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El Reino del Planeta de los Simios, una secuela excelente que promete una nueva saga

El Reino del Planeta de los Simios, una secuela excelente que promete una nueva saga

Nadie lo duda: la tardía continuación de El Planeta de los Simios, que dio lugar a una nueva trilogía la década pasada, ha sido una de las grandes sorpresas cinematográficas de un Hollywood demasiado pendiente de su propio legado fílmico. La aquí presente, El Reino de los Planeta de los Simios, continua a pies juntillas aquellas tres películas no solo en cuanto a línea cronológica (un cuantas generaciones después de la muerte del legendario simio César) sino en cuanto a estilo y decisiones técnicas. El nuevo director, Wes Ball, se revela como un brillante observador de las películas de Matt Reeves (sin olvidar la primera de Rupert Wyatt) buscando el mismo tipo de conexión emocional con el relato. Pero lo que podría ser falta de originalidad se revela aquí como la mejor de las decisiones.

"La saga de los simios, a través de este recuerdo que puede aplicarse a la religión pero también a la sociopolítica, sigue siendo relevante al margen de sus factores puramente aventureros"

Se ve ya en el mismo comienzo de la nueva película, con la sentida evocación de César, en una secuencia pensada con toda la intención de montar una nueva trilogía que sirva de tejido conectivo con la película original de Franklin Schaffner. Si de la trilogía precedente toma todo, de la que protagonizó Charlton Heston a finales de la década de los 60, y precedente ya de la ciencia ficción contestataria de los 70, se ven retazos (la secuencia de la caza de humanos está calcada) pero sobre todo la promesa de una nueva guerra entre especies. Y el debate a la hora de escenificarla es más agrio de lo que podía esperarse. En El Reino del Planeta de los Simios el culto al mítico César deviene en superstición casi irracional, un concepto que podría trasladarse al tan traído y llevado tema de la desinformación actual y la utilización interesada de iconos eminentemente sentimentales de cara a la manipulación y explotación de las masas. La saga de los simios, a través de este recuerdo que puede aplicarse a la religión pero también a la sociopolítica, sigue siendo relevante al margen de sus factores puramente aventureros: la manipulación del mito en base a un ideal romántico que nunca fue.

Porque estos, y nos referimos a la pura acción, son en una palabra mayúsculos. La animación digital de los simios y cómo ésta se vertebra en torno a la actuación de actores “reales” ha dado un paso adelante en estos años, y el comportamiento de los protagonistas (encabezados por Noa, el nuevo héroe, encarnado por Owen Teague) es impecable. La expresividad de los ojos, los rostros, la verosimilitud del pelaje, cómo éste actúa en contacto con el agua también digital en el clímax del relato… resultan simplemente sobrecogedores, a la altura de los espectáculos dirigidos por James Cameron para Avatar y por tanto para una película de lo que ahora se ha venido a llamar “de cine”. El director Wes Ball, que ya demostró aptitudes y actitudes en la saga El corredor del laberinto, demuestra aquí ser un digno heredero de sus precedentes elaborando una película de aventuras clásicas que trata en todo momento de representar con dignidad las inquietudes de sus personajes, por mucho que su devenir y algunos de sus enigmas resulten previsibles o un tanto flojos, que algunos de los episodios que recorren el relato se presenten de forma un tanto apresurada.

"Es toda una declaración de intenciones sobre lo que ocupa la nueva saga, el relato de aprendizaje a la fuerza de Noa, el nuevo César"

Hay por tanto mucho que alabar en una película que amaga con una reunificación entre humanos y simios para, más tarde y en virtud de algunos giros nada dulces (casi todos concentrados en cierto personaje que no comentaremos) prometer un nuevo enfrentamiento que siente las bases para futuras películas. La música de John Paesano supone además, y salvando las distancias, todo un recuerdo al mismísimo John Williams, que nunca puso música a la franquicia pero que aquí, por su clasicismo y una serie de decisiones a contracorriente en el panorama de la banda sonora actual, parecen remite a él.

Es toda una declaración de intenciones sobre lo que ocupa la nueva saga, el relato de aprendizaje a la fuerza de Noa, el nuevo César, pese a que éste desaprovecha algunas oportunidades que podrían haber diferenciado su película del resto. La relación de Noa con Mae (Freya Allan, vista en la serie The Witcher) está teñida de claroscuros y ofrecía una plataforma para crear algo diferente, uno diría que incluso romántico, extremo que Ball deja pasar para centrarse en lo que de verdad le importa: la acción y el sentido retrato de un mundo perdido que se debate entre su propio epílogo o un nuevo comienzo. No está nada mal para un filme de aventuras y ciencia ficción que apuesta por la Historia, con mayúsculas, pero que insiste en no dejar atrás los aspectos intimistas con un tono dramático, sentido y definitivamente sólido, repleto de secuencias relevantes no solo en el registro espectacular.

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