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Fernando Navarro: «Curro Jiménez es uno de los mejores «westerns» de la historia»

Fernando Navarro: «Curro Jiménez es uno de los mejores «westerns» de la historia»

Imagen de portada: Foto: Alfredo Arias

Sed. El libro de Fernando Navarro Malaventura (Impedimenta, 2022)— da mucha sed. Mientras atraviesas el desierto de Tabernas, página a página, la boca se te queda seca y la lengua áspera como el esparto. La vista te empieza a fallar y empiezas a ver cosas extrañas: quinquis, hechiceras, demonios, forajidos, fantasmas y burricos. Todos te señalan con el dedo y tú no puedes apartar la vista de ellos. Eres un personaje más de este western andaluz. Podrías dejar el libro en la mesilla de noche y apagar la luz, pero necesitas seguir caminando; un poquico más. 

Como dice Daniel Gascón, “Malaventura te atrapa durante 6 horas en las que no puedes parar de leer”. Pero lo peor viene después: no te puedes sacar a Dieguico el Morato de la cabeza. Te queda un sabor a muerte y tierra seca en el paladar que te hace volver a esta historia, una y otra vez, despierto y dormido, a propósito y sin proponértelo.

Fernando Navarro, autor de guiones de películas tan exitosas como Bajo cero, Cosmética del enemigo, Verónica y Toro, crítico musical en medios como Mondosonoro y en Ideal, debuta en la narrativa dándonos un puñetazo en el estómago.

Cormac McCarthy se ha perdido por el Cortijo del Fraile y tú tienes que ir en su busca con la ayuda de Federico García Lorca.

A continuación conversamos con él sobre su libro, sus guiones, música y las judías que se comió Terence Hill.

—¿Cuánto tiempo llevaba con esta «Malaventura» en su cabeza hasta que consiguió ponerla en papel?

"Como guionista era una fantasía recurrente pensar a veces en una escritura que no se fuera a convertir necesariamente en imágenes concretas, a través de la mirada de un directo"

Bastante tiempo. Como guionista era una fantasía recurrente pensar a veces en una escritura que no se fuera a convertir necesariamente en imágenes concretas, a través de la mirada de un director o el trabajo de unos actores. La idea, el paisaje y los personajes son mundos a los que he vuelto, porque ya había escrito hace tiempo sobre ellos. Incluso algunos de ellos fueron posibles películas que nunca llegué a escribir. Son historias que llevaban rondando en mi cabeza 10 años, 15 quizás, incluso más tiempo.

—¿El spaghetti western es un género andaluz?

—(Risas) Yo llevo defendiendo hace años que es un género estético 100% andaluz. Te lo resumo: cuando yo veía esas películas en la televisión, y reconocía algunos de los pueblos que aparecían, cercanos a donde yo vivía, no me podía imaginar que eso era Estados Unidos o la frontera con México, sino que era Andalucía. Era un paisaje andaluz. Para mí la tierra era tan poderosa que se llegó a hermanar con Lorca en un lugar concreto, el Cortijo del Fraile, donde transcurre Bodas de sangre y se rodó parte de El bueno, el feo y el malo. El punk lorquiano llegó más tarde, cuando Joe Strummer (The Clash), que andaba por Granada buscando la tumba de Lorca, protagonizó Straight to Hell. De hecho, la etiqueta más justa es «western europeo», ya que en él entran tanto Blueberry como Alex Cox o mi película española favorita, Condenados a vivir, de Romero Marchent.

—Es una pena que esté así abandonado el Cortijo del Fraile.

—Es una lastima. Deberían hacer algo con ese sitio. Porque es un lugar de memoria literaria y cinematográfica, un espacio donde se reescriben la historia del cine mundial y la literatura española. Me da mucha pena ver cómo está. Es un lugar casi telúrico, esotérico.

—Además de a Sergio Leone y a Clint Eastwood, ¿deberíamos reivindicar a Terence Hill y a Bud Spencer? 

"Para mí las películas de Hill y Spencer son películas de formación igual de importantes que las de Leone. Esa deformación absoluta del humor, esa comedia polvorienta"

—Sin ninguna duda. Para mí las películas de Hill y Spencer son películas de formación igual de importantes que las de Leone. Esa deformación absoluta del humor, esa comedia polvorienta. Hay una escena en Lo llamaban Trinidad que pudiera estar a la altura del mejor Buster Keaton: Terence Hill devorando la sartén de judías en silencio total. Yo nunca he diferenciado entre alta y baja cultura. A mí me gustaban igual las películas de Carlos Saura, Truffaut y Pier Paolo Pasolini que todos los westerns de Corbucci, los giallos de Lucio Fulci o las comedias de mamporros de Terence Hill y Bud Spencer, con esos temazos de Oliver Onions.

—¿Y a Curro Jiménez?

Curro Jiménez hay que verla. Y también Los camioneros, de Mario Camus, la serie que la precedió. Curro Jiménez es uno de los mejores westerns de la historia. Con un montón de buenos personajes, muy bien escrita. Sancho Gracia representaba a un héroe de una gran complejidad. Hay que poner esta historia a la altura de Sergio Leone y de John Ford.

Foto: Alfredo Arias

—Cormac McCarthy, La torre oscura, Federico García Lorca, Tarantino, Pedro Páramo, Intemperie… Todo cabe y encaja en su obra. ¿Qué obras y qué autores le han influido para escribir Malaventura?

—La escritura del libro es algo mestiza porque yo vengo del cine y era un poco una prolongación de la redacción de guiones. También tengo muchas referencias musicales, y hay muchas letras de flamenco que me han influido. Pero además de esas referencias literarias que mencionas yo tenía mucho en la cabeza las novelas del oeste de Elmore Leonard o las historias de terror de Richard Matheson. Ambos eran escritores y guionistas que no diferenciaban entre sus trabajos publicados y los del cine. Me siento identificado con ese tipo de escritor bastardo y fronterizo. Igualmente son una influencia para mí todos los escritores sureños: Carson McCullers, Flannery O’Connor y esa tradición del gótico sureño, melancólico, duro y evocador. Incluso las letras del Nebraska de Bruce Springsteen, de los discos de Enrique Morente o Randy Newman o, no sé, de Vainica doble. Las influencias del libro son tanto literarias como cinematográficas y musicales.

—Si elegimos una BSO para su novela, ¿pegan más Pony Bravo o No Me Pises Que Llevo Chanclas? 

"Me identifico con el flamenco de Morente, con el punk aflamencao de Lagartija Nick, la psicodelia jonda de Los Planetas o la música de Grupo de Expertos."

—(Risas) Voy a barrer pa casa: Grupo de Expertos Solynieve y Guadalupe Plata. Hace poco leía a J —Los Planetas— intentando matizar y explicar las diferencias entre el flamenco de la Andalucía oriental y el de la occidental. Y yo, claro, me identifico con el flamenco de Morente, con el punk aflamencao de Lagartija Nick, la psicodelia jonda de Los Planetas o la música de Grupo de Expertos, esa forma de mezclar la zambra y los tarantos con el country rock de Gram Parsons.

—El medio rural que descubrimos en su obra es extremo y violento. Se acerca más al Delibes más árido que al idílico paraíso para urbanistas aburridos del que se habla en Twitter. ¿Malaventura pertenece a «la España vacía» o reniega de ella? 

—Soy un poco ajeno a esto de la España Vacía. El universo del libro es anterior a la invención de ese concepto. Para mí el sur y el desierto son más unos espacios mentales que geográficos. Con lo cual creo que, sin quitarle valor a nada, mi libro vive un poco al margen.

—En Malaventura abundan los diminutivos, los adjetivos terminados en «-ico». ¿No tenía miedo de restar lectores al apostar por un lenguaje tan particular, alejado del cliché del andaluz y que solo se habla en Almería y en algunas partes de la Costa Tropical de Granada?

—Si te digo la verdad, nunca lo pensé. Para mí era más natural de lo que pueda parecer. Creo que era coherente con la forma de hablar y también de pensar de algunos personajes. De algún modo el propio flamenco no es totalmente accesible, y algunas palabras o giros no se terminan de entender, y nunca he pensado que eso pueda dejar a alguien fuera de sus encantos. Los autores sureños de los que hablaba antes, como Faulkner o Flannery O’ Connor, también usan giros parecidos. Lo mismo que hacen esos músicos a los que hemos mencionado.

Foto: Alfredo Arias

—»Pegar la hebra, darse el pisto»… Su obra es toda una apología del habla y de la cultura popular, sobre todo de la andaluza. ¿Lo siente así?

—No sé si es una defensa o surge natural a la hora de escribir. Al igual que cuando escribo guiones, he intentado que los personajes hablen de la manera más natural posible.

—El libro arranca con la historia de Dieguico el Morato, un personaje fascinante. ¿Por qué nos atrae el mal? ¿Por qué nos identificamos con los que caminan por el lado salvaje?

"Nos fascina esa figura del pirata, del forajido y mercenario. Son personajes ambiguos, muy poco maniqueos, como el William Munny de Sin perdón"

—Me interesa la ambigüedad moral como guionista, lector y espectador. Creo que hay algo en la tradición del western europeo que luego adopta el cine americano, y es la creación de personajes descarnados, a veces muy perversos, con muchos matices, con claroscuros. En la película de Leone, por ejemplo, que tiene ese título maravilloso, pues al final resulta que ni el bueno es tan bueno, ni el malo tan malo, ni el feo es tan feo. Si vamos más lejos, podemos acordarnos de John Silver, uno de mis personajes favoritos de la historia de la literatura, en La isla del tesoro —uno de los mejores libros sobre desamparo infantil—; nos fascina esa figura del pirata, del forajido y mercenario. Son personajes ambiguos, muy poco maniqueos, como el William Munny de Sin perdón.

—Su Malaventura tiene también un aire de tragedia clásica, ¿es usted de los que reivindica a los griegos?

—Los reivindico, claro. De hecho, Donati o Vincenzoni, los guionistas de Leone, usaban siempre la estructura o elementos de los mitos griegos a la hora de escribir sus guiones. Para mí han sido una lectura de formación. De hecho, estoy valorando la idea de un libro de seres mitológicos que salen de ese mundo griego.

Rodrigo Cortés, David Trueba, Jon Bilbao, Jonás Trueba, Miguel Ángel Hernández, Daniel Gascón, Manu Ferrón… La lista de los escritores y directores de cine que hablan bien, muy bien, de su libro es extensa. ¿Siente vértigo ante el lanzamiento de su novela en marzo?

—No pienso mucho en ello porque de algún modo el oficio de escritura para el cine te enseña a rebajar las expectativas. Si uno piensa cómo van a ir las cosas no las haría. Intento disfrutar solo de ese acompañamiento, dejarme llevar y disfrutar con esas palabras de los autores que mencionas y con las de los lectores.

—Su obra destaca por la calidad de página. ¿Le ha ayudado a conseguirlo estar acostumbrado al proceso de reescritura constante con los guiones de películas?

"El oficio de guionista te exige una escritura precisa para que te entienda todo el mundo —actores, directores, productores—, te obliga a reescribir una y otra vez párrafos enteros"

—Gracias por lo de la calidad de página. El oficio de guionista te exige una escritura precisa para que te entienda todo el mundo —actores, directores, productores—, te obliga a reescribir una y otra vez párrafos enteros para ser cada vez más claro. Y creo que tener un trabajo como el mío, igual que les ocurre a los periodistas y a los traductores, te obliga a ser más conciso con el lenguaje, intentar contar más con menos.

Toro es un thriller muy violento, inspirado en las películas coreanas y japonesas del género. ¿Han sido esas películas una inspiración a la hora de crear un western tan rudo como Malaventura?

—Yo siento que el trabajo que empezamos en Toro, con los quinquis de Bajo cero o incluso en un personaje que escribí en Verónica, esa monja ciega llamada Hermana Muerte, que tiene elementos en común con un personaje de Malaventura, continúan en este libro. En cuanto al cine coreano, creo que tiene en común varias cosas. Por un lado su inmediatez: son historias que transcurren en un periodo de tiempo muy corto. Su uso del espacio y del tiempo creo que está en mi novela. Y de nuevo la ambigüedad moral de sus personajes: gente con problemas económicos que no pueden solucionar los problemas más básicos y se ven abocados a decisiones trágicas…

—¿Ya tiene el guion de la adaptación cinematográfica de Malaventura escrito?

—(Risas) He escrito esta novela precisamente para que no hagan una adaptación cinematográfica…. Es broma. (Más risas) Y a lo mejor me mata mi editor cuando lea la entrevista.

—Yo creo que Dieguico debería tener un spin-off para él solo.

—Es un personaje al que tengo mucho cariño porque tiene un destino trágico. Es un bandido de buen corazón.

Foto: Alfredo Arias

—Frente a la tendencia de libros de muchas páginas, y de películas de más de dos horas y media, usted nos ofrece uno más escuálido pero intenso y descarnado. ¿Es usted partidario de las películas de 90 minutos y los libros de menos de 200 páginas?

"Yo personalmente prefiero esas duraciones más cortas, como lector y también como espectador"

—Yo personalmente prefiero esas duraciones más cortas, como lector y también como espectador. Me gustan mucho las películas americanas de serie B que tienen una duración en ocasiones por debajo de los 80 minutos. Y también admiro las novelas secas y breves del género hard-boiled. Eso me ayuda a no irme por las ramas. En el cine, por ejemplo, cuando estás cerca de los procesos de producción sabes que cuantas menos páginas tengas es más sencillo de sacar adelante un proyecto, porque cada página cuesta dinero. Y ahí tengo una deformación por mi oficio. También por mi pasado como crítico musical. Para mí el formato perfecto es el álbum con 12 canciones de 3 minutos que consiguen introducirte en un universo o en un estado de ánimo.

—Termina el libro con un capítulo titulado como una canción de The Band, que es un crudo relato de la guerra civil desde el punto de vista de un soldado confederado. ¿Su novela está obligada a terminar con tema musical de perdedores? 

—Yo creo que sí. Porque es ahí donde quería conducir mi novela. A ese tema, que se cierra con un «la la la» melancólico, de perdedores. Es la canción que tenía que sonar en los títulos de crédito. Es una composición sobre perdedores y desamparo, agridulce, pero no deja de ser un himno. Es mi favorita de este grupo y una de mis preferidas de las escritas en inglés

—Eugene Ruge —autor al que entrevistamos en Zenda por el lanzamiento de su última novela, Metropol— publicó un libro titulado Cabo de Gata. Al escritor alemán no le quedaron ganas de volver a ambientar un libro en Andalucía por las críticas que recibió, al no mostrar en su obra el sitio alegre y folclórico de los folletos turísticos. ¿Teme que le pueda pasar a usted lo mismo?

"Pienso que nadie podría creer que la Málaga loca de Toro es la Málaga real. Son abstracciones que utilizan espacios reales"

—Yo soy de aquí, y no me voy a preocupar por cosas que no me había preocupado antes. (Risas) Yo creo que se entiende que el sur en esta novela es una construcción mágica, una especie de fantasía, más cercana a la literatura de terror que al realismo sucio o al costumbrismo, con el que no tengo nada que ver. Yo me considero más un escritor de género. Pienso que nadie podría creer que la Málaga loca de Toro es la Málaga real. Son abstracciones que utilizan espacios reales. Este es un sur reconstruido y pesadillesco más cerca de una novela de terror que a la crónica social.

—Después del éxito de Bajo cero, y de este debut literario que viene avalado por tantas firmas, ¿cuál es su próximo proyecto? 

—Acaba de terminar el rodaje de Venus, que he escrito con Jaume Balagueró y producida por Alex de la iglesia. Y en pleno rodaje está Fenómenas, una comedia de terror que dirige Carlos Therón. Y hay por ahí una película sobre la Granada de los años noventa que me hace mucha ilusión pero de la que puedo contar poco. En cuanto a literatura, estoy dándole vueltas a seguir explorando estos espacios polvorientos con nuevos libros, aunque de momento no hay nada concreto.

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