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Eva Illouz o por qué odiamos al judío

Eva Illouz o por qué odiamos al judío

No fue el 7 de octubre, sino justo un día después, sin que supiéramos aún el número exacto de víctimas, cuando la principal gurú del movimiento queer, Judith Butler, calificó el atentado de Hamás como un justo “acto de resistencia”.

Desde entonces, en los dos años de conflicto, con un plan de paz sobre la mesa que hace agua cada día, nadie se ha pronunciado, con rigor y desapasionamiento, no ya a favor de Israel, sino con un poco de equidistancia y moderación, sobre un enfrentamiento intrincado y complejo.

Existe algo siniestro, y obsceno al tiempo, en eso de contabilizar víctimas a fin de agravar, llegado el caso, las responsabilidades o depurar las culpas, como si el crimen, las guerras o la moral fueran asuntos dirimibles mediante cálculos y estadísticas. Lo mismo sucede con nuestra costumbre de dar vueltas y más vueltas a las palabras. El debate sobre si estamos ante un genocidio o una guerra defensiva parece que no es competencia ya de académicos y juristas; la sentencia compete a opinadores y se sustancia en platós televisivos, impunemente, con una frivolidad igual de obscena.

"¿Quién, en su sano juicio, puede pasar por alto la hambruna o la inocencia esquilmada, sea cual sea el color de piel o la religión del que sufre?"

Siendo importante, este brevísimo ensayo de Eva Illouz, una intelectual judía escorada a la izquierda que hasta ahora había gozado de indiscutible respeto, no abunda en estas últimas cuestiones; a ella le preocupa más bien la génesis de lo que llama “odio virtuoso”, es decir, le interesa atisbar cómo ha arraigado ese resentimiento inclemente y visceral que, desde tiempos inmemoriales, se proyecta sobre el judaísmo y que hoy cuenta con tanto respaldo moral.

Illouz alberga arrestos, de modo que aborda honestamente cuestiones espinosas sobre las que hoy muchos se resisten a opinar. No se posiciona a favor de la respuesta inmisericorde de Netanyahu, ni la ciega la fidelidad a un bando o credo religioso. ¿Quién, en su sano juicio, puede pasar por alto la hambruna o la inocencia esquilmada, sea cual sea el color de piel o la religión del que sufre?

Pero tampoco obvia, primero, que Hamás es un grupo terrorista. Y, en segundo lugar, que, aunque quienes profesan ideologías extremistas lo desconozcan, los palestinos son las primeras víctimas de la vesania de sus líderes.

"Según Illouz, pues, el odio hacia él tiene el mismo origen que la hostilidad hacia el sistema meritocrático, esto es, emana del empecinamiento por ver el triunfo ajeno como consecuencia del fracaso propio"

Illouz recurre al conflicto para demostrar hasta qué punto la pendiente resbaladiza tomada por la política identitaria está quebrando, como si fuera un liviano trozo de papel, el sentimiento de compasión nacido al calor del sueño ilustrado y custodiado con esmero, hasta hace relativamente poco, por la izquierda.

Los progresistas siempre han alzado la voz contra los damnificados por el capitalismo, por los que son dejados atrás a causa de la codicia de unos pocos, por los migrantes, los desclasados y los perdedores. Por todos aquellos que no reciben el lozano viento del bienestar, en definitiva.

Ahora bien, cuando los que sufren son los judíos, la empatía deja de funcionar y brota, en su lugar, la barbarie y atávicos sentimientos de venganza. Pero ¿acaso no sufren los judíos? ¿No sangran si se les pincha, como recuerda El mercader de Venecia? Eso es lo que sorprende a Illouz, que el antisemitismo no se ha haya paliado ni siquiera tras la infausta memoria de la Shoá.

"Si lo que las políticas públicas tienen en cuenta es quién se lleva la palma de la compasión, es comprensible que las minorías intenten distraer a la opinión pública de la desgracia endémica que sufre el pueblo elegido"

Si no ha desaparecido el instinto homicida, si todavía es posible encontrar a gente dispuesta a clavar la estrella de David en la pechera del prójimo, es porque el judío, a diferencia de otras minorías, se ha asimilado y más o menos ha medrado. Esto es, el judío es parte de la élite. Según Illouz, pues, el odio hacia él tiene el mismo origen que la hostilidad hacia el sistema meritocrático, esto es, emana del empecinamiento por ver el triunfo ajeno como consecuencia del fracaso propio. Difundido este prejuicio, la espita de la colisión es difícil de cerrar por completo.

Desde Nietzsche hasta Michael Sandel, el rencor ha sido unas de las pasiones humanas más estudiadas. Y sabemos que es fácil sucumbir a su fuerza cuando se constata, además, que el judío ha abrazado el éxito, por lo general, sin requerir de los ardides de la discriminación positiva o la subvención, escapando del gueto y del paternalismo.

Para explicar esa dinámica, Illouz se refiere al victimismo competitivo. Si lo que las políticas públicas tienen en cuenta es quién se lleva la palma de la compasión —qué facción ha sido más perjudicada, conscientemente o no—, es comprensible que las minorías intenten distraer a la opinión pública de la desgracia endémica que sufre el pueblo elegido.

"Al hilo de lo que sucede en Gaza, ofrece un diagnóstico del callejón sin salida al que se ve abocada la ideología progresista"

Illouz, sin embargo, no argumenta solo acudiendo a lo que enseña la sociología. Ensaya una explicación teórica a fin de atisbar el fraude que suponen muchas de las luchas abanderadas por la izquierda cultural. En este sentido, aludiendo a las aportaciones de la French Theory, los Estudios Culturales y las tesis decoloniales, llega a la conclusión de que al judío se le persigue porque encarna los valores de occidente. Cabría decir más aún: la izquierda tiende a ver en la cultura judía la fuerza corruptora de nuestra civilización.

Siendo breve, lo cierto es que este ensayo no deja títere con cabeza. Y da que pensar, lo que muestra lo conveniente que es leerlo. Al hilo de lo que sucede en Gaza, ofrece un diagnóstico del callejón sin salida al que se ve abocada la ideología progresista y refiere cómo esta, abanderando los valores light de la posmodernidad, ha perdido protagonismo en la lucha contra las auténticas injusticias, las económicas y morales.

Illouz no pretende resolver una pugna tan inveterada, ni avivar odios tribales, sino que solo busca aclarar la dinámica de nuestros sentimientos sociales para, a fin de cuentas, equilibrar más la balanza. Es eso, ciertamente, lo que se necesita para que el odio en Palestina no se enquiste eternamente.

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Autor: Eva Illouz. Título: El 8 de octubre. Editorial: Katz. Venta: Todos tus libros.

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