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El lirio azul, un cuento de Fernán Caballero

El lirio azul, un cuento de Fernán Caballero

Al filo de lo surrealista, la prosa de Cecilia Böhn de Faber, mejor conocida por su seudónimo Fernán Caballero, se alza en El lirio azul con una comicidad llena de vida.

El lirio azul, un cuento de Fernán Caballero

Había vez y vez un rey que tenía tres hijos, a los que dijo que daría la corona a aquel de los tres que le trajese el lirio azul.

Echáronse los hijos cada cual por distinto rumbo a buscarlo por esos mundos.

El más chico encontró la flor y se la metió muy contento dentro de la media, por si encontraba a sus hermanos, que no la vieran. En medio de un arroyo seco se lo encontraron, y conocieron ellos que llevaba la flor, y se dijo uno a otro:

—¿Qué haremos para quitársela y ganarnos la corona?

El otro respondió:

—Matarle.

Y así lo hicieron, enterrándolo después en la arena.

Como eran dos, y una sola la flor, echaron a suertes a ver quién la ganaba, y le favoreció al mayor. Se fue muy contento a su casa, y cuando llegó y le dio a su padre la flor, el rey le declaró heredero de la corona.

En esto pasó un pastor por el sitio en que estaba enterrado el hermano más chico, y vio que salía de la tierra una cañita blanca, la que arrancó e hizo con ella una flauta. La tocó, y decía:

Toca, toca, bon pastor,
y no ennamenes
per la flor del lliri blau;
man mort en riu de arenes.

Fue tocando esto hasta pasar delante del palacio del rey, y este, habiendo oído la flauta, salió a llamar al pastor, y le dijo:

—Sube a tocarme esa flauta, que quiero oírla.

Entró el pastor y se puso a tocarla, y repitió su canción. Mandó llamar el rey a sus hijos, y le dijo al pastor que le dijere de dónde había sacado aquella flauta. El pastor los llevó al sitio donde había encontrado su flauta, y el rey dijo a sus hijos:

—¿Sois vosotros los que habéis muerto a vuestro hermano?

Pero ellos dijeron que no.

Su padre mandó que levantaran la arena en aquel lugar, y encontraron al niño vivo y sano, solo faltándole un dedo que había quedado fuera cuando lo enterraron, y era el que había servido para hacer la flauta, y el padre dio la corona al niño y castigó a sus hermanos.

Vivió y reinó muchos años, pero siempre sin un dedo.

Cuento contado, ya se ha acabado, y por la chimenea se fue al terrado.

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