biología. Y descubrí que mi misión era la medicina. De hecho, aunque no ejerzo la medicina clínica, ejerzo otra forma de medicina. Nunca olvidemos que el padre de toda la medicina occidental, Hipócrates, si no el mejor, uno de los mejores médicos que el mundo ha conocido, hace veinticinco siglos nos hablaba de que la salud no implicaba solo el cuerpo: había un componente emocional, un componente espiritual, y los médicos teníamos que ayudar a ese organismo a sanar.

—¿Es consciente de su nivel de influencia? Cuando ve, qué sé yo, que en Instagram le siguen 3,5 millones de personas, ¿qué piensa?

—El nivel de influencia que pueda tener lo percibo, de alguna manera, porque las personas, cuando me paran por la calle, expresan un cariño y una gratitud que me conmueven. Esa es la influencia que quiero tener: en el corazón de las personas, ayudarles a vivir con más confianza, a superar los momentos difíciles, a que puedan sobrellevar pruebas complejas y a descubrir lo que les conecta con los demás, no lo que les separa. El componente de influencia parte de esa necesidad vital de poder transmitir cosas que sé que pueden ayudar mucho a las personas. Junto a la ilusión que eso me produce, saber que existe ese nivel de influencia, está la enorme responsabilidad de tener claro que tengo que seguir por este camino.

—¿Y qué tal se lleva con la crítica?

—Depende del tipo de crítica. Cuando la crítica, realmente, parte de una búsqueda de ayudar, de una búsqueda de corregir algo que necesita ser corregido, y yo cometo errores todos los días y varias veces a lo largo del día, lo llevo razonablemente bien; cuando la crítica es por criticar, no está sustentada en nada, me resulta compleja de entender.

—Escribe que “es importante mantener una actitud de humildad y fascinación ante los grandes misterios de la vida”. ¿La soberbia es el peor de los pecados?

"El creer que uno solo puede con todo, el vivir de espaldas a la espiritualidad, el considerar que lo que yo veo es lo único que hay…, esta soberbia, este egocentrismo"

—La palabra “pecado” viene del arameo, que era el lenguaje que hablaba Jesucristo. Significa “errado”. El mayor error del ser humano es su soberbia. De ahí parten todos los males, de creerme más que el otro. Yo puedo tener más o menos que otro, pero nunca soy más o menos. El creer que uno solo puede con todo, el vivir de espaldas a la espiritualidad, el considerar que lo que yo veo es lo único que hay…, esta soberbia, este egocentrismo, esta arrogancia, está en el origen de todos o de casi todos los males que experimentamos.

—¿Cuál es el misterio que más le fascina?

—Siento fascinación por la experiencia con lo inefable. Por la experiencia de Dios, de lo que nos trasciende, del amor incondicional, del amor eterno. Es decir, la experiencia que tuvieron grandes místicos como san Juan de la Cruz o santa Teresa de Ávila, grandes escritores como Goethe, grandes filósofos como Sócrates, Platón, Plotino…, o grandes científicos, como David Bohm, Niels Bohr o el propio Albert Einstein. Ellos tuvieron experiencia de lo inefable y lo sabemos por cómo lo expresaron. Ellos tuvieron un contacto directo con esa realidad, que está en el trasfondo de lo que vemos, más allá de lo que nuestros sentidos son capaces de captar. Eso es lo que me fascina. Se ha convertido, desde hace años, en una magnífica obsesión que llevo, lógicamente, con paciencia, procurando saborear el momento.

—Vamos acabando, señor Puig. Lamenta que “las personas estamos perdiendo muy deprisa nuestra capacidad de soñar porque confundimos sueños con utopías”. Cuénteme más.

"Pero tenemos una mente, que es la conectada con el hemisferio derecho del cerebro, capaz de ver más allá"

—Tenemos la mente dividida en dos partes. Tenemos una mente ligada al hemisferio izquierdo del cerebro. Es una mente muy racional, sólo se cree lo que puede ver, oír y tocar; el resto, milongas. Pero tenemos una mente, que es la conectada con el hemisferio derecho del cerebro, capaz de ver más allá. Si la primera te da la visión física, la segunda te da la visión metafísica. La primera es el origen de la mayor parte de nuestros pensamientos automáticos; la segunda, el origen de la intuición, de los descubrimientos, de ver las cosas bajo una nueva dimensión. Cuando uno empieza a sentir que el sueño toma vida y lo nota porque el corazón empieza a vibrar de una nueva diferente, porque empiezas a ilusionarte de una manera nueva, el hemisferio izquierdo, que no sabe cómo gobernar eso…

—Ejerce de aguafiestas.

—Lo quiere anular. Es como las épocas de la Historia en las que alguien ha hecho un descubrimiento y, como no se podía aceptar ese descubrimiento, había que cargarse al descubridor (risas). El hemisferio izquierdo es el que construye, fundamentalmente, el lenguaje, y dice: “Es una utopía”. Claro, si a alguien le dices: “Tengo un gran sueño”, y alguien te dice: “¿No será una utopía?”, simplemente, por haber dicho la palabra “utopía”, te baja la intensidad del sueño.

—Pregunto, quizá, desde el hemisferio izquierdo: ¿cuán fina es la línea que separa la utopía de la distopía?

"Una cosa es soñar y otra cosa es estar fuera de una realidad, aunque sea una realidad amplia"

—Una cosa es soñar y otra cosa es estar fuera de una realidad, aunque sea una realidad amplia. Yo puedo soñar como algo que me eleva, que me inspira, que me moviliza, o puedo soñar algo que es absurdo. Es absurdo teniendo en cuenta no las posibilidades que hay en el mundo, sino teniendo en cuenta mi situación en el mundo. Por ejemplo: yo soñé que me formaría en EEUU, en la mejor universidad, en Harvard. En el lugar donde te informaban en Madrid sobre los requisitos para poder hacer una especialidad en EEUU, me dijeron, literalmente, que el examen era tan complicado que no lo había pasado nunca nadie en España. Yo soy una persona con una capacidad normal, soy muy estudioso, eso es verdad, pero no he sido brillante en mis estudios. He sacado buenas notas en medicina, pero no un fuera de serie. Pero yo me ilusioné con aquello. Y yo seguí, a pesar de las dificultades, a pesar de lo que me habían dicho, y me metí horas y horas de estudio…

—Echar codos ayuda.

—Primero, aprobé el examen. Saqué una nota muy buena en el examen. Y luego, curiosamente, por los canales más sorprendentes, más inimaginables, uno de los hospitales de la Universidad de Harvard me ofreció hacer el fellowship de cirugía allí. Cuando tú ves eso, que no te digan que el sueño es una utopía. Ahora, si digo: “Quiero entrar en Harvard cuando quiera, pronto y tal cual…”, chico, eres una persona llena de arrogancia que quieres que el Universo adapte sus procesos y sus tiempos a los tuyos.

—¿Le queda algún sueño por cumplir?

—Yo tengo un sueño y no es que quiera cumplir ese sueño, es que vivo mi sueño. Para mí, un sueño no es un sitio que alcanzar, sino una forma de vivir. Estoy viviendo mi sueño. Porque estoy viendo cómo hay personas que, a través de los libros, o de entrevistas como la tuya, están reavivando su sueño.

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John P. Herra
John P. Herra
12 horas hace

Ignoraba que “pecado” significa “errado” en su origen etimológico: ¡qué gran redescubrimiento, porque solemos creer en un significado pueril, en esa vulgarización infantil que pasa de padres a hijos y que significa algo así como “prohibido”. Ahora entiendo la diferencia de la noción de pecado en el cristianismo y otras religiones. “Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. No tenenos derecho a permanecer en el error, pero es preciso ser indulgente y no prejuzgar, porque ¿quién no ha errado alguna vez?

Qué precisión hay en el amor y, sin embargo, qué problemático es teorizarlo, porque es superior a la razón, la trasciende: ¿qué racionalidad hay en sacrificar incluso la propia vida por amor? Y sin embargo, el amor es lo único que puede dar la felicidad al hombre. No hay placebos ni sucedáneos que funcionen, el dinero, la fama, el poder… Son dioses falsos.

Paula
Paula
2 horas hace

“El amor no es selectivo, así como la luz del sol no es selectiva. No hace a una persona especial. No es exclusivo. La exclusividad no es el amor de Dios sino el ‘amor’ del
ego. Sin embargo, la intensidad con la que se siente el verdadero amor puede variar. Puede haber una persona que te refleje su amor de manera más clara e intensa que otras, y si esa persona siente lo mismo por ti se puede decir que estás en una relación de amor con él o ella. El vínculo que te conecta con esa persona es el mismo vínculo que te conecta con la persona sentada a tu lado en un autobús, o con un pájaro, un árbol, una flor. Solo difiere el grado de intensidad con el que se siente.” – Eckhart Tolle, El poder del ahora: una guía para la iluminación espiritual