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José María Pou: «Echo en falta cultura y educación en los políticos»

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José María Pou: «Echo en falta cultura y educación en los políticos»

Escuchando con los ojos cerrados al actor y director teatral José María Pou uno puede pensar que el siglo XXI queda muy lejos y que nos encontramos frente a un erudito, un pensador de la Roma clásica, ante el mismísimo Cicerón, y no ante el actor que lo interpreta.

«Echo en falta no solo cultura en los políticos, también educación», ha dicho en una entrevista con Efe, José María Pou a punto de estrenar Viejo amigo Cicerón en el Teatro La Latina el 4 de febrero, una interpretación por la que consiguió el Premio Ercilla 2019.

Pou tiene una voz que lo inunda todo, llena cada resquicio del teatro hasta hacerse presente, el eco de sus palabras persiste aunque él se haya ido, dejando tras de sí esa presencia física potente, pero serena, difícil de olvidar para el espectador.

El actor protagoniza este texto «contemporáneo», firmado por el dramaturgo Ernesto Caballero, bajo la dirección de Mario Gas, con un reparto que completan Alejandro Bordanove y María Cirici.

Asegura, en una conversación llena de referencias a las palabras de Cicerón, que aunque en las ciencias hemos avanzado una «barbaridad», «en la sustancia del ser humano esta claro que no hemos cambiado nada, y menos como ente individual».

José María Pou (Mollet del Vallés, Barcelona, 1944) ha buceado en los textos de Cicerón, un político que «destrozaba» a sus oponentes con su oratoria, con la que defendía el valor de la cultura, de los libros y la lectura.

«Estamos más o menos igual que entonces, tropezando una y otra vez en la misma piedra», una razón por la que considera tan válido este espectáculo para el espectador de hoy, porque muchas de las situaciones que sucedían en esa época «siguen pasando».

A Cicerón le cortaron la cabeza y las manos por defender la integridad de la República hasta el límite, ahora las hemerotecas ponen de manifiesto las contradicciones de los políticos y no pasa nada, se queja el actor.

«Ese es uno de los graves males del momento. Nos han acolchado, dudamos de todo y no le damos importancia a nada y eso provoca una crispación e incertidumbre general«, advierte, y señala que hay algunas sesiones del Congreso que dan «vergüenza ajena», no hay un lenguaje de estadistas, un apartado en el que Cicerón se empeñó especialmente.

Pou asegura que «echa de menos en los políticos no solo cultura» si no cierto nivel de «educación, de respeto a los demás, y no me refiero solo a su oponente si no a los ciudadanos. Hay palabras que rozan la mala educación», sentencia, aunque rectifica al decir que no se puede hablar de políticos en general solo de algunos.

Recuerda que el gran maestro de la retórica y la elocuencia resaltaba el valor de las palabras y el respeto a los otros y considera que fue un adelantado a su tiempo al decir que el buen orador «debe comprometerse con la verdad».

Es «ajeno» a la tribuna en la que se ha convertido Twitter, no la ha visitado nunca. «Me estoy convirtiendo en un eremita». Y hace referencia a la era Trump y a su utilización de la red para comunicar, una etapa de «brutal» en ese aspecto, donde alimentó las dobles verdades que, sin embargo, ha servido para que la gente empiece a «no creerse del todo lo que se escribe en ella».

«No es una herramienta mala, pero ya nadie se fía de nadie», dice satisfecho de recurrir a los medios de información tradicionales.

Con más de 50 años de profesión, reconoce que le «emociona» y le hace sentirse «responsable» que las nuevas generaciones de interpretes le vean como un referente, aunque no se siente capaz de «enseñar» su oficio, a pesar de que desde hace años comparte escenario, de manera deliberada, con actores jóvenes.

«La única manera de enseñar a aquellos que me tienen como referente es viéndome trabajar. No tengo sentido de trascendencia, el arte del actor es una cosa efímera«, añade con cierto pudor.

Sin embargo, a pesar de ese paso fugaz, sabe que una interpretación o un personaje puede quedar para siempre en el recuerdo de muchos espectadores, «hasta el punto de ser capaz de haberle cambiado un poco la vida».

Su mayor compromiso —asegura— es con el público. «Me aterra pensar que se aburra, que se duerma, que sienta que pierde el tiempo cuando decide ir a un espectáculo en el que trabajo», por ello cuando tiene la más mínima sospecha de que eso suceda dice: no.

En su larga trayectoria sobre el escenario considera que se ha ganado la «confianza» y la «credibilidad» del espectador.

Se considera un privilegiado en su profesión, aunque la pandemia le ha descubierto el «gusto» a no tener obligaciones profesionales.

A pesar de que le satisface llevar el teatro hasta el último rincón, señala que con 77 años no se puede ir contra la biología y lleva tiempo pensando en la retirada.

«Hay que pensar en ir cerrando puertas», dice, mientras reflexiona sobre el efecto que provocan los años en la memoria o la dicción «es un proceso natural, que cuando yo empiece a notar me iré», concluye Pou.

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