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Caballero Bonald: “Los políticos como Donald Trump son una lacra que todo lo envenena”

Caballero Bonald: “Los políticos como Donald Trump son una lacra que todo lo envenena”

Inconformista, contrario al pensamiento único y enemigo de los gregarios y biempensantes, José Manuel Caballero Bonald dejó ya sobradas pruebas de su maestría como memorialista en Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir. Ahora vuelve a deslumbrar a los lectores con el centenar de semblanzas reunidas en Examen de ingenios, escritas con total libertad, con buenas dosis de ironía y mordacidad, con su excelente prosa y con su inmensa capacidad crítica.

El nuevo libro de este gran poeta, novelista y ensayista permite conocer su opinión sobre algunas de las figuras más relevantes de la cultura española y latinoamericana del siglo XX y, al mismo tiempo, tiene mucho de autorretrato, “de memorias complementarias”. Y contiene también sabias reflexiones sobre cómo concibe la poesía y la prosa este escritor de 90 años, que publicó su primer libro, Las adivinaciones, hace 65, y que ha merecido premios tan importantes como el Cervantes, el Nacional de las Letras, el Nacional de Poesía, el Reina Sofía de Poesía  Iberoamericana, el Andalucía de las Letras, el Federico García Lorca y, en tres ocasiones, el de la Crítica. Esos premios no han hecho sino reconocer una obra “extrema en densidad, en rigor, en poderío sonoro”, como la ha definido en alguna ocasión el poeta Pere Gimferrer.

La literatura es una forma de defensa contra las ofensas de la vida”. Esa frase de Cesare Pavese la hizo suya hace tiempo Caballero Bonald, que siempre ha reivindicado la duda y la incertidumbre porque ayudan a “buscar la mejor salida del laberinto” que es la vida: “La certeza es un concepto muy resbaladizo, es cosa de curas… Yo cada vez tengo más dudas. El que no tiene dudas es muy poco de fiar”, afirma el escritor gaditano en una entrevista con Zenda con motivo de la publicación de Examen de ingenios, editado por Seix Barral.

Los personajes retratados por Caballero Bonald pertenecen, con algunas excepciones, a los grupos generacionales del 98, 14, 27, 36 y 50. El autor de Manual de infractores ha preferido no incluir a escritores y artistas de promociones posteriores a la suya porque “de ahí saldría casi otro libro, pero ya no iba a ser lo mismo; la selección sería muy laboriosa. Y, además, ya no tengo ganas”, asegura este escritor que en los últimos meses ha visto cómo se ha ido quebrando su salud, pero que conserva intacta su lucidez.

Escritores como Azorín, Pío Baroja, José Bergamín, Jorge Luis Borges,  Pablo Neruda, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti, Camilo José Cela, Octavio Paz, Ángel González, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Francisco Umbral son algunos de los retratados por Caballero Bonald, que también ha plasmado sus “opiniones subjetivas” sobre la Niña de los Peines, Jorge Oteiza, Antoni Tàpies, Antonio López, Paco de Lucía, Pepa Flores o Alfonso Guerra, entre otros  muchos. Con un buen número de ellos mantuvo una relación asidua a lo largo de años y a otros los trató solo de forma ocasional, pero “por alguna razón” se sintió atraído por todos ellos.

“Son retratos de primera mano,  únicos, irrepetibles. Y, para bien o para mal, son retratos implacables”, decía hace unos días el cineasta y académico Manuel Gutiérrez Aragón cuando se presentó Examen de ingenios en la Residencia de Estudiantes.

Caballero Bonald responde por correo electrónico a las preguntas que le formula Zenda sobre su nuevo libro y sobre otras cuestiones:

 

¿Con qué criterio ha seleccionado los personajes retratados en este libro? ¿Ha sido sobre todo por la huella que han ido dejando en usted a lo largo de su vida?

– Pues no sé, no he seguido ningún plan previo ni nada parecido. He ido escribiendo las semblanzas según se me iban ocurriendo. También las he sometido a más de una criba, eliminando algunas de las ya escritas.

A veces resulta casi increíble que pueda recordar tantas cosas de cada uno de los retratados, y causan asombro también las opiniones tan certeras que da sobre la obra de cada uno de ellos: ¿se ha valido sólo de la memoria, José Manuel, o tenía algunas reflexiones escritas sobre esos personajes?

– Tengo buena memoria. Por lo general me he ayudado de la memoria para diseñar los retratos, también he usado algunas notas de lectura guardadas por ahí y algún que otro esbozo incluido en Oficio de lector. Pero la memoria ha sido el punto de partida. Yo no podría escribir si perdiera la memoria.

"La invención es algo que va unido a la propia dinámica de la escritura. Yo no escribo informes o reportajes sino textos literarios, poéticos."

¿Hasta qué punto ha inventado en estas semblanzas? Sus dos tomos autobiográficos se reunieron bajo el  título de La novela de la memoria, y supongo que en Examen de ingenios tampoco habrá pretendido ser fiel a los recuerdos y a las experiencias vividas.

– La literatura contiene siempre una buena dosis de invención, es lo suyo. La invención es algo que va unido a la propia dinámica de la escritura. Yo no escribo informes o reportajes sino textos literarios, poéticos. Aquí cuento hechos reales, claro, pero las descripciones son más bien imaginativas”.

¿Es difícil emitir juicios equitativos en cada perfil cuando, en muchos casos, se basa en sus propios recuerdos? La memoria siempre mantiene una competencia selectiva con la equidad”, afirma al hablar de Josep Pla.

– El caso es que yo no pretendo juzgar a nadie de una manera ponderada o equitativa,  no voy por ahí…  Mis reflexiones provienen de mi experiencia y mi experiencia puede ser incluso arbitraria. No emito juicios de valor sino opiniones subjetivas. Además, lo que de veras me importa es que el texto sea literariamente válido.

Expresa con total libertad su opinión sobre cada escritor o artista, y eso sirve al mismo tiempo para conocer su propia concepción de la literatura y del arte. Es otro de los elementos apasionantes de este libro.

– Sí, creo que sí, también yo aparezco por algún sitio de esos retratos, es inevitable, ¿no? O sea, que me estoy autorretratando a cada paso, y eso le da al libro un evidente carácter de memorias complementarias. Por ahí ando yo sacando un poco las cuentas de lo que he vivido.

"Alguien puede no estar de acuerdo con lo que digo, claro, pues lo siento mucho, pero yo escribo lo que pienso y punto."

No le gusta, por ejemplo, “la prosa lacónica, sobria hasta la sequedad, hecha de elementales economías sintácticas”, de Azorín, y lo mismo le pasa con la “prosa reseca”, la “pobreza lingüística cercana a la indigencia” de Baroja. “La sencillez es una de las tretas de los incapaces”, escribe en la semblanza de Bergamín: ¿no teme que le acusen de implacable por los juicios emitidos en este libro?

– A mí todo eso me trae ya sin cuidado. Alguien puede no estar de acuerdo con lo que digo, claro, pues lo siento mucho, pero yo escribo lo que pienso y punto. Este libro también tiene algo de declaración de principios.

¿No cree que buena parte de los escritores actuales descuida el lenguaje?

– Los estragos del realismo están desplazando al lenguaje como nutriente esencial de la literatura. La mayoría de los libros que circulan por ahí están escritos con una prosa informativa sin el menor interés estético. A mí todo eso no me interesa nada.

Por cierto, afirma en el libro que Bergamín era “insolente con los biempensantes, cortés con los humildes, implacable con los dogmáticos”, y esas mismas palabras se le podrían aplicar a usted, suavizando quizá lo de “insolente”: ¿siempre le han producido rechazo los biempensantes y los dogmáticos, José Manuel?

– Sí, siempre, es como una idea fija… Y a los biempensantes y los dogmáticos habría que sumar los gregarios y los sumisos. Ese tipo de personas desbaratan la convivencia y además arrastran a la gente a lo peor del pensamiento único.

“La poesía es el contrapeso matemático del caos”, escribe en el perfil de Jorge Guillén: ¿cuántos desvelos tiene que haber detrás de un poema para que cause el efecto que le atribuye usted a la poesía de Guillén, en la que “un verso sucinto, categórico, procrea unas difusas fragmentaciones interpretativas”?

– Pues no sabría qué decir, hay muchas respuestas para eso…Yo suelo repetir que la poesía es una mezcla de música y matemáticas. La música es la armonía, la entonación de las palabras, y las matemáticas, el orden , el rigor de la estructura del poema. Si se logra esa combinación, empieza a funcionar el poema.

– En algunos casos no oculta su admiración por la obra de los retratados, como le sucede, por ejemplo, con Octavio Paz, Onetti, Carlos Barral o con Blas de Otero. El retrato de este último es emocionante. Se nota que apreciaba de veras a quien alumbró “una de las poesías más reales, surreales, interiorizadas, desveladoras, radiantes de la literatura española del siglo XX”: ¿qué debe tener un escritor para que usted lo admire?

– En literatura, en poesía, las palabras deben significar algo más de lo que normalmente significan. Bueno, pues cuando descubro algo así en un texto pienso que quien lo escribió es un escritor de ley. Merece mi admiración, eso es todo.

"Cela era una persona muy compleja. Podía pasar de la delicadeza a la grosería como si tal cosa, podía ir de la excelencia lingüística de Mrs. Caldwell a las majaderías costumbristas."

Con Camilo José Cela es especialmente duro al juzgar su forma de ser, aunque otros muchos pensarán lo mismo sobre ese escritor que define como“autoritario y megalómano”, cuyos“objetivos no consistían en ser el mejor sino en ser el único”: ¿le resulta especialmente antipática la evolución que experimentó Cela en sus últimas décadas de vida?

– Cela era una persona muy compleja… Podía pasar de la delicadeza a la grosería como si tal cosa, podía ir de la excelencia lingüística de Mrs. Caldwell o de Oficio de tinieblas a las majaderías costumbristas. La última etapa de su vida fue una novela lamentable.

El humor y la ironía están muy presentes en Examen de ingenios.  ¿Eran muy necesarios en un libro como este, quizá para quitarle gravedad a algunas de las afirmaciones que realiza?

– Soy de los que piensan que sin cierta dosis de humor, de ironía, la literatura corre el riesgo de confundirse con la oratoria. En este libro abunda la ironía, una ironía que a veces se tiñe de sátira e incluso de mordacidad.

En el centenar de perfiles se cuelan muchos datos de su propia biografía y de sus paisajes preferidos, entre ellos Doñana, ese lugar “donde se juntan las aguas del Guadalquivir y del Atlántico” y “se perfila ese fondo primigenio en que se fusionan la historia y la mitología”: ¿por qué es tan importante el paisaje de Doñana para usted, José Manuel?

Bueno, cada uno tiene su paraíso privado y ese paraíso ha sido para mí desde niño Doñana. También ha sido ese el paisaje físico y cultural de buena parte de mi obra. Ahora me suelo pasar la mitad del año justo frente a Doñana, qué menos…

¿Cree que Examen de ingenios figurará entre esos libros suyos que podrían superar la barrera del tiempo, como confía en que pueda hacerlo, por ejemplo, Entreguerras? ¿Qué otras obras suyas cree que le sobrevivirán?

– Ni idea, ¿quién puede saber eso? Yo tengo predilección por Ágata ojo de gato, por Entreguerras, por Desaprendizajes… Ojalá que duren más que yo…

"La certeza es un concepto muy resbaladizo, es cosa de curas... Yo cada vez tengo más dudas. El que no tiene dudas es muy poco de fiar"

José Manuel, ya tiene 90 años y lleva unos setenta dedicado a la literatura, especialmente a la poesía:  ¿Esa larga experiencia le ha servido para tener seguridad a la hora de escribir o sigue moviéndose entre incertidumbres y dudas? “Qué palabra inhumana la palabra certeza”, escribe en uno de sus poemas.

– La certeza es un concepto muy resbaladizo, es cosa de curas… Y además yo cada vez tengo más dudas. El que no tiene dudas es muy poco de fiar.

– Se considera sobre todo poeta: ¿Le ha permitido la poesía ahondar en los secretos de la realidad que le rodea?

– La poesía es también una forma de autoconocimiento. Y de penetración en esa otra realidad que está detrás de la realidad cotidiana.

La palabra miedo resonaba con fuerza en su poemario Entreguerras, en el que reconocía que no sabía si podría“sobrevivir a las plurales índoles del miedo”. ¿A qué le tiene miedo en la actualidad? Supongo que le preocupa su propia salud, pero seguro que hay también otras cuestiones que le inquietan.

– La salud me preocupa, claro, ando medio jodido. Pero los miedos vienen de otra parte, los miedos no tienen por qué estar justificados. Últimamente mis miedos son bastante simples y casi todos imaginarios… Tengo miedo de lo que está muy cerca, lo que está muy lejos…

"Lo peor de la vejez es que llegar hasta ahí ha supuesto una maldita sucesión de pérdidas."

– ¿Qué es lo mejor de la vejez, y qué lo peor, José Manuel?

– Lo mejor es que has llegado hasta donde has llegado y lo peor es que llegar hasta ahí ha supuesto una maldita sucesión de pérdidas.

– Cuando publicó Manual de infractores en 2005 dijo que ese libro tenía algo de testamentario y que, probablemente, no habría ninguno más, pero luego vinieron obras tan excelentes como La noche no tiene paredes, Entreguerras, Desaprendizajes o este último de Examen de ingenios:¿Se encuentra con fuerzas como para afrontar un nuevo poemario?

No, qué va, ya no me encuentro con fuerzas para nada de eso. Esperaré que llegue, si es que llega, algún poema…

"Me preocupa la degradación de la sociedad española: los latrocinios, la mala educación, la hipocresía, la zafiedad, las actitudes acomodaticias."

– En muchas ocasiones ha criticado la evolución de la política española o la corrupción en la que caen con frecuencia políticos, banqueros y otros dirigentes: ¿qué es lo que más le preocupa de la España de nuestros días?

– ¿Lo que más me preocupa? Digamos que lo más consabido: la degradación de la sociedad: los latrocinios, la mala educación, la hipocresía, la zafiedad, las actitudes acomodaticias… Todo eso y más, tengo mi lista..

– ¿Y del mundo? ¿Le quitan el sueño políticos como Donald Trump?

– No es que me quiten el sueño, es que son literalmente una lacra que todo lo envenena. Por ahí anda sin duda el detestable Sr.Trump.

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Foto de portada: © José Aymá

Foto del artículo:  reproducción fotográfica Nines Mínguez

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