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«Campeonex» gana, pero no triunfa como la primera

«Campeonex» gana, pero no triunfa como la primera

Con un Javier Fesser a medio gas, Campeones se alzó, de manera nada inesperada, con un clamoroso éxito de taquilla que revalidó su éxito —quizá aquí de manera algo más inesperada— en la ceremonia de los Goya. La secuela, Campeonex, casi inevitable en esas circunstancias, trata de canalizar de nuevo el humor negro basado en personajes marginales típico de su autor con ese aura de feel-good movie que tan bien funcionó en la protagonizada por Javier Gutiérrez.

La segunda parte, sin embargo, cambia de protagonista (la entrenadora inexperta que incorpora la joven Elisa Hipólito) y de deporte (el baloncesto por el atletismo y, todavía más, los deportes virtuales) sin acabar de pegar el pelotazo requerido. Porque si Campeones pudo ser acusada, con cierta injusticia, de ser un Fesser a medio gas, Campeonex sí puede asumir perfectamente esa etiqueta.

Evidentemente, el dominio técnico, humor absurdo la expresiva realización de su director, heredero cinematográfico español de los golpetazos Bruguera de pata más negra, están presentes, pero desdibujados ya hasta extremos puramente funcionales. La película no sufre especialmente por ello, porque está preñada de buenas ideas y gags afortunados, pero la comparación es evidente y resulta imposible obviarla.

"Menos mal que la soberbia dirección de todos los actores y la habilidad de Fesser para buscar buenas imágenes sigue ahí para dotar de interés al jaleo"

Menos mal que la soberbia dirección de todos los actores y la habilidad de Fesser para buscar buenas imágenes sigue ahí para dotar de interés al jaleo. La prolongada competición final, concebida como clímax deportivo auténtico, resulta emocionante y además sugiere ideas interesantes a la hora de crear de nuevos espacios, inventar nuevas realidades aunque sea virtuales, para que las personas afectadas de algún tipo de discapacidad convivan, esta vez sí, en igualdad absoluta de condiciones.

El compaginar estas nociones con un relato motivacional, con todo lo cursi que ello pudiera parecer, salpicado además de humor físico y popular no es tampoco tarea fácil si tratamos de evitar la condescendencia, y Fesser y sus «campeonex» salen relativamente airosos de la empresa.

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