El segundo abordaje de la saga Alien por parte de Walt Disney llega en forma de serie televisiva. Tras el éxito en la gran pantalla hace exactamente un año de Alien: Romulus, el estudio ha decidido que en el salón de casa tampoco nadie pueda escuchar tus gritos. Evocar el tagline de la memorable primera entrega de Ridley Scott, que sigue conservando el crédito como director, no es una cosa gratuita: esta Alien: Planeta Tierra se ubica cronológicamente apenas a un par de años de la acción de aquella, y el recuerdo (visual, musical, mitológico) de El octavo pasajero es un recurso constante. Lo que el creador Noah Hawley (Fargo) y su equipo han codificado aquí es, precisamente, aquello que en la película de Scott permanecía en la sombra: la guerra corporativa de la legendaria Weyland Yutani, la entidad responsable de todos los eventos de la saga, con un enemigo a batir, su rival Prodigy.
Las guerras del futuro se librarán entre compañías, no países. Es el primer acierto de Hawley, un creador muy particular que suele moverse entre géneros. En Alien: Planeta Tierra Hawley hace una película convencional de Alien, con sus protagonistas perdidos en un bloque de edificios con un xenomorfo y otras criaturas, en los dos primeros episodios, y luego nos reserva otros tantos dedicados al compromiso de ambas entidades en destruirse mutuamente. Entre ambos bloques, Hawley profundiza en los distintos grados de humanidad de los androides y otros híbridos artificiales, siguiendo la estela de Scott y sus poco valoradas Prometheus y Alien: Covenant. No extrañaría nada que el androide David de Michael Fassbender se dejase caer por el tinglado.
El resultado es una de esas series a las que el término se les queda pequeñas, no por la calidad incuestionable de sus imágenes, indistinguibles casi de cualquier blockbuster de la gran pantalla, ni por la amplitud de la mitología desplegada (por mucho que en la saga Alien esta se haya ido escribiendo a interesados trompicones). La de Planeta Tierra es una historia de monstruos sobre la naturaleza humana, su inevitable mortalidad (y lo que pasa en ausencia de ella) y los condicionantes de otra vida, la artificial, creada cuando el hombre se erige como el moderno Prometeo.
Naturalmente, los fans agradecerán el pasilleo gótico en busca del xenomorfo de los dos primeros capítulos, donde Hawley abraza la inverosimilitud (no tiene más remedio) que el relato de superhéroes impone en 2025, por no hablar de la necesidad de llevar algo más allá una saga de casi una decena de entregas, incluyendo memorables videojuegos como Alien: Isolation, así como el despliegue de asesinatos sangrientos de la bestia. Los niños perdidos protagonistas acaban generando empatía en el espectador, por mucho que la serie pierda de vista su inquietante naturaleza en pos de una conspiración un tanto convencional y algunas notas extravagantes que acaban asentándose. El cómo los ocho capítulos (el estreno en Disney+ ha consistido solo en los dos primeros; después uno por semana) recuperan comba en su sección final es también una locura digna de presenciarse. Evidentemente, Alien: Planeta Tierra no puede o sabe dar el tipo de miedo del original de Ridley Scott, pero se trata de una adición destacadísima a la saga.



Una basura de serie. Los dos primeros capítulos no me gustaron.
Las ideas que plantea son muy buenas y la producción es espectacular pero el guión es malísimo. De hecho no me podía creer que fuera tan malo.
La producción espectacular excepto en lo más importante, porque menuda chapuza de xenomorfo, tanto el de cgi como el cosplay de mercadillo. Es terrible.
Soy fanático de Alien, a mi me encantó.