Conchita y Cervantes

Sandra Márquez, editora de Uve Books, había preparado un libro homenaje a Concha Quirós, la librera de la Cervantes de Oviedo, que no pudo salir a tiempo a causa de la pandemia y que, por lo tanto, tras la muerte de Quirós se ha convertido en un homenaje póstumo que hoy quiero celebrar como se merece. Empezaré con el texto de Alfredo Quirós Amieva, que sirve de prólogo a este volumen, titulado Concha Quirós, una librera de raza.

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Cuando se trata de glosar la figura de una persona surgen todo tipo de dudas y miedos. ¿Dejaré algo fuera? ¿Lo habré puesto correctamente? ¿Es como yo lo recuerdo? ¿Lo escribí correctamente? Pero la pregunta más importante debe ser: ¿Se comunica bien la esencia de esa persona y de lo que significó? ¿Es esta semblanza un digno reflejo de su huella en esta vida? Sobre todo, cuando, como sucede con Conchita (tal como a ella le gustaba que la llamasen), la persona ya no está con nosotros y no puede corroborar o enmendar lo escrito.

"En el caso de Conchita a veces es más sencillo contar sus anécdotas, las vivencias que cada uno ha tenido con ella o aquellos momentos que nos ha regalado la vida a su lado"

Aquellas personas que merecen la pena ser recordadas generalmente son personas complejas, de múltiples facetas, personas que, aunque su profesión o vocación las defina, siempre tienen un «algo» que es difícil explicar o describir; llámalo carisma, liderazgo, tesón, voluntad, etc. Adjetivos que son difíciles de cuantificar, pero que constituyen el halo que los hace diferentes de los demás.

En el caso de Conchita a veces es más sencillo contar sus anécdotas, las vivencias que cada uno ha tenido con ella o aquellos momentos que nos ha regalado la vida a su lado. Es ese día a día lo que realmente la definía como persona y personaje. Aparte de sus evidentes virtudes, que de alguna manera quedan reflejadas a lao largo de este libro, si algo tenía de especial era que cuando la tratabas en «las distancias cortas», en el tú a tú, te dabas cuenta de quién era y lo que representaba, la persona dentro del personaje público que resaltaba aún más su figura.

He tenido la suerte de estar con ella en muchas ocasiones y situaciones en las que su sola presencia producía un cambio en el ambiente, en las que al final todo giraba en torno a su figura sin siquiera proponérselo, incluso ante grandes figuras de nuestro entorno literario. Su sencillez y franqueza le granjeaban siempre la simpatía de los demás y su enorme bagaje cultural se mantenía escondido tras esa entrañable sonrisa.

"Dicen que el tiempo lo pone todo en su lugar y a veces hay que fallecer para que se den cuenta de la pérdida que has supuesto y lo mucho que has contribuido"

Ha sido capaz de hacer sencillo lo difícil, posible lo imposible y agradable el arduo viaje. Ha conseguido que un equipo humano, que la admira enormemente, trabaje en una dirección y con una idea clara de lo que se quiere lograr. SU LIBRERÍA, en mayúsculas, porque antes era la de su padre, supo convertirla en suya y elevarla a otro estatus, el de LIBRERÍA con todas sus letras y en toda su dimensión.

Dicen que el tiempo lo pone todo en su lugar y a veces hay que fallecer para que se den cuenta de la pérdida que has supuesto y lo mucho que has contribuido. Conchita ha tenido varios reconocimientos en vida y tendrá ahora muchos más; pero lo que sobre todo le gustaba era el cariño que la gente le expresaba y continúa teniendo.

Entra en el libro. Si la conocías, podrás ver otras facetas de su inigualable personalidad, y, si no tuviste la suerte de haberla podido conocer, te encontrarás con una persona que amaba su vida y su profesión, una persona que no quería pasar por la vida, sino que la vida pasara por ella.

«Leer nos hace libres»

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Las palabras que van a continuación las escribí para Concha, a petición de Sandra Márquez, para este libro que será para siempre el recuerdo de tantos amigos que tuvimos en Concha Quirós y su Cervantes una casa amable y cálida para compartir experiencias lectoras.

“Cervantes es una librería. El manco de Lepanto, la gloria nacional, el mejor novelista del mundo, es una librería”. Así lo cuenta Paco Ignacio Taibo I en su inolvidable y cervantina memoria, Para parar las aguas del olvido, que publicó Silverio Cañada en 1982 en su editorial Júcar. Un libro que prologó Ángel González, con epílogo de Manuel Lombardero, e ilustró Antonio Suárez, cinco cabezas privilegiadas que celebraron su amistad en un “tiempo hostil, propicio al odio”.

"En la actual librería que Concha inauguró en 1982 asistió el todo Oviedo para celebrar la fastuosa esquina cultural, diseñada por Chus Quirós"

En la librería Cervantes todos han sido longevos. Alfredo Quirós, su fundador, vivió 95 años, la librería ha cumplido los 100, y Concha Quirós (siempre Conchita), la librera más infatigable y dinámica del sector, se ha ido en el mejor momento de su vida: 85 espléndidos años con los que seguía contagiando entusiasmo. Se había licenciado en Filosofía y Letras y Magisterio, pero desde 1957 su verdadera vocación fue la librería, y a ella se dedicó profesionalmente, merced a que el Gobierno francés le había concedido una beca para conocer el sistema de gestión literaria y editorial, y en París hizo sus prácticas.

En los años 70 yo iba a la primera sede de la Cervantes, en la misma calle del Doctor Casal, un poco más cerca de la calle Uría, y allí me encontraba con Alfredo Quirós y su eterna pajarita. Con él hablaba, o mejor dicho, con él se me pasaba el tiempo escuchándole hablar y hablar de libros.

En la actual librería que Concha inauguró en 1982 asistió el todo Oviedo para celebrar la fastuosa esquina cultural, diseñada por Chus Quirós, que diez años después lo haría con el Pabellón Oficial de Asturias en la Expo de Sevilla. Son los tiempos del pick-up, el local de los taburetes de colores diseñados por Javier Mariscal y el mural de José Vivancos en el que estaban, entre otros, Emilio Alarcos, Pedro de Silva, Miguel Ángel Lombardía, Gonzalo Suárez, Víctor Manuel, Ángel González, Graciano García, Faustino Álvarez, María Teresa Álvarez, Juan Benito Argüelles y Eduardo Úrculo.

"Cada vez que vuelvo a Oviedo, sabiendo que ya no podré reunirme en Casa Conrado con Ángel, Emilio, Juan, Eduardo… paso por los magníficos escaparates de Cervantes"

Cervantes, la librería, estaba mucho antes que todo eso, y lo sigue estando hoy a pesar de todo, a pesar de que se nos hayan colado cosas nada favorables por las rendijas del descuido cultural. Pero sí, en Cervantes la longevidad es la prueba de su sello indeleble, y en eso se funda su historia, en el mimo con que se cuida su fondo; en el contacto con la sociedad que continúa aumentando su valor, su fortaleza y su prestigio; en el cuidado al lector por los trabajadores, a los que hace algunos años Concha Quirós decidió mantener, dando un no rotundo a los tentáculos del mercado financiero.

Recuerdos que forman parte de nuestra historia cultural, y que vuelven a la memoria con la presentación de los libros de tres amigos que publicamos juntos en 1985 en Luna de Abajo, con los poetas Alberto Vega y Ricardo Labra, y el pintor Helios Pandiella. O en 2015, cuando se le concedió el Premio Aula de las Metáforas, y formé parte del jurado con Fernando Beltrán, Manuel García Rubio, Leopoldo Sánchez Torre y Luis Eduardo Aute.

Cada vez que vuelvo a Oviedo, sabiendo que ya no podré reunirme en Casa Conrado con Ángel, Emilio, Juan, Eduardo… paso por los magníficos escaparates de Cervantes, cuyo nombre, sobre la puerta principal, descansa sobre una sutil gorguera, el cuello blanco cervantino plisado en ondas del siglo XVI.

Pero ya no podré volver a hablar de libros con Conchita.

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