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El instituto

Mi añorado Magister Raimundo era de Nerpio, pueblo encaramado en la Sierra del Segura, donde la provincia de Albacete compite con las de Murcia y Jaén en atesorar parajes de sobrecogedora belleza, en un entorno abandonado por la incuria política. Nació en la década de los 50. Pudo cursar allí la EGB, pero no continuar con la enseñanza secundaria. Nerpio no tenía instituto. Los hijos de las familias pudientes enviaban a sus vástagos a Hellín, Albacete, Granada o Murcia. Eso suponía un gasto considerable, que no todos podían permitirse. Dos opciones para los menos adinerados: o dejar de formarse y dedicarse a la agricultura, pastoreo, hostelería u otras ocupaciones que no requirieran mayores estudios o meter a sus hijos en un seminario o convento, en los que pudieran hacer el bachillerato a expensas del clero antes de decidir si profesaban o no.

A Raimundo lo enviaron al Seminario de Hellín, el mismo donde años antes estudió el ínclito José Luis Cuerda. Allí recibió una extraordinaria formación, sobre todo en Latín, lo que le permitió enseñarme a la perfección los rudimentos de la lengua del Lacio cuando me lo encontré como profesor en Elche de la Sierra, a pesar de que él había cursado Historia y no Filología Clásica.

Ramón Fernández Fernández, don Ramón, también tuvo que dejar su pueblo para formarse, pero su conciencia no le daba paz: su familia pudo permitirse enviarlo fuera, mas muchos de los de su quinta no tuvieron esta oportunidad. De hecho, apenas cuatro o cinco de sus coetáneos pudieron estudiar.

"Así, cuando Franco daba las últimas bocanadas, el 2 de octubre de 1975 comenzó su andadura el Instituto de Bachillerato Mixto de Elche de la Sierra"

Don Ramón alberga un alma filosófica —fue docente de Filosofía— y, sobre todo, empática y comprometida para su Sierra. Todo ello lo impulsó a dejarse la piel para que su pueblo, y el mío, Elche de la Sierra, contara con un instituto. Eso permitiría estudiar no sólo a sus vecinos, sino también a los mozos de poblaciones vecinas y no tanto: Ayna, Yeste, Molinicos, Riópar, Nerpio, Férez, Socovos, Letur en Albacete e, incluso, pueblos de Jaén como Siles y Bienservida.

Don Ramón supo convencer a un grupo de políticos y notables para que movieran cielos e infiernos a nivel provincial y nacional y consiguieran hacer realidad lo que muchos tacharon de entelequia: sacar del subdesarrollo a las gentes de la Sierra ofreciéndoles a sus hijos la posibilidad de cultivarse.

Así, cuando Franco daba las últimas bocanadas, el 2 de octubre de 1975 comenzó su andadura el Instituto de Bachillerato Mixto de Elche de la Sierra. Al principio, siendo sección delegada de uno de Hellín, se fogueó como centro de enseñanza y residencia para los estudiantes llegados de fuera. Alquilaron las instalaciones del que luego fuera Hotel Moreno hasta que estuvieran ultimados la residencia y el instituto en las laderas de la montaña donde se halla la Cueva de la Encantada, uno de los símbolos de la población. Fue tan grande la demanda que el hotel se les quedó pequeño y bastantes familias ofrecieron su casa para acoger a los estudiantes foráneos, dando muestras de algo que caracteriza a aquellas gentes: un inveterado sentido de hospitalidad homérica, arraigado en sus almas al igual que el esparto en sus montes.

"Raimundo me ofrendó todo el latín que sé y me contagió de su devoción por la mitología, la prosa de César y Cicerón y los versos de Catulo, Ovidio y Virgilio"

Me matriculé en la nueva ubicación en 1980. Cursé allí los tres años del BUP. Tuve la inmensa fortuna de encontrar entre sus profesores a maestros de vida: muchos eran interinos, en expectativa de destino definitivo o recién obtenido éste. Todos más o menos jóvenes y con un compromiso con la Enseñanza Pública que llevaban más allá de sus clases.

Don José Antonio Alemán nos hizo amar la ingente riqueza natural del entorno encomendándonos un herbario. Antonio San José me enamoró de Delibes invitándonos a descubrir El camino y convirtiéndome en devoto de la prosa del vallisoletano hasta el fin de mis días. Fue Adela Franco quien me desveló al Quijote, a La Celestina, Manrique, Lope, Quevedo y tantos otros, a la vez que robustecía mi pasión por la lengua española. Raimundo me ofrendó todo el latín que sé y me contagió de su devoción por la mitología, la prosa de César y Cicerón y los versos de Catulo, Ovidio y Virgilio. Pepe Franco, aun no siendo de Clásicas, me dotó de los rudimentos básicos para adentrarme en el griego y me reveló a Homero y Esopo.

Marivi y Adela me hicieron el mejor regalo que le podían hacer a un adolescente acomplejado y con escasas habilidades sociales: inocularme el virus del teatro y hacerme ganar confianza en mí mismo y trabajar codo a codo con el resto de actores y tramoyistas.

"Gracias a la iniciativa de don Ramón y al bogar de los profesores, conserjes, administrativos y limpiadores que dejaron su esfuerzo allí, de mi promoción salieron profesores, maestros, médicos, notarios, enfermeros, gasolineros, ingenieros y demás"

Para cursar el COU hube de desplazarme a un centro de la ciudad donde ahora moro. Aparte del trauma de dejar a los amigos y a los parajes que me cobijaron durante 17 años, llegué a la capital con un gran complejo de palurdo y pensando que la formación que me habían dado en el pueblo había sido deficitaria. ¿Cuál no sería mi sorpresa al descubrir que lo que maestros y profesores de Peñarrubia y Elche de la Sierra me descubrieron no sólo me bastaba para sacar con dignidad el COU, la carrera y la oposición, sino también para tener el honor de escribir en Zenda?

Salí del instituto con la convicción de que quería ser como los profesores que allí me encontré, maestro de vida para alguien, y de que tenía un compromiso con la sociedad: darles a mis alumnos lo mismo que mis docentes me dieron a mí. Después de 35 años de servicio en centros públicos, en tres comunidades autónomas, dudo si mis sueños adolescentes se han materializado o no y si he sido para mis muchachos lo mismo que Raimundo, los Franco, Marivi, Alemán o San José fueron para mí.

Lo que sí tengo claro es la ingente deuda de gratitud que tengo para el antaño I. B. M. de Elche de la Sierra, hogaño IES Sierra del Segura. Gracias a la iniciativa de don Ramón y al bogar de los profesores, conserjes, administrativos y limpiadores que dejaron su esfuerzo allí, de mi promoción salieron profesores, maestros, médicos, notarios, enfermeros, gasolineros, ingenieros y demás. De familias cuyos padres eran braceros y amas de casa y que estaban condenadas a que sus hijos tuvieran un destino semejante.

"Cuando recorro sus parajes y descubro los colegios e institutos que los alumbran, pienso en la inmensa labor que desempeñan para las gentes de las diversas comarcas"

El instituto dio a toda la comarca la posibilidad de intentar salir del atraso secular en el que la clase dirigente la sumió durante demasiadas generaciones. Le concedió el inmenso poder de progresar y escalar cimas impensables con la unión del tesón y la constancia cimentada en la simple y mera Educación.

A pesar de haber pasado dos tercios de mi vida en ciudades, me sigo considerando de pueblo. Me declaro enamorado de la España rural y me llevan los demonios al comprobar el abandono y el menosprecio con los que la trata la mayor parte de la población actual, arrumada en barriadas urbanas sin fuste ni personalidad, tan vacuas e impersonales como las mentes de muchos de nuestros dirigentes. Cuando recorro sus parajes y descubro los colegios e institutos que los alumbran, pienso en la inmensa labor que desempeñan para las gentes de las diversas comarcas. Al igual que el mío, son para la zagalería que por allí pasa nidos en los que cobijarse hasta que sus alas son lo suficientemente robustas para volar por sí mismas, lar donde forjar amistades de acero, purgar desamores y besar el Olimpo con amores que crees eternos. Fragua de hombres y mujeres que, sin importar sus orígenes ni condición, tienen el derecho y la obligación de fraguar una España mejor y devolver a sus pueblos lo que sus familias y maestros les ofrendaron.

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Edu
Edu
20 horas hace

Yo también fui educado en instituto de pueblo donde tuve la suerte de tener profesores “de los de antes”, aquellos que me despertaron la curiosidad y que me enseñaron que siempre había algo más por saber. Buen artículo

Alberto
Alberto
14 horas hace

Como siempre un estupendo artículo …. Que nunca me decepciona