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El muñeco de nieve, de Raymond Briggs: Vuelo de invierno

El muñeco de nieve, de Raymond Briggs: Vuelo de invierno

Este otoño pasado, hacia el invierno, conmemorando el cuadragésimo aniversario de su primera publicación, se reeditó en nuestro país El muñeco de nieve, obra maestra de Raymond Briggs, fallecido hace apenas dos años.

Briggs fue un ilustrador y autor de cómics reconocido por el gran público y su muñeco de nieve forma parte de la imaginación infantil de varias generaciones de niños tanto británicos como de más allá de las islas.

El muñeco de nieve es un cómic mudo donde las posibilidades de la risa del niño (quimérica, inocente, alegre) alcanzan las más altas cotas de expresión. La comicidad que brota de la amistad de sus dos protagonistas y el sentimiento agridulce tras la constatación del carácter efímero de los sueños modelan la forma interna de este cómic, convertido, de facto, en un cuento maravilloso de Navidad.

"A partir de aquí arranca una comicidad ingenua y deliciosa, con niño y muñeco igualados, convertidos a ojos del lector en la resurrección de una vieja película de cine mudo"

Las viñetas se disponen en cuatro filas y son regulares, armónicas, de cantos redondeados y pequeñas variaciones en el tamaño, consiguiendo un ritmo equilibrado y dinámico. Este ritmo visual es el idóneo para la narración de la historia, que transcurre morosa pero viva, con el pulso adecuado al orden natural y sobrenatural de los acontecimientos. Briggs consigue mostrar los tiempos del despertar en la cama, salir de casa, modelar un muñeco en el día de nieve, observarlo tras la ventana mientras transcurre la vida en el interior del hogar… Interior y exterior, el espacio doméstico y el gran mundo, sobrevolado, serán los dos grandes escenarios físicos de la obra, como también lo serán, en el espacio simbólico, el día y la noche, la vigilia y el sueño.

Llegada la noche, mientras los padres duermen, acontece el misterio: el muñeco de nieve cobra vida y juega con el niño que lo modeló. A partir de aquí arranca una comicidad ingenua y deliciosa, con niño y muñeco igualados, convertidos a ojos del lector en la resurrección de una vieja película de cine mudo.

"Antes de que amanezca, el muñeco toma la mano del niño y vuelan juntos, surcan el cielo en la noche. Las viñetas se desatan, se funden las filas, dan pie a páginas completas y de ahí a dobles páginas"

El muñeco es otro pequeño niño que juega con sus descubrimientos (apagar la luz de una lámpara, encender el televisor…), se disfraza con la ropa del padre, monta en monopatín… El juego libre de la noche construye un espejismo perfecto, una Arcadia donde el carácter efímero aparece anunciado en medio de la alegría (el calor pone en peligro la vida del muñeco, la llegada del día supondría el fin de su existencia, por pertenecer al reino de los adultos). Briggs construye pequeñas bromas de gran talento: la perplejidad de un muñeco de nieve observando la dentadura postiza de un humano conservada en un vaso de agua, el extraordinario homenaje a Van Gogh, epítome de la luz y el verano (sus girasoles harán fruncir las cejas al muñeco, que reconoce en ellos el brío poderoso del estío).

Pero el cómic se reserva una segunda parte extraordinaria, lejos del hogar (recordemos que Raymond Briggs fue un maestro consumado en el reflejo de la vida familiar, en la representación del tiempo cotidiano. Su Ethel y Ernest, novela dibujada que reconstruye la historia de sus padres, es un ejemplo excelente del género biográfico-familiar). Antes de que amanezca, el muñeco toma la mano del niño y vuelan juntos, surcan el cielo en la noche. Las viñetas se desatan, se funden las filas, dan pie a páginas completas y de ahí a dobles páginas. El motivo del vuelo nocturno es uno de los grandes símbolos de la imaginación infantil, basta con mencionar dos ejemplos egregios como Randall Jarrell (Volar de noche) o Astrid Lindgren (In the Land of Twilight). El vuelo es libertad y futuro.

Regresan al hogar y la mañana vence a la noche. Briggs dedica cuidadas viñetas al despertar del niño y a cómo este sale de casa, cerrando el círculo que comenzó un día de nieve y concluye con un amanecer soleado. La última viñeta, suelta, certifica el final esperado. Pero como es obra de la imaginación, nos permite ensamblarla con otra. En este caso, con unas líneas del ya anciano poeta español Juan Ramón Jiménez, quien, en un tiempo de su vida parecido al del viejo Briggs cuando escribió unas líneas para esta edición conmemorativa en las que bromeaba con el propio hecho de derretirse dada su edad avanzada, escribe:

“El invierno no sale a la muerte, sino a la primavera. Y yo me siento ya en ese punto de mi invierno en que la primavera me aguarda”.

El muñeco renace cada vez que nieva y se abre el libro.

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Autor: Raymond Briggs. Título: El muñeco de nieve. Editorial: EntreDos. Venta: Todos tus libros.

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