Publicado hace dos décadas, pero extrañamente inédito en España, llega a nuestras librerías un libro que, como si se tratara de un acto de magia verbal que transforma la realidad desde sus engranajes más profundos, juega con la figura del «biombo» (que en japonés comparte raíces con «pantalla» y «viento») para reflexionar sobre lo cotidiano.
En Zenda ofrecemos las primeras páginas de El abc de Byobu (Lumen) de la premio Cervantes uruguaya Ida Vitale.
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Una historia
Hay una historia. No se sabe con precisión cuándo ha empezado. Quienes podrían estar relacionados con ella en realidad ignoran que la historia no existe. No tiene un nombre que la identifique y no es claro si tiene un protagonista o dos. Puede ser la historia de A que B no acepta o al revés. También puede ocurrir que ninguno sepa que la historia existe y les concierne. Es harto probable que uno muera sin saber que él es el verdadero protagonista de la historia y que el otro ha usurpado su lugar. De todos modos, la existencia de una historia, incluso si no está bien definida y bien atribuida, incluso si solo está en etapa de constitución, apenas a nivel de latencia, difunde emanaciones de estilo impreciso pero perentorio. Byobu, que sospecha su existir oscuro, se siente obligado a escrutar como un filatélico los bordes de su posible aparición. No es cosa de subestimar la desordenada densidad flexible: en cualquier momento puede adquirir una velocidad orientada que abata sobre él su irrespirable marasmo. Porque muchos sueñan con la aventura que cada día debería empollar para ellos. Para cuando asoma, perciben algún defecto, hasta los signos de una pavorosa lepra sobre la apariencia que suponían tentadora. Y se desentienden, aunque no olviden la llamada desoída. Pero la historia queda libre, sin ocupación, como rayo que ningún pararrayos ataja. Y Byobu sabe que él es el expuesto por excelencia. Por eso vigila, sin confianza, las historias que vagan libres, sin A ni B que las acepten.
La vida no es una línea recta
Byobu se levanta temprano. No muy temprano, pero al no tener ningún trabajo urgente que hacer, su comienzo le parece siempre en exceso matinal. ¿Qué desayunará? ¿Jugo, té, yogurt, cereales? Simplifica, no sin inquietud: cereales y café. ¿Café, sí? Entre tanto, busca un disco compacto y a poco de empezar la música sabe que no es la que tiene ganas de escuchar en ese momento. La reemplaza dos veces mientras concluye el desayuno. Necesita comprar algunas provisiones. Elige cierto mercado, pero este es el menos selecto. Allí encontrará azúcar, pero no el té y el vinagre que prefiere. También debe poner una carta en el correo. Para eso tiene que tomar otro rumbo. ¿Qué es lo más urgente, entonces? Mientras se baña resolverá la duda. Pero, entre lavarse o no la cabeza y tras una idea atractiva que se le cruza, olvida lo que pensaba tener resuelto al terminar su ducha. Además, en el momento de vestirse vacila entre ponerse o no cierto pantalón o destinarlo al lavadero.
Quizás por el vapor caliente, a esta hora de la mañana Byobu es un ser agotado. Debería leer un poco para descansar. Eso apareja el problema de la elección del libro, ya que por su habitual incertidumbre siempre tiene varios en diferentes etapas de lectura. Cerca del sillón donde se ha dejado caer espera uno de cuentos. Eso no lo salva de la necesidad de optar. ¿Cuál de todos? El autor elegido o es de aquellos —por suerte ya escasos— que se complacen en complicarle la vida al lector o un acomodaticio que no quiere contrariar a quien quizás lo admire: el protagonista del cuento al fin elegido debe tomar partido por un joven que colabora con él u optar por la sociedad para la cual ambos trabajan, cuyas exigencias la posición política de este contraviene; pero el final es ambiguo. El autor supone que quien lo acompañe en los vericuetos de su invención tiene sus ideas claras y que recurrirá a ellas para poner su final al relato.
No es el caso, claro, de Byobu, que siente el peso de una duda suplementaria, añadida a las que ya se confundían en su cabeza. Pero resuelve aferrarse a su proyecto inicial y salir. Logra hacerlo. Al llegar a la calle siente una chispita húmeda sobre su nariz. ¿Viene de un gorrión en vuelo? ¿El vecino del piso alto riega con descuido sus macetas? Hay nubes. ¿Va a empezar un diluvio? Tres posibilidades de las que deriva una alternativa ante la que deberá escoger de inmediato. ¿Regresar? Si sale, deberá buscar un paraguas.
De pronto, recuerda que un amigo quedó en llamar por teléfono. Sería descortés no estar para atenderlo.
¿Cómo se le ha pasado así la mañana? Tendrá que volver para esperar la llamada o para buscar el paraguas. Quizás esto sea inútil: sonará el teléfono y la conversación se prolongará, como la cortesía le pide a muchos. Así habrá llegado la hora del almuerzo. También, probablemente, la de que la lluvia se precipite, si es su idea, con lo cual la cadena de opciones de toda la mañana se disolverá, porque Byobu, si bien admite ser víctima de una lluvia imprevista, nunca sale cuando esta es ya un hecho palpable.
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Autora: Ida Vitale. Título: El abc de Byobu. Editorial: Lumen. Venta: Todostuslibros.



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