Inicio > Blogs > Ruritania > Carta a Antonio Machado
Carta a Antonio Machado

Querido Antonio:

Lo primero que pienso al pensar en ti, al imaginarte, leyendo tus libros, es que me encuentro ante un gran escritor y ante un hombre muy bueno. Un hombre tímido, sencillo, profundo, poco amigo de los exhibicionismos. Mucho más amigo de las esencias, de lo permanente. Me gusta cuando dices que te gustaba mucho más la Naturaleza que el arte, y creo que ésta es una clave muy importante para entenderte, para entender tu poesía, tu literatura.

Sé que disfrutabas mucho de tus paseos, de tus excursiones por el campo, y eso se ha quedado muy plasmado, maravillosamente plasmado, en tus libros, por ejemplo, quizá de forma muy destacada, en Campos de Castilla.

"Eres uno de esos escritores que se convierten en compañeros del lector, grandes amigos del lector"

Yo siempre disfruté leyéndote, en el colegio, en la carrera, también después, cuando tuve que enseñar sobre ti y tu poesía, pero es cierto que entonces no disfruté tanto como ahora, no de forma tan intensa como estos días, cuando decidí escribir esta carta. En mi casa había varios libros tuyos, pero sobre todo hay uno que me ha sido de particular ayuda para conocerte. Ha dormido el sueño de los justos en mis estantes, o eso me lo parece, durante bastante tiempo, acaso una vida, porque he utilizado otros libros tuyos, menos de estudio quizá, pero ahora lo he disfrutado muchísimo, lo estoy disfrutando.

Se llama Antología poética: Biografía, y está firmado por ti, por “Antonio Machado”, en edición de José Luis Cano. De José Luis Cano tengo otros trabajos o libros en casa, y me gusta mucho cómo estudia las obras, los autores, porque lo hace con sensibilidad literaria, con gran conocimiento, y a mi entender buen estilo literario, buen estilo ensayístico.

Eres uno de esos escritores que se convierten en compañeros del lector, grandes amigos del lector. En mi opinión, no se puede aspirar a más por parte de un escritor, pero también por parte de un lector.

Cuando miro fotos tuyas, por ejemplo una que pusieron en la portada de ese libro que acabo de citar —publicado por Bruguera, en la colección Libro Amigo—, foto que yo creo que es bastante famosa, pienso que estas imágenes son tan importantes para escribir sobre ti, o para escribirte, como hago yo ahora, que tus propias letras.

"Estoy pasando unos días magníficos, días de otoño, leyendo tus libros, conociéndote, pues tengo la impresión de que antes no te conocía"

Y ahora reflexiono en que nuestro rostro, tal vez no siempre, dice mucho de nosotros mismos, de nosotros en general, pero mucho también del momento en que se hizo la foto, de sus circunstancias, del mundo que nos rodeaba entonces y de cómo lo vivíamos en el momento en que nos hicieron la foto.

Yo, querido Antonio, también soy fotógrafo, fotógrafo aficionado, y cada vez valoro más el mundo de la fotografía, el mundo de la imagen en general —también las películas—, y de cómo las palabras complementan admirablemente la imagen —y al revés—, de cómo la dotan de profundidad, seguramente de verdad. Verdad humana.

Estoy pasando unos días magníficos, días de otoño, leyendo tus libros, conociéndote, pues tengo la impresión de que antes no te conocía —no te comprendía—, una persona excelente, tal vez de las mejores que haya conocido nunca, directamente o a través de la escritura.

Yo antes sabía poco de ti, aunque había leído tus libros más famosos, sobre todo Campos de Castilla y Soledades. Galerías. Otros poemas. Te había estudiado, pero apenas te conocía. Ahora me doy cuenta de ello. Ha sido gracias a las páginas de José Luis Cano que me he acercado a ti, a tu afición por el paisaje, por los paseos, a tus estudios filosóficos, a tu vocación literaria… A cómo tuviste que dar clases, aunque al parecer te gustaba poco, porque sabías que mal se podía vivir de la pluma, y que eso, en lo económico, era una vida de “miseria”.

"Quién sabe, a lo mejor escribiría un libro sobre ti, y sería un libro muy dialogado entre los dos, pero con una parte ensayística sobre tus libros y tu figura"

Sí, estos días he conocido mucho de ti, y he leído y releído muchas de tus páginas. Te veo como un hombre que no va de nada y sin embargo lo es todo. Desde luego, ya, para mí. El amigo perfecto, el compañero perfecto. Yo, que ahora tengo la sensación de que lo mejor es no conocer a las personas que se admiran, sí que estoy seguro, o casi seguro, de que tu amistad me enriquecería mucho, me llenaría mucho.

Iríamos a pasear por Madrid, por ejemplo, a la Gran Vía, o a la Puerta del Sol, o mejor a la zona del Teatro Real y del Palacio Real. Yo te enseñaría mis textos y tú los tuyos; o te llevaría mi último libro publicado. Pero estaría muy atento para entrevistarte, el primero, o de los primeros, cuando sacaras un nuevo libro.

Quién sabe, a lo mejor escribiría un libro sobre ti, y sería un libro muy dialogado entre los dos, pero con una parte ensayística sobre tus libros y tu figura. No sería un libro grueso, sino más bien liviano, manejable, muy legible, sin muchas pretensiones, como eres tú, un libro sencillo, pero también un libro con profundidad, con mucha autenticidad. Como eres tú.

Recuerdo ahora el libro sobre Valle-Inclán que hizo Ramón Gómez de la Serna, que me gusta tanto, pero preferiría que el nuestro fuera más periodístico, también más poético. El libro que recogiera el viento de la vida, la felicidad de la vida, pero también su dolor, y que en voz baja, en letra menuda, quisiera dejar su pequeña huella, para que el lector de hoy pudiera disfrutar de ella como hoy yo disfruto de las entrevistas de González Ruano en Las palabras quedan, que son mágicas, o de ese libro sobre Valle-Inclán de Gómez de la Serna, que me parece único y a su manera irrepetible.

Querido Antonio, creo que enseñas a ver, a escribir, a vivir. No sé si fuiste especialmente feliz en vida, aparte del drama de perder a Leonor, tu joven esposa, o el drama general de la guerra civil. Por tu obra te imagino con frecuencia melancólico, pero también feliz al disfrutar del campo o de un buen libro, o de una buena conversación con un gran amigo.

También te imagino feliz, pleno, escribiendo, por ejemplo, a un Unamuno, al que considerabas tu maestro, o a Ortega y Gasset, sobre quien escribiste bellos versos. O haciendo tus poemas, tus artículos, tus textos en general. Uno es feliz, pleno, al hacer lo que ama, y si lo hace muy bien… mucho más feliz.

Tú tenías que saber que tus poemas eran hermosos, hondos, muy personales, pero muy transferibles para el lector, para los lectores, y cada vez más lectores.

"Nunca nos conocimos; cuando yo nací tú hacía muchos años que habías muerto, y sin embargo te siento muy vivo, te siento, como dije antes, como un amigo, como un compañero"

He leído que cuando murió Leonor pensaste en suicidarte, pero que te salvó el éxito de Campos de Castilla, y que pensaste que si había una “fuerza útil” en ti, me parece que fue ésta tu expresión, no tenías derecho a acabar con ella. Habría sido muy injusto con la humanidad privarle de tan gran poeta. Pero éste, para nosotros, es un pensamiento muy egoísta. Lo importante era la vida que tenías por delante, todo lo que tenías que escribir y que vivir, todo lo que finalmente escribiste y viviste.

Sé que eres un poeta muy querido en España, aunque supongo que también tendrás tus detractores, como todos los tenemos. Tus libros los tenemos todos para hallar respuesta en los mejores y en los peores momentos, como ocurre siempre con la gran literatura, y yo diría que con la literatura en general. Para mí, como le escribí hace poco a mi amigo Fernando Sánchez Dragó, que por cierto te citaba bastante, para mí no estás muerto, sino muy vivo, y éste es el milagro de la escritura, de la literatura.

Nunca nos conocimos; cuando yo nací tú hacía muchos años que habías muerto, y sin embargo te siento muy vivo, te siento, como dije antes, como un amigo, como un compañero.

Te escribo ahora desde Madrid. Sé que te gustaba esta ciudad porque aquí tenías a tus amigos, tus tertulias, los teatros, donde estrenabas, los cafés… Al final acabaste dando clase aquí, en el Instituto Calderón de la Barca.

Me tengo que despedir, pero es una despedida formal, parcial, ficticia. Seguiré leyendo tus libros y tú seguirás hablando con tu voz honda y auténtica, seguiremos paseando por nuestras soledades, por nuestras galerías, por todos tus poemas. Siempre.

4.3/5 (88 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

1 Comentario
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Ricarrob
Ricarrob
6 meses hace

Gracias por tus palabras, Eduardo. Me anima el recuerdo de tantas gentes, si es que ya hay cosas que puedan animarme. Porque tampoco he sido animoso sino más bien nostàlgico.

Muchos han venido a verme, a Colliure, para apropiarse de mi imagen, de mi fama y de mis palabras, pero pocos como tú me buscan por las calles de Madrid o por otros lugares donde anida mi espíritu. Quien me busca sin publicidad, sin flases, sin sonrisa impostada, me encuentra de verdad.

Y me encuentra por Soria, por Madrid, por toda Castilla. Que no me busquen en Colliure, sino en Las Dueñas, en Baeza. Que me busquen en esa lluvia que resbala por los cristales en cualquier tarde parda y frìa, en cualquier clase de maestros viejos, enjutos, secos y mal vestidos.

Yo soy ese maestro, ese paisaje, esa ciudad y esa lluvia en los cristales… yo soy Antonio… un poeta, un hombre, un recuerdo.