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Alexander Watson: «La guerra refuerza los prejuicios»

Alexander Watson: «La guerra refuerza los prejuicios»

Limpieza étnica, pogromos, asesinatos y masacres. La Primera Guerra Mundial fue algo más que una contienda de trincheras. Alexander Watson, uno de los mejores historiadores contemporáneos, muestra con toda viveza la crueldad y violencia que dominó esta contienda. Lo hace en uno de esos libros que se deben que leer: La fortaleza (Desperta Ferro). Una obra que da cuenta de los oprobios y las humillaciones, pero también de la valentía y de las gestas de la que son capaces los hombres en los momentos desesperados.

Guiado por un pulso narrativo propio de una novela, pero sin desviarse de los hechos, indaga en el asedio que padeció Przemyśl, una ciudad multiétnica del imperio austrohúngaro que, en una situación desfavorable y en medio de catastróficas decisiones militares, resistió la embestida de los ejércitos rusos. Batallas, hambre, peste, muertes… El historiador firma un vivo retrato del frente del este durante la contienda del 14 y brinda a la vez un fresco inigualable de la condición humana. Una obra que explica los orígenes del enfrentamiento actual entre Rusia y Ucrania, y demuestra que las políticas de Putin sobre desplazamiento de población, exterminio y rusificación del territorio no son nuevas en estas tierras. Ya las aplicado el zar Nicolás II hace más de un siglo.

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—La guerra saca a la luz los prejuicios de los individuos?

"Los prejuicios, el odio y la amargura no se evaporan sin más una vez que ha terminado un conflicto"

—La guerra ciertamente engendra odio y refuerza los prejuicios. La matanza y la destrucción que trae consigo deja cicatrices muy amargas. Pero también hay que tener en cuenta que el odio es inflamado y amplificado por la propaganda, que deshumaniza al enemigo y retrata una lucha maniquea entre el bien y el mal absoluto. Los prejuicios, el odio y la amargura no se evaporan sin más una vez que ha terminado un conflicto. Solo hay que atender a las secuelas que dejó la Primera Guerra Mundial para ver cómo pueden empeorar con el tiempo y luego estallar en una violencia renovada.

—Esa propaganda que menciona fue esencial en 1914.

—En la Primera Guerra Mundial, todos los bandos publicitaron las atrocidades y agresiones enemigas para convencer a su población de que había que librar esta guerra. Los franceses y los británicos hicieron circular informes sobre crímenes de guerra que cometieron los alemanes contra civiles belgas y franceses en 1914. Los publicistas alemanes, a su vez, retrataron a los británicos como auténticos monstruos por tratar de matar de hambre a sus mujeres y niños cortando las importaciones de alimentos. En Austria-Hungría, el ejército ruso fue condenado desde el comienzo de la contienda como una horda bárbara y, de hecho, perpetró muchas atrocidades, especialmente contra los judíos en las tierras de Europa del Este que invadió.

—¿Los prejuicios sociales influyeron después de estallar del conflicto?

"Las tensiones sociales y la hostilidad de clase crecieron enormemente bajo la presión de la guerra"

—No tuvieron una gran influencia en los comienzos de la Primera Guerra Mundial, pero sin duda las tensiones sociales y la hostilidad de clase crecieron enormemente bajo la presión de la guerra y, desde luego, dieron forma al mundo de la posguerra. Esto se manifestó más sangrientamente en Rusia, donde una revolución proletaria derrocó al zar Nicolás II en 1917. Sin embargo, Rusia no estaba sola. Todas las potencias perdedoras vivieron convulsiones revolucionarias de algún tipo. En Hungría y, en menor medida en Alemania, a principios de la década de 1920, los levantamientos de extrema izquierda desencadenaron brutales reacciones provenientes de la derecha. Esta polarización entre izquierda y derecha, y más libremente entre proletarios y burgueses, fue importante para allanar el camino para las dictaduras de entreguerras en la Europa Central.

—¿El asedio de la ciudad Przemyśl es un retrato de la condición humana en la guerra?

—Sí. Los asedios son una forma de guerra muy antigua y Przemyśl enfrentó condiciones de este tipo entre 1914 y 1915 que, sin duda, le hubieran resultado familiares a ciudadanos de la antigüedad o de la edad media: frío intenso, escasez de alimentos, enfermedades, epidemias y desesperación. Sin embargo, también sufrió muchos horrores típicamente modernos, como los bombardeos aéreos y de artillería, el choque entre ejércitos formados por reclutas mal entrenados y la limpieza étnica. Elegí escribir sobre Przemyśl en parte porque la terrible experiencia que vivió la ciudad entre 1914 y 1915 me pareció que subrayaba el hambre, la brutalidad y el racismo que durante las décadas siguientes asolarían Europa Central y Oriental.

—¿Y el factor humano?

"En Przemyśl hubo de todo, desde una valentía extraordinaria hasta una brutalidad inimaginable"

—También me atrajo por eso, porque reflejaba los extremos de la condición humana. En Przemyśl hubo de todo, desde una valentía extraordinaria hasta una brutalidad inimaginable. Es difícil imaginar las «guerras totales» del siglo XX porque son increíblemente vastas y destructivas. Al centrarme en una sola ciudad, aunque fuera una ciudad de una importancia crucial y estuviera en el epicentro de la violencia, pensé que podría brindar una comprensión mejor y más íntima de lo que padecieron las personas en ese momento. El estallido de las hostilidades en 1914 fue un golpe terrible para la mayoría de las personas. Fue la primera guerra realmente importante en Europa en cien años. Los soldados que sirvieron en la guarnición de Przemyśl eran en su mayoría de mediana edad, que se perdieron por el repentino colapso de la civilización. Tenían familias, granjas, negocios y carreras, pero todo fue barrido por el caos, la violencia y el odio.

—¿Qué lección nos enseña Przemyśl?

—Mi libro comienza con la frase: «A veces, las cosas que asumimos como seguras, que tomamos como sólidas, estables y duraderas, pueden derrumbarse con sorprendente rapidez». Para mí, esa es la lección del asedio y una de las principales de toda la Primera Guerra Mundial. Lo que asumimos como «normalidad» y el orden natural de las cosas puede colapsar con una velocidad aterradora. Eso lo hemos visto en nuestra época, aunque en menor medida, con la pandemia del Covid. Desafortunadamente, la paz no debe darse por sentada. Las décadas anteriores a 1914 habían sido de paz y de un vertiginoso progreso tecnológico en Europa. Fue en gran medida una época optimista. A pesar de las tensiones internacionales y el militarismo de la época, el estallido de la guerra supuso un terrible impacto para los contemporáneos, y su extraordinaria violencia arrasó con imperios y destruyó vidas. Su mundo, en algunos aspectos, me recuerda inquietantemente al nuestro y creo que es importante no ser complaciente. La paz, la estabilidad y la democracia no están garantizadas. Mi generación, ahora tengo poco más de 40 años, y la generación de europeos de mis padres ha sido increíblemente afortunada de no haber conocido la guerra de primera mano; si uno mira hacia atrás en la historia, esto es inusual.

—¿Podría decirme por qué esta parte de Europa es tan conflictiva?

"Estos diferentes grupos étnicos habían coexistido pacíficamente durante siglos"

—Antes de 1914, Europa central y oriental era una zona fronteriza imperial. Allí gobernaron tres imperios: el alemán, el ruso y el austrohúngaro. La población estaba muy mezclada étnicamente. Polacos, ucranianos, rumanos, judíos, alemanes, lituanos, letones, estonios y rusos vivían en la región, a menudo hombro con hombro en las mismas comunidades. Estos diferentes grupos étnicos habían coexistido pacíficamente durante siglos: no había nada inevitable en las limpiezas y el genocidio que sufrió posteriormente la región durante el siglo XX. Las ideologías imperialistas y nacionalistas modernas, y el desencadenamiento de la violencia en 1914, romperían esta convivencia.

—La Primera Guerra Mundial no comenzó en Europa central y oriental, de hecho.

—Justo. Comenzó en los Balcanes, con el asesinato del heredero de los Habsburgo, el archiduque Francisco Fernando, en Sarajevo y la invasión austrohúngara de Serbia. Sin embargo, una vez que se abrieron las hostilidades, Europa central y oriental se convirtió en un importante campo de batalla y en un lugar donde se perseguían con violencia tanto los proyectos imperialistas como los nacionalistas. Tanto el Estado imperial alemán como el ruso intentaron dominar políticamente el área y, a partir de 1915, ambos desarrollaron planes para la limpieza étnica, aunque solo los rusos los implementaron. El final de la guerra vio proyectos nacionalistas rivales, como el polaco, el ucraniano y el lituano, por ejemplo, que lucharon entre sí por el control de esta tierra, que varios pueblos reclamaban como suya. El período también vio viciosos pogromos antisemitas.

—Algo nuevo.

"Los Estados totalitarios, tanto el nazi como el soviético, también vieron a Europa central y oriental como un laboratorio para la experimentación imperial"

—Esta violencia se desató durante la Primera Guerra Mundial, pero alcanzó su espantoso apogeo en la década de 1940. Los Estados totalitarios, tanto el nazi como el soviético, también vieron a Europa central y oriental como un laboratorio para la experimentación imperial y no tuvieron escrúpulos en usar una brutalidad horrible para alterar y reemplazar a sus poblaciones para que se ajustaran a sus visiones ideológicas. Los numerosos judíos que vivían en la región fueron asesinados por los nazis en el Holocausto a principios de la década de 1940. Las deportaciones, los asesinatos y la limpieza étnica por parte de los soviéticos expulsaron a la población alemana de la región y, a través de una serie de «intercambios» a fines de la década de 1940, convirtieron lo que durante mucho tiempo había sido una región étnicamente muy heterogénea en una llena de estados-nación homogéneos.

—En esta guerra empiezan las políticas discriminatorias.

—No, no estoy sugiriendo que las políticas discriminatorias comenzaron en esta guerra. En Europa central y oriental, ya había habido discriminación contra las minorías religiosas y étnicas antes de 1914. El Estado alemán, por ejemplo, había tratado de socavar la cultura y el idioma polacos dentro de sus fronteras desde finales del siglo XIX. Y el Estado imperial ruso también era muy represivo hacia las minorías, especialmente los polacos y todavía más cuando se trataba de judíos. La mitad austriaca del Imperio de los Habsburgo era, en cambio, más liberal y era inusual. Lo que cambia con la Primera Guerra Mundial es que la violencia se convierte en una importante herramienta estatal para discriminar, o eliminar físicamente, a las minorías no deseadas. Por eso 1914 es un paso tan importante en el camino hacia el Holocausto y la sangrienta reorganización étnica de Europa Central y Oriental en la década de 1940.

—Nace la política étnica.

"Los reclamos territoriales de los nacionalistas se superpusieron y chocaron, porque no había una manera simple de trazar fronteras étnicas claras"

—De una manera más violenta que antes. Las identidades étnicas se endurecen. Los imperios de la región se desacreditaron y se desintegraron durante Gran Guerra, y en los años inmediatamente posteriores a 1918 fueron reemplazados por Estados que se legitimaron a través de la ideología nacionalista. Polonia renacía y se fundaban Lituania, Letonia y Estonia. También apareció brevemente el primer Estado moderno de Ucrania. Sin embargo, como he dicho, los reclamos territoriales de los nacionalistas se superpusieron y chocaron, porque no había una manera simple de trazar fronteras étnicas claras, y esto desembocó en que casi todos los Estados de Europa central y oriental de entreguerras tuvieran minorías alienadas y resentidas.

—Su libro me recuerda imágenes de la actual invasión de Ucrania.

—Me han inquietado mucho los paralelismos entre la invasión imperial rusa de Galitzia, que es la provincia austriaca en la que estaba situada la ciudad-fortaleza de Przemyśl y que extendía en lo que hoy es el sur de Polonia y el oeste de Ucrania, y la invasión de Ucrania lanzada por Putin en febrero de 2022. La ideología imperialista panrusa que motiva la invasión de hoy proviene directamente de fines del siglo XIX y, también, la retórica de esta guerra al excusar la toma del territorio soberano ucraniano como la «liberación» de las «tierras rusas primordiales», que se hace eco de la que se desarrolló entre 1914 y 1915. También existen otros inquietantes paralelismos.

—¿Cómo?

"Tanto el fracaso de los ejércitos del zar como los de Putin comparten las mismas causas fundamentales"

—En la brecha entre las expectativas y el desempeño del ejército ruso en 1914 y 2022. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, al igual que en 2022, el ejército ruso, el ejército más grande del mundo en ese momento, se supone que pasaría por encima de la oposición austriaca. Estaba retratado como una «apisonadora» imparable. Sin embargo, una vez que entró en combate, resultó decepcionante: en el norte del frente oriental, un mes después de que estallara la guerra, sufrió una dura derrota en la batalla de Tannenberg contra una fuerza alemana más pequeña. En el sur, como reflejo en el libro, la obsoleta Fortaleza de Przemyśl logró causarle un retraso crítico, frustrando de esta manera las posibilidades de una victoria decisiva. En 2022, cuando las expectativas de la mayoría de los especialistas era que el ejército de Putin conquistaría las defensas ucranianas con rapidez resultaron erróneas. Y resulta que el ejército ruso también decepcionó en 1914.

—¿Qué destacaría en ambos casos?

—Lo más notable es que tanto el fracaso de los ejércitos del zar como los de Putin comparten las mismas causas fundamentales. Eso a pesar del paso de más de un siglo y de varias revoluciones. La profunda corrupción del Estado ruso y su liderazgo militar socavó en gran medida el desempeño de ambos ejércitos. Los comandantes superiores inflexibles demostraron ser incapaces en 1914, y nuevamente en 2022, de coordinar fuerzas dispersas. Ambos ejércitos se vieron gravemente obstaculizados por el descuido institucional hacia la logística, las malas relaciones entre oficiales y hombres, y un cuerpo de suboficiales pequeño y mal educado. Estos son claramente los problemas culturales e institucionales persistentes y extremadamente arraigados que el ejército de Putin no abordó en su momento. Y no pueden remediarse fácilmente. Continuarán degradando seriamente el desempeño de combate del ejército ruso moderno.

—En la Primera Guerra Mundial, los rusos trataron de rusificar este territorio. Vemos lo mismo hoy.

—Eso es verdad. Ya en el siglo XIX, la élite rusa había hecho todo lo posible para suprimir la identidad ucraniana dentro del Imperio ruso. Hubo conversaciones forzosas con la Iglesia ortodoxa rusa, ya que muchos hablantes de origen ucraniano habían pertenecido anteriormente a la Iglesia católica griega, que fue suprimida, y se prohibió la impresión del idioma ucraniano. Los hablantes de ucraniano eran considerados oficialmente como «pequeños rusos», una rama subordinada del pueblo ruso. El territorio austríaco de Galitzia, la región en la que se desarrolla la historia, fue una fuente de intensa irritación y angustia para los nacionalistas rusos. En el este de esta zona, la actual Ucrania occidental, había una mayoría de habla ucraniana, y la identidad ucraniana se desarrolló libremente sin las restricciones y la censura del otro lado de la frontera. Aquí se centró la política nacionalista ucraniana, se establecieron instituciones culturales ucranianas e incluso hubo una educación estatal en idioma ucraniano. Todo esto convirtió en una tontería las afirmaciones oficiales rusas de que el este de Galitzia era una «tierra primordial» habitada por una población «rusa». Por lo tanto, no fue una sorpresa que, desde el comienzo de la invasión en 1914, el ejército del zar se dispusiera a eliminar el nacionalismo ucraniano, arrestando a los intelectuales ucranianos, destruyendo las instituciones culturales ucranianas, estableciendo escuelas en ruso para los niños de Ucrania y maltratando a cualquiera que intentara interferir. Hemos visto exactamente la misma violencia y represión cultural en 2022 en Melitópol, Mariúpol y otros territorios ucranianos que Rusia ha ocupado.

—La política de deportación y asimilación de poblaciones de Putin recuerda a lo que sucedió antes.

"Los comandantes militares rusos eran extremadamente antisemitas, consideraban a los judíos como parásitos"

—Sí, resulta deprimentemente familiar. La insistencia ideológica de los nacionalistas rusos, tanto en 1914 como en la actualidad, de que el territorio habitado por ucranianos es una «tierra rusa primordial» ha estado detrás del deseo de expulsar y eliminar a las personas cuya presencia contradice esta afirmación rusa. Sin embargo, hay diferencias entre 1914 y hoy, menos en la brutalidad que en quién ha sido victimizado. Al comienzo de la Primera Guerra Mundial, la numerosa población judía de esta región fue la principal víctima de la violencia y deportación rusa. Los comandantes militares rusos eran extremadamente antisemitas, consideraban a los judíos como parásitos y no veían lugar para ellos en esta «tierra rusa primordial». Alrededor de 100.000 judíos fueron trasladados a la fuerza o deportados a Rusia. La limpieza más total tuvo lugar en Przemyśl, donde en mayo de 1915 todos los residentes judíos, unas 17.000 personas, fueron expulsados.

—Es lo que explica en su libro.

—Justo. Los intelectuales nacionalistas ucranianos también fueron arrestados y deportados por el ejército ruso al comienzo de la contienda. Al igual que los judíos, no encajaban en la visión ideológica de una «tierra rusa primordial». Los comandantes zaristas esperaban que la masa de población de habla ucraniana pudiera asimilarse mediante la educación y la conversión a la ortodoxia rusa. En 2022, los funcionarios de Putin parecen mucho menos optimistas, a juzgar por los asesinatos y arrestos a gran escala de personas de etnia ucraniana, así como por las horribles deportaciones de niños ucranianos. La identidad nacional ucraniana hoy en día es mucho más fuerte y está más extendida que hace un siglo. Solo hay que observar la firme resistencia de los ciudadanos a la invasión de Putin. Esto, a su vez, se refleja en la brutalidad generalizada del ejército ruso moderno hacia los ucranianos étnicos que exhiben cualquier lealtad al estado ucraniano o idea nacional.

—El zar soñaba con la Gran Rusia. Putin también.

—En realidad, el zar poseía, en términos geopolíticos, una «Gran Rusia». Su imperio se extendía desde el Pacífico hasta la Finlandia moderna, los estados bálticos y gran parte de la Polonia moderna, y hasta las fronteras de Afganistán. Tenía el ejército más grande del mundo. Rusia bajo el último zar también fue económicamente dinámica, con una rápida industrialización en sus regiones occidentales. Los alemanes fueron a la guerra en 1914 en gran parte porque tenían mucho miedo de la creciente fuerza de su vecino del este. Justo un mes antes de que comenzara la guerra, el canciller de ese momento, Theobald von Bethmann Hollweg, se preocupó de que Rusia «se cerniera sobre nosotros como una pesadilla cada vez más aterradora».

—¿Y Putin?

"La obstinada resistencia de Ucrania ha hecho añicos el mito de la fuerza militar de Rusia"

—La Rusia de Putin no es comparable a su predecesor imperial. Es más pequeña: su frontera con Europa hoy se encuentra más al este que durante muchos siglos y el colapso de la Unión Soviética en 1991 arrasó un gran territorio al sur, e incluso antes de la guerra actual, ya estaba económicamente esclerótico. Su reputación como gran potencia se basaba por completo en su historia, que le permitió heredar el asiento permanente de la Unión Soviética en el Consejo de Seguridad de la ONU, la geografía (el país todavía se ve impresionante en un mapa) y su posesión de armamento nuclear. Es posible que Putin haya soñado con recrear una «Gran Rusia», de hecho, sus pronunciamientos indican que se siente con derecho a una «esfera de influencia» al estilo del siglo XIX más allá de las fronteras de Rusia, pero todo lo que ha hecho con su política arriesgada y agresión ha sido acelerar el declive de su país. La obstinada resistencia de Ucrania ha hecho añicos el mito de la fuerza militar de Rusia. Ahora, además, Rusia está aislada de su principal mercado, Europa, y su presidente resulta que es buscado por crímenes de guerra. Diría que el sueño de una «Gran Rusia» y la triste realidad que se difiere de lo que sucede hoy están muy lejos.

—Escribe que Ucrania sigue siendo fundamental para Rusia.

—Rusia podría prosperar sin Ucrania, pero para aquellos que desean que el país sea una «Gran Potencia», al estilo del siglo XIX, el control de Ucrania es esencial. En 1914, las tierras ucranianas suministraban el 70 por ciento del carbón del Imperio Zarista, el 68 por ciento de su hierro fundido y un tercio de su trigo. Hoy, Ucrania no solo sigue siendo un país rico en recursos, sino estratégicamente importante. Crimea, en particular, es una base crucial para la proyección del poder naval ruso. Pero me parece que el mayor problema que tienen los nacionalistas rusos con la independencia de Ucrania es psicológico. Existe una larga tradición, que se remonta a antes de 1914, al afirmar que los ucranianos son una rama del pueblo ruso: los «pequeños rusos», un término que ha utilizado Putin. En esta mentalidad, el deseo de los ucranianos de ser independientes no es solo un problema estratégico sino una humillación nacional rusa. Solo sabiendo esto se puede entender la brutalidad de las autoridades rusas hacia el nacionalismo ucraniano desde el siglo XIX, pasando por la Primera Guerra Mundial y el estalinismo, la Revolución Naranja de 2004 y 2005, la Revolución de Maidán en 2014, hasta la guerra actual.

—¿Ha sido el nacionalismo un veneno para Europa, como aseguran algunos?

"El comunismo a principios de la década de 1930 proporcionó los fundamentos ideológicos para un genocidio de ucranianos: el Holodomor"

—Creo que es demasiado sencillo ver el nacionalismo como un «veneno». En el siglo XIX, italianos, alemanes, polacos, checos y otros, incluidos los ucranianos, lo adoptaron como una ideología inspiradora y progresista. Los ejemplos de Gran Bretaña y Francia parecían mostrar que sociedades nacionales cohesionadas podían producir una democracia estable y un enorme progreso social, cultural y tecnológico. No estoy seguro de que haya habido otra ideología en los últimos 200 años con el mismo poder para motivar y movilizar a la gente. Lo hemos visto en la extraordinaria solidaridad y energía con la que los ucranianos han resistido la invasión rusa. Pero también es cierto que el nacionalismo podría, y puede ser, profundamente excluyente y fomentar prejuicios. En su forma más extrema, motivó a los hombres a infligir una crueldad y una destrucción extraordinarias en el siglo XX; basta pensar en los nazis, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Aunque en esto no ha sido único. Las ideologías rivales también engendraron una violencia terrible. El comunismo a principios de la década de 1930 proporcionó los fundamentos ideológicos para un genocidio de ucranianos: el Holodomor. Y vale la pena recordar que la Primera Guerra Mundial, la catástrofe seminal del siglo XX que colocó a Europa en el camino hacia los mayores horrores, fue iniciada por un Estado multiétnico, Austria-Hungría, cuya élite aristocrática e irresponsable rechazó el nacionalismo. Las élites austrohúngaras temían que la ideología representara una amenaza para el control de su imperio y, para combatirla, incluso estaban preparados para lanzar una devastadora conflagración en toda Europa.

—¿Cómo ve el conflicto de Ucrania?

—Lo veo como una tragedia y un crimen, más grave, claro, para los ucranianos, pero también para muchos rusos comunes. Creo que su significado va más allá de los campos de batalla ucranianos. La invasión de Ucrania por parte de Putin en febrero de 2022 abrió la primera gran guerra que Europa había visto en décadas y pisoteó el derecho internacional. La agresión rusa amenaza con anular las reglas y las instituciones que han ayudado a protegerse de los conflictos entre los estados modernos desde 1945. Occidente debe responder con firmeza: porque es moralmente correcto apoyar a Ucrania para defenderse y porque no resistir sería aceptar un mundo cada vez más incierto, peligroso y violento.

—¿Le preocupa la guerra?

—Una guerra más grande me parece poco probable: Putin tiene las manos ocupadas en Ucrania. Todas sus amenazas a Occidente no han sido más que fanfarronadas. Aun así, como muestra la historia de la Primera Guerra Mundial, los estadistas no siempre actúan racionalmente, sobre todo cuando están bajo presión. La determinación miope de los líderes austrohúngaros de lanzar una guerra contra Serbia en 1914, incluso cuando reconocieron la alta probabilidad de que esto se convirtiera en un conflicto a nivel europeo que podría destrozar su imperio, es un ejemplo. Lo mismo ocurre con la decisión de los líderes alemanes de declarar la guerra a los Estados Unidos en 1917 y luego en 1941. Putin tomó una decisión terriblemente estúpida, además de malvada, de invadir Ucrania. Lamentablemente, siempre hay margen para más estupideces.

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