Carpe diem

Ayer fue miércoles toda la mañana y nos despertamos con la noticia de que Donald Trump había ganado las elecciones. Poco puedo añadir a esta caída en picado de los derechos fundamentales que no se haya dicho ya. Tan solo recordar el final del poema de Ángel González, «Ayer», que dice así:

… dejadme que os hable / de ayer, una vez más / de ayer: el día / incomparable que ya nadie nunca / volverá a ver jamás sobre la tierra.

Pero como estamos en el Hoy, hablaremos del carpe diem, del deseo de disfrutar el momento, del placentero presente, y no pensar en el futuro porque es imposible de conocer. Este tópico, que está más en el deseo que en la realidad, lo acuñó el poeta romano Horacio (65-8 a de C.): Carpe diem quam minimum credula postero, es decir, “aprovecha cada día, no te fíes del mañana”.

El carpe diem está también muy presente como temática en gran parte de la poesía universal, una tradición que después de Horacio, y a lo largo de la historia, se ha tomado como un leit-motiv. El verdadero sentido tiene que ver con que, para llevarlo a cabo, no hay que esperar que nuestra vida cambie por el giro inesperado de una enfermedad o un accidente.

Aunque el concepto filosófico fue muy popular en el Romanticismo y el Renacimiento, de vez en cuando reaparece en obras literarias, como por ejemplo durante los años 80 del siglo pasado, unos años postnovísimos en los que hubo un resurgimiento de poetas que bebían de las fuentes de la poesía latina. En 1990, la película de Peter Weir, El club de los poetas muertos, continúa con el concepto horaciano, en donde un profesor de poesía, que encarna Robin Williams, motiva a sus alumnos provocándoles un cambio en sus mentes. A partir de aquel descubrimiento comienza una revolución en el colegio contra las normas tradicionales en favor del teatro y la poesía como una forma renovada en la inspiración de cada día.

Como suele suceder en estos casos, la experiencia no acaba nada bien para el sufrido profesor ni para sus alumnos, aunque a estos les quedará esa semilla que volverá a brotar en un futuro que se presume después del fin de la película.
Estamos finalizando el año 2016 y por eso he querido traer este concepto, porque nada mejor que pedirnos a nosotros mismos una renovación interior; un cambio en favor de una vida más placentera, más rica en ideas y, en consecuencia, más creativa y merecedora de haberla vivido. Todo esto antes de que anochezca, como escribió el escritor cubano Reinaldo Arenas.

Hay un personaje en la novela ejemplar de Cervantes, Rinconete y Cortadillo, llamado La Pipota que habla a los jóvenes de este concepto. Ella es una vieja devota que añora los años mozos y les pide que, ya que tienen juventud, que la disfruten y aprovechen porque el tiempo pasa demasiado rápido y no tardarán en hacerse viejos como lo es ella ahora. El cristianismo no es una religión que incite precisamente a ello, pero la posibilidad de arrepentimiento brinda la ocasión para quemar las naves y hacer como el don Juan de Zorrilla, que cortejó a más mujeres y mató a más hombres que don Luis Mejía, por ganarle una apuesta, y se fue después de rositas con doña Inés al cielo para siempre jamás.

Cervantes

Cervantes

Romanticismos aparte, el carpe diem está en muchas composiciones poéticas como en este verso de Juana de Ibarbourou que dice: “Tómame ahora, que aún es temprano”, y en otras más conocidas, como estos tres poemas que caracterizan como ningún otro, esa filosofía de vivir el momento con intensidad (lo que no quiere decir que se viva con irresponsabilidad).

Lo haremos por orden cronológico: empezaremos por el de Horacio, continuaremos con el Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega y cerraremos con Walt Whitman (en El club de los poetas muertos lo recuerdan con uno de sus versos más famosos: “Oh capitán, mi capitán”), un poema que Walt Whitman escribió al presidente Abraham Lincoln, tras su asesinato, y que se publicó en Hojas de hierba, la obra poética que más me impactó en mis lejanos años mozos de los años 70.

HORACIO

CARPE DIEM

Nunca trates, Leuconoe (sacrílego es saberlo)
de averiguar el fin que nos tiene los dioses
reservado, ni sondees las cifras babilonias.
¡Cuánto mejor será pechar con todo lo que vaya
a ocurrir! Ya sea o no este invierno que al Tirreno
bate contras las costas, el último que Júpiter
te deje, has de saber estar; bebe tus vinos
y modera esas largas esperanzas, ya que la
vida es corta. Mientras aquí charlamos vuela el tiempo,
envidioso. Así que atrapa el día y note fíes
ni un pelo del que viene.

Esta versión del carpe diem horaciano es de Víctor Botas (Oviedo, 1945-1994) que publicó en Segunda mano, un libro de poemas clásicos, reescrito a su modo, con el que, dijo: “no pretendo sino recuperar ciertos poemas que, por razones bastantes misteriosas, siempre me produjeron la sensación de haberme sido pisados por sus autores”.

Garcilaso de la Vega

Garcilaso de la Vega

GARCILASO DE LA VEGA (1501-1536)

Soneto XXIII

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre;

marchitará la rosa el viento helado.
Todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

 

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Walt Whitman

WALT WHITMAN (1819 –1892)

CARPE DIEM

Aprovecha el día,
no dejes que termine sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.
No abandones tus ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías
sí pueden cambiar al mundo.
Porque pase lo que pase, nuestra esencia está intacta.
Somos seres humanos llenos de pasión.
La vida es desierto y es oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sopla en contra, la poderosa obra continúa,
tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque sólo en sueños
puede ser libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores, el silencio.
La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes. Huye.
«Emito mi alarido por los techos de este mundo»
dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples,
se puede hacer poesía bella sobre las pequeñas cosas.
No traiciones tus creencias.
Todos necesitamos aceptación.
Pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridades.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea
con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes pueden enseñarte.
Las experiencias de quienes nos precedieron,
de nuestros «poetas muertos»,
te ayudarán a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros,
«los poetas vivos»,
no permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas.

 

Cuesta de Moyano. Madrid

La Cuesta de Moyano. Madrid

MAÑANA, VIERNES, 11, DÍA DE LAS LIBRERÍAS

Ya he escrito en varias ocasiones sobre el cierre de librerías, sobre el maltrato que sufren el libro y cualquier manifestación cultural en este país, pero esta vez he preferido recordar este párrafo de Arturo Pérez-Reverte, que publicó en un «Patente de corso» en el XLSemanal, el 15 de noviembre de 2015. Lo titulaba «Hoy quiero ser francés». Búsquenlo y léanlo porque no se puede decir mejor ni ser más incisivo y eficaz.

«Por supuesto, y también a diferencia de Madrid, donde hasta la magnífica Cuesta Moyano y sus librerías se ven olvidadas y maltratadas por el Ayuntamiento, uno de los sectores donde más cuidado ha puesto el plan parisino de apoyo al comercio tradicional es el de las librerías. Sólo a eso, a defender la existencia del comercio cultural que ennoblece el centro de la ciudad y mantiene su carácter, la alcaldía de París acaba de destinar una ayuda complementaria de dos millones de euros, amén de exenciones fiscales si una librería dedica a salarios el 12% de su facturación, así como subvenciones por promoción de libros de fondo -no torpes novedades de aquí te pillo y aquí te mato-, pagos de alquiler a la mitad del precio del mercado y créditos con dos años de carencia. Y ahora piensen ustedes en Madrid, aprieten los dientes y hagan, como yo, un esfuerzo para no blasfemar en arameo y que se los lleve el diablo».

Librería mítica en París

La mítica librería Shakespeare and Company. París

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