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Analía Plaza: “El esfuerzo es una expectativa frustrada”

Analía Plaza: “El esfuerzo es una expectativa frustrada”

Con la segunda temporada de Poquita fe nos hemos reído mucho, aunque la historia que cuentan es para llorar: una pareja joven a la que su casero deja en la calle, que no encuentra un piso que puedan pagar con sus dos sueldos, y tienen que irse a vivir con sus padres mientras esperan que se muera la madre de un amigo de un amigo para poder quedarse con ese piso a un precio razonable. Esta comedia es el drama de muchos jóvenes españoles: un relato cuajado por la frustración, la desesperación y la rabia, que acaba convertido en enfrentamiento generacional. Analía Plaza radiografía en su libro La vida cañón (Temas de Hoy) a los miembros del baby boom, los boomers, los que, según se explica en la contra, “ya tienen las casas pagadas, sus pensiones son cada vez más altas y gozan de múltiples beneficios sociales, como los viajes del Imserso”. En el otro lado del ring están los millennials, con muchos títulos, la cuenta del banco vacía y sin la aspiración de tener una vivienda en propiedad. Los más jóvenes —los primeros Z— no aparecen por la obra; muchos de ellos ni siquiera pueden pagarse una habitación compartida sin la ayuda de sus padres, los boomers. Todo empieza y termina en ellos. El planteamiento reduccionista del libro puede alimentar los prejuicios, y que estos nos priven de la lectura de una obra interesante y necesaria. Analía, con sus datos y reflexiones, empuja debates sobre temas de los que ni los políticos ni la sociedad quieren hablar. Una lectura calmada y reflexiva de La vida cañón debería animarnos a abrir melones a los que nadie quiere meter el cuchillo.

Hablamos con Analía Plaza acerca de reproches generacionales, sobre la culpa por vivir la vida cañón y acerca de las perlas de un ministro franquista y de otro que, supuestamente, era socialista.

*****

—Me imagino a alguien de treinta años, después de leer su libro, saliendo a la calle con un pistolón en busca de todo aquel que tenga más de 55. 

—¿Y tú qué edad tienes?

—Yo tengo 53.

—La gente más ofendida, la que tiene más pasiones sobre el libro, es la gente de tu edad, la que no llega a los 55. De algún modo, os sentís más boomers que millennials.

—En mi caso, ni lo uno ni lo otro. Me identifico con las reivindicaciones de los más jóvenes.

—Vale. Es que en el caso de la gente de tu edad, que está entre unos y otros, veo que lee el libro con más pasión, porque no ha tenido lo de los boomers: no se ha comprado la casa por tres duros, la crisis le pilló de lleno… En tu caso, eres del…

—72.

—La crisis te pilla con 36 años.

—Pero ya habíamos tenido un “lunes negro” en los 80, la recesión de principios de los 90, la crisis asiática, la de las punto.com… 

"Es un poco lo que ocurre ahora: los grandes números de la economía son muy buenos, pero el mercado laboral no es la bomba"

—Sí. En los 90 España teóricamente iba bien, pero el empleo empezaba a precarizarse. Es un poco lo que ocurre ahora: los grandes números de la economía son muy buenos, pero el mercado laboral no es la bomba. En vuestro caso, me acuerdo de lo que me comentó una persona de tu generación: “Nosotros llegamos tarde a la fiesta, pero todavía quedaba un poco de alcohol en el vaso”. Las condiciones de los despedidos no eran tan desfavorables y te podías comprar un piso durante la burbuja con esas hipotecas que financiaban un 110 % del valor de la vivienda. El problema es que la gran crisis de 2008 a muchos los pilló con la casa recién comprada a unos tipos de interés muy altos. Por eso hay sensación de “llegaste, pero llegaste tarde”. Los siguientes nos dimos la hostia y por eso, como dices, podemos tener ganas de salir a matar. (Risas) Pero lo peor es que ahora hablas con gente de veintipocos años que no tiene ningún tipo de esperanza. El otro día me dijeron una cosa que me dejó un poco loca: “Vosotros todavía pudisteis ir a la ciudad a estudiar”. Ellos están teniendo muchas dificultades porque las habitaciones compartidas están a 600 euros. Además, las notas de corte están muy altas y la universidad pública está imposible. ¡Ostras! Es que vamos a peor. No sé si esto contesta tu primera pregunta.

—Sí. Pregunta contestada. Quizás deberíamos reflexionar por qué la gente joven carece de aspiraciones. En el libro también podían haber estado los más jóvenes, los que están por debajo de los millennials.

—Claro. El libro lo centré en los boomers porque tenía que fijar el tiro, y viendo la repercusión que está teniendo el libro, está claro que había un tema. Para empezar, porque es una generación muy importante: nacieron muchas personas en un espacio pequeño de tiempo. Además, puedes explicar muchas tendencias con ellos, como la vivienda. A través de su historia entiendes cómo España se ha convertido en un país de propietarios y la cultura que ha impregnado en todos nosotros. También sirve para saber por qué ahora estamos así, sin decir que sea culpa suya. Hasta 2008 los hogares menores de 35 años eran el 70 % y ahora son el 30 %. Y todo esto ha pasado en sólo 15 años. Hemos pasado de una sociedad donde lo normal era hipotecarse y tener una vivienda en propiedad a vivir de alquiler y no tener perspectivas. Los boomers no ayudan a comprender ese proceso. Al millennial le define la hostia que se da en 2008. Todos nos quedamos en shock, pero, de repente, ellos se dan cuenta de que el mundo no es como se lo habían contado. Y con respecto a los más jóvenes, los de 20, a ellos lo que les define es la falta de expectativas: dan por perdida la vivienda y ahora también la universidad. Es un horror ver cómo la barra de medir va bajando. Quizás mejora en otras cosas… Ese es un argumento muy boomer: “Habéis tenido otras cosas”.

—Quizás hay que preguntarles a esos jóvenes qué cosas son las que quieren.

—Claro. Ahora es un momento perfecto para hacer temas con chavales en los medios de comunicación. Leí el otro día un reportaje sobre por qué esos jóvenes estaban tan tristes.

—Por cierto, el termino boomer, en ocasiones, se utiliza para reírse de alguien, de forma edadista. ¿No tuvo dudas al usarlo en el subtítulo y las páginas del libro?

"La única duda que tuve era si centrarlo en un enfrentamiento de millennials contra boomers, de brecha generacional, o sólo escribir un relato de estos últimos"

—Yo no tenía miedo de absolutamente nada. (Risas) La única duda que tuve era si centrarlo en un enfrentamiento de millennials contra boomers, de brecha generacional, o sólo escribir un relato de estos últimos. Al final decidí hacer el retrato de los boomers. Esa fue una cuestión de concepto, casi comercial. Quería mostrar la vida de esa generación sin dejar de lado las consecuencias. De hecho, en la portada original había solo dos boomers, pero alguien de Planeta dijo que faltaba un millennial, y le añadimos como un hipster abajo. No creo que el término boomer sea peyorativo: define algo muy concreto, a las personas que nacieron durante el baby boom. De hecho, en el primer capítulo se explica en qué consiste y que puede tener, en ocasiones, esa connotación de persona desfasada tecnológicamente. Yo uso la palabra con mis amigas; nos lo llamamos en broma. A mí boomer me parece hasta tierno. Yo creo que los boomers no se enfadan porque se les llame así; sí que se sienten atacados por lo de la “vida cañón”. Tienen metida tan dentro la cultura del trabajo que cuando alguien les dice que ahora lo están pasando bien lo interpretan como un ataque.

—La culpa cristiana. 

—Igual va por ahí. (Risas) Nuestra sociedad cada vez es más hedonista. Se piensa menos en trabajar y más en disfrutar. No sé si los boomers lo ven como un ataque por el concepto de la culpa cristiana o por esa cultura del trabajo y del esfuerzo en la que se han educado.

—Había dejado para más adelante la pregunta sobre el esfuerzo. Pero vamos con él. Quizás este concepto es el que más daño ha hecho entre generaciones y también el que más ha distanciado, porque es lo que más se echa en cara.

—Sí. Los rencores cruzados vienen un poco de ahí. La creación de la clase media, de la clase media boomer, se sustenta sobre dos pilares: el progreso y la estabilidad. La suya es la primera generación que puede acceder a la universidad pública de forma transversal, lo cual no significa que todos vayan, pero existe la posibilidad; para ellos y para sus hijos. Con ese pegamento desaparecen de alguna forma las clases sociales; da igual de dónde vengas, qué género tengas y cuál sea tu apellido y tu código postal. Como hay una educación pública, si te esfuerzas, podrás conseguir lo que quieras. Los boomers depositaron en sus hijos esa idea, con la cual hemos crecido un montón de personas. Yo he sido una empollona y me lo he creído. Cuando llegó la crisis de 2008, me di cuenta de que eso quizás fuera una ilusión. Porque el pijo del barrio de Salamanca siempre lo va a tener mucho mejor que tú para entrar en según qué empresas. Además, en España funciona muy bien el “enchufito”.

—Esa red de contactos de la que tú también te beneficias a un nivel bajo, y ellos a un nivel muy alto.

"El esfuerzo es una expectativa frustrada. Y también es un reproche"

—Como dice Raquel Peláez, yo también seré la pija de alguien. Yo hablo del pijo del barrio de Salamanca, pero otra persona de otro barrio quizás piensa que yo también soy pija, y lo entiendo perfectamente. Toda esa teoría sobre la educación pública estaba muy bien, pero vemos que últimamente el ascensor social se ha averiado. No estamos teniendo el caminito que nos marcaron. El esfuerzo es una expectativa frustrada. Y también es un reproche. Unos dicen “yo me he esforzado para que tú tengas esto”, y sus hijos les responden con una pregunta: “¿Por qué si yo me he esforzado no he tenido mi recompensa?”.

—Acepto todos sus razonamientos. Pero ¿qué pasa con ese porcentaje de personas mayores de 55 años que no tienen una pensión alta y siguen pasándolas estrechas? 

—Hay que ver quiénes son esas personas. Probablemente sean mujeres, mujeres que están solas. Por ese motivo le he dedicado un capítulo a la mujer divorciada. Cuando miras datos de pensiones, la brecha de género es bastante más gorda que en los salarios. En buena medida, porque ellas renunciaron a su carrera laboral. Esas mujeres, cuando se quedan solas, viven situaciones complicadas. También habrá hombres con pensiones bajas que las pasen canutas. No puedo entrevistar a catorce millones de boomers para descubrirlo, pero creo que el perfil de boomer con problemas es el de la mujer divorciada. En relación con todo esto, hablo de los productos financieros que orbitan sobre las casas de los boomers. El 70 % de ellos tienen casas en propiedad y el porcentaje sube al 80 a partir de los 65 años. Tienen todo su patrimonio en la vivienda, y les ofrecen la posibilidad de venderlo para complementar la pensión.

—La nuda propiedad.

—Es que la cartera financiera de los boomers ha sido el ladrillo. Todo su ahorro está metido en el piso. Sólo tienen su piso, pero eso es mucho más de lo que tienen muchos millennials. Respuesta a la pregunta anterior: perfil jodido que yo he intentado mostrar el libro, el de la mujer boomer divorciada. ¿Significa que no haya otros? No, no lo significa. ¿Que probablemente tengan una vivienda? También.

—Cita en su libro la frase del ministro de vivienda de Franco José Luis de Arrese: “Mejor todos propietarios que todos proletarios”. Le hicieron caso a pies juntillas.

—De ahí viene todo. Pero ya a principios de siglo están las leyes de casas baratas, que son de las décadas 10, 20 y 30. Esas leyes eran para viviendas en alquiler, y en España se hicieron para que fueran en propiedad. La frase del ministro de Franco insiste en que es mejor comprar y en un concepto: “Mejor los tengo atados”.

—La teoría de John Ford: convierto a mis trabajadores en propietarios de un coche, en consumidores, para que no me monten un sindicato. Su preocupación va a ser pagar el coche.

"Para mí la frase buena es la de Ávalos: la vivienda es un derecho, pero también un bien de mercado"

—Exacto. Durante el franquismo, la gente se quitaba de muchas cosas para poder pagar la letra del piso. Esa frase del ministro de Franco es muy significativa, pero está ya muy manida. Para mí la frase buena es la de Ávalos: “La vivienda es un derecho, pero también un bien de mercado”. Esta frase la dice en 2021, cuando ya está la peña manifestándose por los alquileres, cuando ya sabemos que la vivienda es un problema. Hay gente que no puede pagar la renta, tenemos desahucios… y tú tienes los cojones de decir eso. ¡Y eres el Partido Socialista Obrero Español! Con esa frase estás equiparando los dos conceptos, y te quedas tan ancho: entiendo que tú tengas derecho a vivir bajo techo, pero es que este otro señor también tiene su derecho a especular. Todo esto es muy fuerte.

—Días después de la publicación de su libro, Kiko Llaneras escribió el artículo “¿Jóvenes contra ’boomers’? Cuatro gráficos para entender la tensión generacional” en El País. El periodista afirma en sus conclusiones: “Hemos pasado de un país donde los mayores tenían más probabilidad de ser pobres a uno donde ocurre lo contrario”.

—Este dato me pareció muy interesante. Antes de las crisis, los hogares con más riesgo de pobreza eran los de los jubilados, y ahora son los de los jóvenes. Hay todo un cambio en la narrativa. Esto viene a probar lo que cuento en el libro sobre la “vida cañón”. ¿Están todos de fiesta? No todos, pero hay datos que indican que están disfrutando de la jubilación. Algo que está fenomenal. Pero hay cosas del relato que me empiezan a hacer gracia. Me has preguntado antes por los jubilados que tienen poca pensión. Si te fijas, hasta anteayer, en el imaginario, el jubilado era pobre. Eso es lo que hemos mamado. Hace poco, le preguntaban al secretario de Estado de la Seguridad Social y Pensiones cómo se iban a pagar las pensiones, y él responde que se buscarán fórmulas impositivas para seguir pagándolas. Y afirma que las pensiones son dinamizadoras de la economía, porque los jubilados de hoy gastan en viajes y consumen. Esto cambia todo el relato. Los datos del artículo de Kiko Llaneras te dicen que los jóvenes son ahora los que están en riesgo de pobreza. La pregunta que tiene que surgir en este nuevo escenario es cómo redistribuimos.

—En el libro hay una gran pregunta que le da para un capítulo entero: ¿quién es clase media?

"Para la generación boomer el ideal de progreso era tener un trabajo fijo, la parejita de hijos y que estos fueran a la universidad"

—Me parece una pregunta muy interesante, pero no creo que tenga una respuesta. La conclusión a la que llego es que estadísticamente siempre vas a pertenecer a la clase media. Es una definición bastante amplia, y por ese motivo es muy fácil pertenecer a la clase media. El problema es que puedes ser top ten por tu salario, pero eres ultradependiente de tu trabajo. Te vas al paro y no tienes para pagar el alquiler. Puedes estar en la clase media por salario, pero no por patrimonio. Estadísticamente, la clase media significa una cosa, pero en realidad se construye más a base de símbolos y de conceptos. Para la generación boomer el ideal de progreso era tener un trabajo fijo, la parejita de hijos y que estos fueran a la universidad. Eso es lo que definía a la clase media. Eso luego se rompe. Hoy los símbolos y las aspiraciones son otros. Una cosa que me ha pasado con el libro es que hay gente preguntando qué significa darse la “vida cañón” dependiendo de la edad. La clase media es un concepto a nivel de números, y a nivel aspiracional significa una cosa distinta dependiendo del momento.

—Un boomer, al terminar su libro, puede firmar la frase de su madre en el cierre: “La conclusión es que nos vayamos muriendo”. ¿Y un millennial qué puede pensar al acabar de leerlo? 

—Pues volviendo a la primera pregunta, tu generación es la que más pasional está siendo. A los boomers les mola porque se ven reflejados en el libro, porque de alguna forma es la historia de su vida. El boomer que es abierto de mente lo lee y le gusta, aunque luego te hace tus matizaciones. Y luego están los que dicen lo mismo que mi madre: “Vale, pues nos morimos y se solucionan todos vuestros problemas”. Y a los millennials creo que, en general, les está gustando porque están entendiendo cómo hemos llegado hasta esta situación. Los de tu generación sois los que lo leéis con más…

—La generación X de España no somos como los que salen en la película de Winona Ryder Reality Bites.

—No. Sois otro rollo. (Risas)

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