En esta novela, Javier Pillastre nos lanza a la cara la magia de la memoria y sus voces en un recorrido punk y nihilista por el reverso luminoso de unos personajes dispuestos a vivir sin futuro. Y nos invita en estas historias a recobrar la fe en lo humano, si es que hemos perdido la fe, o a renunciar definitivamente a ella con el humor y la fuerza del delirio.
En este making of Javier Pillastre rememora el origen de Todos los hijos punkies que no tuvimos (Pez de Plata).
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Me ha dado por pensar que este libro, Todos los hijos punkis que no tuvimos, es una jaula en la que he encerrado catorce relatos, pero una jaula espaciosa, comparable a un invernadero mediano en el que sus listones acerados sostuvieran, en lugar de tela plástica, la geometría de una malla metálica en la que los periquitos prensan sus garras puntiagudas a través de una trama de cuadrículas impacientes. Por un momento disfruté imaginando las historias como pájaros que pugnan por volar en el espacio confinado, presos de excitación, pendencias y provocaciones, el aire lleno de voces estridentes o melancólicas o desgarradas y de alguna que otra pluma que, morosamente, flotaría hasta arribar al suelo.
Luego sorteé la idea de que, al ser leídos, los relatos pudieran ser liberados por cada lector, una idea demasiado obvia, y lo obvio, dentro de la literatura, y también fuera de ella, es un vino espumoso que ha perdido gas. La escritura es sobre todo elegir: elegir la fricción justa del lenguaje; elegir la secuencia de situaciones que digieren a los personajes; elegir decorar la escena con una luna que es un plato de arroz con leche sobre un mantel de lana negra pero que también es la voz del padre perdido. De esa forma impulsiva también elegí pensar el libro-jaula como el encierro momentáneo del lector en un espacio ajeno y propio a un mismo tiempo, un huevo en el que no se sabe muy bien cuál es la cascara y cuál el contenido. Eso, quizás, sea lo que me sigue ocurriendo —aún después de publicado— con Gestapo y con las llamas de una hoguera en un parque de Berlín de las que no consigo apartar la vista ni alejar la sensación de que la memoria arde para darnos vida a la vez que nos destruye. Fuego y combustible se funden justo antes de convertirse en otra cosa.
No sería descabellado aventurar que tal vez un huevo contenga todo lo que está afuera de él: la noche, el vuelo de las lechuzas, el frío imaginario en la piel de la nuca, el efecto Doppler de un tren que se aleja más allá de lo conocido. Y creo que su apariencia frágil y perfecta, tan llena de sustancias graves y misteriosas, permite al amor parecer útil y predecible y a las estrellas binarias girar una alrededor de la otra.
Un día ese huevo romperá la armonía del futuro imaginario con un golpeo de ondas sísmicas en una taza de infusión y entonces no sabremos qué va a pasar y qué no. De ahí, de ese improbable instante tan punk, tan no future, en el que lo de afuera trata de salir de su jaula íntima, nacen los relatos de este libro. Me pidieron que escribiera un making of de este libro y lo he hecho. Esto es todo.
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Autor: Javier Pillastre. Título: Todos los hijos punkies que no tuvimos. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todostuslibros.
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