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«La botánica de los sentimientos», una novela de reconstrucción vital

«La botánica de los sentimientos», una novela de reconstrucción vital

A la escritora italiana Ilaria Bernardini su propia vida le ha servido para escribir La botánica de los sentimientos, una novela llena de amargura, miedos y dolor que gracias al encuentro con un alma gemela amante de «meter las manos en la tierra» hace que florezca luz vital.

Lo que cuenta Bernardini en esta obra, finalista del Premio Strega italiano y que llega a España con la editorial Grijalbo, es una «historia real» tal y como ella la recuerda, por lo que se ha permitido tirar de su formación filosófica, cuenta a Efe en una entrevista, para que su vivencia coja el tono de «tema universal». Porque ¿quién no se ha sentido presionado por su entorno familiar? ¿Cuántas de las personas divorciadas con hijos no han sufrido miedos? ¿A quién no le anula la frustración por no saber dirigir su vida?

«Este libro es el más autobiográfico, es una historia verdadera. Yo me estaba separando y la chica que trabajaba con mi madre tuvo un aneurisma, también había alquilado una nueva casa para mí sola después de divorciarme», dice Bernardini (Milán, 1977) desde su ciudad natal, donde vive en ese ático que todo lector de la novela acabará deseando. Y lo querrá porque ahí es donde se muda Anna (el alter ego de Ilaria) tras divorciarse y donde María, la asistenta de su madre, acude para ayudarla a resucitar las plantas muertas de la terraza.

Por eso es María la otra gran mujer de estas páginas porque, sin saberlo, ella también curará sus miedos e incertidumbres, tras haber sufrido una enfermedad y ser dejada por su pareja, mientras meten la mano en la tierra y hacen que las plantas y flores tengan una nueva primavera. Una pasión la de la botánica, para una conocida y para la otra por conocer, hace que ambas se sumerjan de lleno en la construcción de un bosque urbano, una decisión que cambiará sus vidas. «Anna no estaba acostumbrada a meter las manos en la tierra. María, por el contrario, aunque sea un alma gemela, es distinta, es menos cerebral, es más de la tierra. Y este encuentro entre dos personas que serían muy distintas en otro momento de la vida hará que se ayuden a tener menos miedo y dolor», explica.

La novela presenta también otros arquetipos, como el de la madre absorbente, un exmarido inseguro y agobiante, hermanos dispares, cuñados y hasta el de una pitonisa que hace que Anna vaya abriendo los ojos poco a poco y vaya introduciendo los distintos pasos que va dando para enmendar su presente y su futuro.

«Anna en este mundo es esa persona a la que todos le hacen preguntas: la pitonisa, la madre, el hijo… pero ella ha de encontrar esa pregunta que le haga pensar qué quiere ser, qué tipo de persona quiere ser, y este sonido está en todo momento», matiza Bernardini. Y Anna, al fin y al cabo, es una mujer como muchas otras de las que pasean por nuestras calles, mujeres parecidas a muchas de las que se ha encontrado la escritora durante la promoción de la novela en Italia: «Había lectoras que me abrazaban y me decían que era también su historia. Es un libro con el que se identifican muchas», reconoce.

En cuanto a lo que la autora ha sentido en su piel mientras escribía estas páginas, dice que ha sido «doloroso pero muy terapéutico», porque esta suerte de vómito literario le ha dado la posibilidad de trabajar sobre esos sentimientos para así abrazar a la «vitalidad y la creatividad». «Encontré poco a poco la distancia justa para usar este material. Lo escribí, lo guardé porque era una materia viva, dolorosa, y luego poco a poco se convirtió en un libro que ha significado una cura. Ha sido una catarsis», afirma la autora.

Pero escribir esta novela, pese a haber sido liberador, ha sido también un ejercicio de valentía, porque esos personajes que rodean a Anna son también los que rodean a Ilaria en su vida real. «Tenía mucho miedo por el hecho de qué iban a pensar los otros, porque ellos no han tenido la posibilidad de replicarme en el libro, pero por eso digo al principio del libro que esto es una historia real, como yo la recuerdo. Algunas personas sí se han cabreado, como mi padre o mi exmarido, porque dicen que ellos no son así. Seguro que si me lo hubieran hecho a mí, tampoco me habría sentido representada», confiesa.

En la actualidad Bernardini luce una bella terraza en su piso de Milán, y también está construyendo un bosque con almendros y algarrobos en la finca que ha comprado en un pueblo ibicenco. «Ahora puedo hacerme ensaladas, me estoy comiendo lo que he plantado, y es fantástico», dice entre risas.

Además, está viviendo cómo La botánica de los sentimientos se convierte en película y en un manual infantil de filosofía práctica para afrontar procesos de separación o de cambios familiares como el que vivió su propio hijo.

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