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Jordi Puntí: «Xavier Cugat es un fabulador, una novela en sí mismo»

Jordi Puntí: «Xavier Cugat es un fabulador, una novela en sí mismo»

Atraído desde niño por el Rolls-Royce Silver Cloud II que Xavier Cugat poseía y que aparcaba junto al antiguo Hotel Ritz de Barcelona, no extraña que, al cabo de los años, el escritor Jordi Puntí haya firmado Confeti, donde recorre todo el siglo XX y convierte en personaje literario al músico catalán.

En una entrevista con Efe, rememora que cuando contaba con apenas ocho o diez años y «bajaba» con sus padres a Barcelona desde su Manlleu natal, los tres solían pasar por delante del establecimiento para ver el automóvil, con una matrícula personalizada —Cugat—, lo que le impresionaba, aunque en aquel momento para muchos ya era solo una figura decadente.

Casi una década ha estado trabajando el novelista en este proyecto, publicado ahora por Proa y con el que obtuvo el último premio Sant Jordi, sumergido en la peripecia de un «fabulador», «un narrador de sí mismo», un hombre nacido el 1 de enero de 1900 y que vivió hasta octubre de 1990, casado en cuatro ocasiones, con una imaginación portentosa, al que describe como propietario de una «Galería de los Recuerdos Inventados». «Con la novela hay un intento de reflexión sobre los límites de la biografía. Hablo de que es una antibiografía porque, voluntariamente, quiere ser una ficción».

Gracias a la beca del Cullman Center que obtuvo en 2014, pudo estar durante un año trabajando en la biblioteca pública de Nueva York, un lugar en el que se guarda «todo», y donde acabó de consignar que Xavier Cugat «es en sí mismo una novela, porque se inventa muchas cosas», desde que había conocido a Enrico Caruso y que éste le había dedicado un dibujo (que tras tenerlo en las manos cree que fue perfilado por el propio Cugat), al tipo de relación que mantuvo con muchas mujeres desde su juventud hasta su vejez. Al principio, cuando se sentó ante el ordenador, todo era muy biográfico, pero según fue conociendo al personaje tuvo claro que debía virar y apostar por la ficción porque, «al fin y al cabo, esto es una novela y, por tanto, tiene que haber voluntad de inventar, incluso de mentir o engañar a partir de la realidad. Pronto te das cuenta, mientras vas documentándote, de que él miente, lo que te obliga a hacer un doble salto, un salto mortal, como es jugar con sus mentiras, con su imaginación«. Cuando tiene claro que está ante «un fabulador, que necesita siempre mejorarlo todo y sentirse supongo que bien, cómodo, por autoestima o por vanidad, también me digo: ¿cómo explico esta historia?».

Efe / Irene Dalmases

De esta pregunta surge un narrador, que en el inicio de la historia cuenta con 103 años de edad, un caso poco habitual en la literatura catalana, alguien que se convierte en una suerte de sombra, con una vida en paralelo a la del showman, y al que sobrevive. Jordi Puntí, a la vez, tal y como va entrando en el personaje, entiende que la reflexión que quiere aplicar sobre Cugat «se puede aplicar a todas las personas. La ficción y la imaginación como parte fundamental de nuestras vidas. Sueños, ilusiones, esperanzas, celos, rumores… Todo este material que surge de nuestra mente y que nos llena mucho a lo largo del día. Todos nos imaginamos de manera mejorada, con lo que la vida del músico es un ejemplo para explicar la vida de todos».

Sus estancias en La Habana, Nueva York y Los Ángeles, sus éxitos en Hollywood, su estancia al final de su vida en el antiguo Ritz barcelonés, todo aparece en la novela, así como sus cuatro esposas, todas ellas siempre entre los 18 y los 20 años al inicio de sus relaciones, con un especial peso la tercera de ellas, Abbe Lane. Aunque cree que el personaje que él mismo creó acabó «comiéndose» su trabajo como músico, Puntí destaca que en el ámbito de la música «hay grandes momentos suyos, como cuando en los años treinta coge la música cubana y la domestica para que la entiendan y la puedan bailar los americanos, algo que es sensacional». Solitario, sin quererlo ser, indica que si hoy se lo tuviera que definir a alguien nacido en el siglo XXI le diría que, esencialmente, «es un showman. Un hombre de claroscuros, que creo refleja muy bien el siglo XX y a los hombres hechos a sí mismos». Hoy, no lo duda, triunfaría en Instagram y estaría en TikTok porque «no podría evitar explicar su vida. Para mí la modernidad es que fue alguien, a la vez, muy individualista y un gran promotor de sí mismo».

Por otra parte, a unos meses del Día del Libro, Jordi Puntí bromea con que igual sorprende a los lectores con sesiones de firmas diferentes, con confeti incluido.

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