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En España se habla catalán

En España se habla catalán

Anderssütt es una hermosa ciudad centroeuropea. A pocos kilómetros de Venecia, cerca de Viena y muy próxima a Praga, es famosa por sus flores de alabastro y por la UOA, la Universidad Ortodoxa de Anderssütt, donde la filología románica es religión. El lingüista español Bartolomé Papasseit, hombre de gran corazón y extraordinaria bonhomía, dirige allí una prestigiosa cátedra de rumano. Buen amigo, el otro día me contó en Mallorca que debe su vocación a Xesc de Borja Moll. “Era nuestro profesor de francés cuando yo tenía once años”. Aclaro que Moll fue un eminente lingüista y filólogo menorquín, co-autor del Diccionari Català-Valencià-Balear, hoy una referencia para todos los romanistas del mundo. Papasseit, más mallorquín que el castillo de Bellver, recordó cómo Moll insistía a sus jóvenes alumnos sobre la importancia de la oreja. “No quería que tradujéramos”, me explicó. “Quería que entendiéramos. No el significado, sino el sonido. El ritmo del lenguaje, que es donde baila el sentido de lo que se dice”. Papasseit, no hace falta que insista, tiene alma de poeta.

"El problema de los españoles…!, me gritó, ¡...es que no escuchamos!. No le faltaba razón. ¡Tenga cuidado!, grité a mi vez."

Nos encontrábamos en el puerto de Andratx, en la costa sudoccidental de Sa Roqueta, que es como los mallorquines llaman a su isla, y se estaba poniendo ciego a base de Palo Túnel. “Nunca se insistirá lo suficiente: hablamos porque oímos”, prosiguió. “Y porque después, en idéntica circunstancia, repetimos lo que hemos oído. A lo burro: sin pasar por el indelicado trámite de traducirlo”. Y se puso de pie. “El habla es el alma, el motor y la fábrica del lenguaje”. Señorial y socrático, echó a andar hacia el borde del muelle, a unos metros de la terraza. “¡El problema de los españoles…!”, me gritó, “¡…es que no escuchamos!”. No le faltaba razón. “¡Tenga cuidado!”, grité a mi vez. Y desapareció de mi vista. Había caído al agua desde una altura considerable y corrí a auxiliarlo. Pero no hizo falta. Buen nadador, se dirigía hacia un yate farfullando como una ballena beoda. «Càgon deu, càgon dena, càgon s’ensaïmada…”.

Don Francesc de Borja Moll (1902-1991) en una imagen de los años 30

Siempre es un placer oír a Tomeu Papasseit. Blasfemando o hablando de lo que sea. Por ejemplo, de su experiencia infantil al lado de aquel gigante del lenguaje que fue Moll. “Lo de traduttore, traditore lo oí por primera vez en sus labios”, me contó una vez. “No quería que tradujéramos, sino que cantáramos. Decía que traducir era la quintaesencia de la sabiduría lingüística y que, de momento, no nos convenía perder tiempo con eso. Antes debíamos adquirir ciertas competencias”. Cuando habla, las evoluciones de sus manos ejecutan una danza. “No es lo mismo un cheval que un caballo. Ni un caballo, lo mismo que un cavall. Ni un cavall, lo mismo que a horse”. Yo ya sabía que Moll fue muy inteligente, aunque nunca imaginé que tanto como para inventar estas paradojas con objeto de captar la atención de su joven alumnado. “Evidentemente, no entendíamos ni patata. O quizá sí. Un compañero de Alaró, en Jaume, que era más listo que un ajo, nos dio una pista”. A Papasseit se le puso cara de pagès. O sea, de payés, que es igual, pero que no es lo mismo. “Caballos son los que aparecen en las pelis del Oeste. Cavall, el del tio Pep, de Son Banyols”. Oírle revivir las discusiones que sostenían con él sus compañeros del Instituto, desconcertados por las enseñanzas de Moll, es muy divertido. “¿Y un cheval, qué, so listo?” En ocasiones, Papasseit se sumía en la melancolía. “Moll nos volvía gloriosamente locos”.

La lingïstica del siglo XXI nació en 1957

"Me viene a la cabeza, a propósito de esto, el torrente de quejas que la tarde/noche del pasado 17 de agosto recorrió tuiter, un torrente empujado por los comunicados oficiales en catalán sobre el atentado de Las Ramblas."

Hace un par de años, Papasseit y un servidor coincidimos a orillas del lago de Como por culpa de un congreso, y descubrimos que compartimos una fobia. Todo se debió, probablemente, a la comunicación de un colega de Tubinga sobre cierta correspondencia entre Herder y Goethe recientemente descubierta. Iluminado por los martinis sequísimos, que no paraba de embaular, y por la luz limpísima que nos acunaba, Tomeu Papasseit tuvo una revelación. “No sé quién sería el primero que convirtió en instrumento político las lenguas, así como su multitud de hablas, no pocas veces mestizas y locas. En todo caso, nos hizo flaco favor”. Yo sonreí. “¿Herder?” Papasseit dio un puñetazo en la mesa como si acabara de mencionarle la bicha. “Vàtualmon i els collons de s’ase! ¡Los puñeteros románticos alemanes! ¡Una buena porsión de cantamañanas, idò!” bramó iracundo. “¿No le parese a usted?” Asentí, pasando por alto la cuestión de que Francesc de Borja Moll se formara académicamente al lado de destacados romanistas alemanes de hace cien años; por fuerza, debió impregnarse de aquellos idealismos sobre lengua, pueblo y nación, comunes entonces y que compartieron otros sabios nuestros, como Unamuno o Menéndez Pidal. Aquella generación, al menos, tuvo la genial idea de echarse a la calle a escuchar lo que hablaba la gente, con lo que ejerció de puente entre el XIX y el XXI. “Lo mejor que nos legó aquella generación de gigantes fue su metodología: escuchar”.

Simpática imagen del habitualmente adusto don Ramón Menendez Pidal junto a Félix Rodriguez de la Fuente y Charlton Heston (1961)

Me viene a la cabeza, a propósito de esto, el torrente de quejas que la tarde/noche del pasado 17 de agosto recorrió tuiter, un torrente empujado por los comunicados oficiales en catalán sobre el atentado de Las Ramblas. Tengo la convicción de que España nunca será “normal”, es decir “culta”, si no asume la inevitabilidad del plurilingüismo babélico. Se trata de una característica de la Humanidad, y no sólo de España. Recuerdo que a orillas del lago de Como, Papasseit se puso serio. “Herder era político y, como mucho, filósofo. Es indignante que su nacionalismo lingüístico siga vivo en nuestros días, ¿no le parece a usted?”.

"España no será culta mientras viva sumergida en una notable contradicción: haber convertido en negocio la enseñanza del inglés y en ruina la exhibición de películas sin doblar."

¿Qué podía contestar? ¿Que en España se habla mucho? Catalán, entre otras cosas. Y más que se va a hablar, pienso. Aunque no sea más que por la cuenta que nos trae, en vista de lo que está cayendo. Al final, este artículo me acaba saliendo más político que lingüístico, así de reviradas están las cosas, y ustedes perdonen. “La lengua no es de nadie”, le respondí. Papasseit estalló en carcajadas explosivas y dionisíacas. “¡Querido colega! García lo marcó realmente”. Me sonrojé: a Papasseit no hay quien lo engañe. “A usted, Moll; a mí, García”. Mi comentario era la primera frase de un artículo que el sabio de Zamora publicase con ocasión de ciertos pronunciamientos políticos en torno al uso de las lenguas españolas. Decididamente anti herderiano, el artículo del autor del descacharrante himno antinacionalista madrileño —“sólo por ser algo soy madrileño”— terminaba divertido y chungón. “Algo de vergüenza da que hombres doctos y esclarecidos confundan en un trance como éste los manejos unificatorios de una u otra administración con la máquina, desconocida y libre, de la lengua”. Desconocida. Y libre. El chomskismo lingüístico de García Calvo nunca deja de sorprenderme. “El problema del siglo XXI es que unos cuantos pretendan iluminarlo con ideas que igual fueron buenas en el XIX”, suspiré. “O salimos del XIX, o vamos al desastre”. Papasseit calló, el sol se puso y nos fuimos a dormir. No puedo evitar una última reflexión, amarga reflexión. España no será “culta” mientras viva sumergida en una notable contradicción: haber convertido en negocio la enseñanza del inglés y en ruina la exhibición de películas sin doblar.

El socrático zamorano Agustin García (1926-2012). Ecléctico, antiguo, moderno, latinista, helenista e inquietante

Bibliografía

  • Diccionari Català-Valencià-Balear. Antoni M. Alcover y Francesc de Borja Moll. Palma de Mallorca, 1985
  • Hablando de lo que habla: estudios de lenguaje. Agustín García Calvo. Zamora, 1993.
  • La lengua, señores… Agustín García Calvo. El País. 2 de julio de 2008.
  • Estructuras sintácticas. Noam Chomski. México, 2004.

El autor agradece a don Ramón Cifuentes Puerto su ayuda a la hora de dilucidar ciertos matices del catalán coloquial hablado en la isla de Mallorca.

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