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El refugio atómico: Esperando el fin del mundo

El refugio atómico: Esperando el fin del mundo

Un búnker de lujo para multimillonarios a la espera de una guerra nuclear, mucha testosterona, acción, drama, tensión y un guion repleto de giros inesperados son los ingredientes de El refugio atómico, una serie de los creadores de La casa de papel que fusiona géneros y pone el apocalipsis al servicio del entretenimiento.

“Teníamos ganas de hacer una serie un poco canalla, con ironía negra y convertir El refugio atómico (Netflix, 19 de septiembre) en algo lúdico. Veníamos de hacer Vis a vis y La casa de papel y nos gustan las series con sitios cerrados, llenos de claustrofobia y presión dramática”, asegura en una entrevista con Efe Álex Pina, creador de la serie junto con Esther Martínez Lobato.

Una serie muy actual, en la que el conflicto geopolítico y la amenaza nuclear lleva a la construcción de un inmenso refugio subterráneo de lujo en la que se cobijan a la espera de un posible fin del mundo dos equipos, un grupo de clientes millonarios, uniformados con monos azules, y el personal de este particular “hotel”, ataviado con trajes naranjas.

Una serie de estética retrofuturista en la que el diseño y el espacio son uno protagonistas más. Recreados con un mimo extraordinario en un decorado inmenso construido a las afueras de Madrid con todo lujo de detalles para dar vida a la jaula de oro que sirve para contar la historia central de dos familias unidas por el rencor y secretos inconfesables.

Protagonizada por caras muy conocidas como Carlos Santos, Miren Ibarguren, Montse Guallar, Agustina Bisio o Natalia Verbeke, y los jovencísimos Pau Simon, Alicia Falcó y Álex Villazán, entre otros, la serie desgrana en ocho episodios una trama “que es un experimento social con diferentes géneros: alto culebrón, thriller, comedia negra, dramatín, romántico… matrioskas con las que teníamos que trabajar”, añade Pina.

Para ello se han valido del set de rodaje más grande de la productora en España, con más de 7.200 metros cuadrados, de los que 6.200 han correspondido al plató principal que emula a un refugio con cien espacios interconectados. Un macroproyecto de rodaje que ha contado con cuatrocientos profesionales (medio centenar solo para el equipo de arte) y 4.700 extras.

Fue un guión que arrancó durante la pandemia, y desde entonces muchos aspectos que parecían ciencia-ficción ahora se ven como una posibilidad real. “Ya no solo por el conflicto geopolítico, sino también por la utilización de la inteligencia artificial. Teníamos dudas, y ya no sabíamos si íbamos a hacer una serie futurista o histórica desde que la haces hasta que la estrenas. Como decimos en la serie, el fin del mundo no sucede en unos meses, sucede en diez minutos”, apunta por su parte Martínez Lobato.

Se trata de una ciencia ficción “de personajes” como la pareja que forman Miren Ibarguren y Alex Villazán, dos hermanos que son los cerebros de un refugio atómico en el que nada es lo que parece. “Es una serie súper entretenida que tiene un poco para todos. No vas a poder dejar de verla, que para eso son las ficciones. Luego la reflexión ya queda en los ojos de cada espectador”, asegura a Efe Ibarguren, en el papel de Minerva, líder del grupo “rebelde”. Ha sido un set de rodaje en el que ha predominado el buen ambiente, cargado de anécdotas, ataques de risa y mucha profesionalidad, como confirma Villazán, que interpreta a Ciro, un personaje con síndrome de Asperger para el que se preparó documentándose mucho. “Me he documentado mucho. Viendo muchos videos, muchas estereotipias, mucha cadencia al hablar… Ya había hecho algo parecido en teatro y lo he recuperado en el búnker para terminar de componerlo. Hemos construido algo muy chulo entre todos”.

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