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Kevin R. Wittmann traza en un ensayo la historia de los mapas y la huella que dejaron

Kevin R. Wittmann traza en un ensayo la historia de los mapas y la huella que dejaron

El historiador del arte Kevin Rodríguez Wittmann traza en un ensayo la historia de los mapas, su relación con la actividad humana y la huella que dejaron en la humanidad.

En La huella de los mapas (Geoplaneta), el autor hace una recopilación de historias fascinantes, desde la prehistoria hasta nuestros días, que muestran cómo los mapas, más allá de ser meras representaciones topográficas de un territorio, han marcado nuestra forma de entender el mundo. Como señala el propio autor, «cada cultura, cada pueblo, cada civilización se definen a sí mismos a través de su relación con el espacio que los rodea y con el que les queda más lejos, y esa definición se cristaliza en los mapas».

Comienza Wittmann analizando los mapas de la prehistoria, porque «un homo sapiens de hace 150.000 años podía interpretar un mapa como lo hacemos nosotros», y se detiene en hallazgos arqueológicos como el Mapa de Abauntz, encontrado en la cueva homónima navarra; o el colmillo de mamut de Pavlov (Moravia meridional), del Paleolítico superior, grabado con un sistema de representaciones geométricas que van más allá de lo decorativo y que los expertos han concluido que se trata de un mapa con elementos topográficos.

Seguidamente, analiza algunos de los escasos mapas medievales que han sobrevivido, entre los cuales el más frecuente era el llamado «mapa T en O»: una T inserta en una O, con el asta horizontal de la T en la mitad del círculo que la contiene, que situaba Asia en la mitad superior, y Europa y África en la mitad inferior a partes iguales. El famoso mapamundi medieval de Hereford, de finales del siglo XIII, es la representación cartográfica más compleja y monumental que se conserva de la Edad Media: contiene 420 ciudades, 32 pueblos e incontables escenas tanto bíblicas como mitológicas, además de numerosos animales y plantas. El Atlas del mallorquín Abraham Cresques (1375) es una obra de arte que aúna conocimiento geográfico e histórico, representación cartográfica y dominio de la miniatura y describe el mundo tal cual era para un europeo en el siglo XIV.

Wittmann reivindica asimismo los mapas humorísticos, creados por primera vez en el siglo XIX por la actriz norteamericana Lilian Lancaster y recogidos en su Geographical Fun: Humorous Outlines of Various Countries (1868) por el recopilador de la obra, William Harvey, quien se atribuyó la autoría bajo el seudónimo Aleph, aunque en la introducción se refería a Lancaster como «la joven señorita responsable de estos bocetos». En sus mapas, Francia aparece como una anciana que mira hacia el Canal de la Mancha mientras sostiene un espejo, Cerdeña es un obispo y España aparece como una mujer que se acerca a Portugal, retratada como un oso, en un guiño a la aspiración de los liberales españoles por la unión de las dos coronas.

En otros capítulos, Wittmann se ocupa de la relación de los mapas con el espionaje, la diplomacia y la navegación. La simbiosis entre mapas y arte se produjo en los Países Bajos del siglo XVII, con creadores como Ortelius, Mercator, Hondius o Blaeu, y los mapas literarios, según el historiador del arte, tiene su momento culminante en La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson.

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